Violencia es mentir
Charlando una vez con mi hijo, hace tiempo, en esas charlas profundas y simples que a veces tenemos, a veces revisando el cuero de hasta las más pequeñas cicatrices, me contaba sobre la manera en que se sentía, en el momento que aún vivía con ellos, de las veces que yo le había pegado o en las que le pegaba, o sea, antes de los cuatro años… De como al principio lo puso triste, porque pensaba que yo no lo quería, pero después no le importo, porque él me amaba… Yo en cambio, no recordaba haberle dado más que algunas palmadas en la cola, alguna vez que, como siempre pasa en un mundo que apenas deja tiempo para ganarse el sustento, seguramente carecía del tiempo suficiente para reelaborar mi discurso de una forma que se entendiera y obedeciera… Porque esa es la principal característica positiva que le podemos conceder a un niño, en esta sociedad, que sea obediente, y listo, nada más por ahora… que moleste lo menos posible el normal desarrollo de la opaca vida de los a