11 marzo

Sobre la palabra...


 


 

(La palabra)

_ ¿Qué palabra?

_La palabra: palabra

 

 Bueno, que tema controvertido, la palabra, que difícil de definir en toda su amplitud o acotar en su mínima funcionalidad. 

 Por supuesto que no estamos hablando de la palabra dada o empeñada, ese antiguo documento de las personas rectas, honradas, de los tiempos de antes… la palabra, la palabra palabra o cualquier otra, se formó a través de milenios, persiguiendo transmitir una descripción de la realidad…

   Con el avance de la tecnología, y luego la industrialización, el abanico de objetos antes inexistentes se amplía en mayor medida que la que pueda captar en toda su vida un ser humano (hasta ese momento estábamos quedando fuera del mundo natural, ahora ya empezamos a quedar fuera del mundo humano).  

  En los pueblos primitivos el lenguaje representaba una parte total del mundo, comprobable y sin medias tintas, aprender una palabra era, sin dudas, para los niños de esas culturas, aferrar una parte del mundo.  Estos lenguajes, a pesar de no ser amplios, son precisos, y sumamente eficaces mientras no se trasplanten a una cultura diferente, se cierran sobre el individuo y su entorno…

  En tanto,  las civilizaciones avanzan, y con la invención de la escritura, el hombre se sienta a leer las palabras que escribió, ahora puede analizar y transmitir información en un formato ajeno a su cuerpo, a su voz, y sobre todo acumularlo, es la muerte en vida de los idiomas.  

  Las hipótesis, los falsos matices y la manipulación de la palabra aumentan tanto que sus sonidos ya pierden todo contacto con el sentido, pasando a ser combinaciones de letras, la sintaxis, la semántica, se llevan puesto al significado real de las cosas en favor de su representación, que de todas maneras, es lo único que conocen, en la gran mayoría de los casos,  los usuarios del idioma moderno. 

Estos lenguajes son sumamente abarcativos, aunque inexactos, pues es tanta su especialización, en un mundo basado  sobre todo en la propaganda  y el consumo, que cada significado se desdobla y se retuerce hasta hacer la comunicación algo más bien ficticio, y al  individuo, algo más bien utilitario.

  Con la acumulación y fijación de significados, mediante los diccionarios,  llega la última etapa, la de las elites literarias, los estudiosos del idioma, los ortodoxos; con sus contribuciones se produce la paradoja de una parte del lenguaje mantenido en el freezer por centurias sin hablantes, y otra parte viva luchando por su reconocimiento, sin lograrlo jamás, en el medio, millones de términos para referirse a la situación producto-consumidor, a la relación amo-siervo.

No es una situación fuera de lo común que no podamos decir lo que queramos, que no encontremos las palabras: desde chicos hemos sido educados en un idioma que se comprueba con un diccionario que no podemos llevar siempre en el bolsillo, menos cuando cada cual va corrigiendo y aumentando el suyo,  caminamos por el mundo real con un bagaje idiomático de laboratorio.  

  Cada vez que  hablamos de algo empezamos a perderlo.  

  También es normal que una vez que podemos decir lo que queremos, no lo entienden como lo dijimos, ya que además de la doble subjetividad que tiñe cada significado, el lenguaje establece una operación acumulativa entre las personas, a través de la memoria, que tamiza las palabras por la zaranda de sus supuestas intenciones.  

  Tal vez el arte sea una búsqueda de  significación sin palabras, para sortear estos contratiempos, aunque aislado en sus propias dinámicas, no llega a ser interpretado  sin perderse nuevamente a sí mismo. 

  Y sin embargo, nos relacionamos  a través de esta antigua herramienta para la transcripción del mundo a las necesidades humanas, y de hecho casi todos logramos nuestros objetivos, con solo aprender o desechar una o dos palabras por día.  

  En la sociedad actual, alcanzar nuestros objetivos significa que nos alejamos de nosotros mismos,  y hacerlo a través de las palabras no quiere decir otra cosa que desvincularnos cada vez más del verdadero rostro de las cosas.

   Es necesario contraponer permanentemente el significado con su referencia, en cada ocasión que abrimos la boca (la palabra escrita no tiene remedio, no cede) hasta acorralar el sentido hasta una imagen que nos remita completamente a algo, hasta unir nuevamente la palabra, como una flecha, con su blanco.  

  Tal vez de esa manera volvamos a tomar contacto con el mundo por nosotros mismos, y así volver a ser humanos de nuevo después de todo, tal vez todavía estamos a tiempo de ser una verdadera comunidad, en vez de un instrumento colectivo de canibalismo y distorsión social y cultural. 

   Entonces, es completamente natural que este desprestigiada la palabra, aunque tampoco se puede perder de vista, hay que reconocerlo, que  aún hay individuos que le prestan su reputación, y no por hablar de más, sino por darle un sentido, una fuerza, un valor que depende solo de ella.  …y, claro está, de su afinada referencia, de su coherencia textual en el tiempo y el espacio, de la relación entre lo que dicen y lo que hacen

  En síntesis, que ya fue suficiente, tengo la sensación de estar hablando de más sin decir nada, mejor apago la máquina y duermo, soñando un despliegue sobre el mundo sin decir ni oír, esa experiencia tan extraña y desencajante, casi aterradora a veces, que la olvidare al despertar, como todos, como todos los días.

 

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