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07 julio

Aire y acero



 

Agua y fuego 

Hoy me desperté con una sensación, un pensamiento envolvente, acariciante, que se enroscaba y me recorría como un viento tibio que deja caer las ultimas hojas secas del otoño.  Quede esperando que se haga de día, mientras daba vueltas por mi casa, con una fuerza latente de yema que espera hirviendo el primer segundo de la primavera que viene, contenida sin embargo por una lámina milimétrica de clorofila.

  Necesitaba por un segundo que me aten, antes de que terminen de cantar los gallos, antes de que se me ocurra hacer un puerto en la costa abajo de mi casa, antes de que se me ocurra conquistar el mundo, o salir a serruchar las patas de esta mesa alta que viene a ser la sociedad, necesitaba un pensamiento que transforme esa energía en algo utilitario, el recuerdo de un amigo que me ayude a centrarme en mi entorno inmediato.  

  Encauzar esta fuerza infinita que me conecta con el resto del universo, que me hace hermanarme con los perros o morderle las orejas, y compartir el pan con los asesinos, porque su rabia me enseña a no cejar nunca, porque absorbo así un segundo de su tenacidad.  De su infinita calma.  De su amor inmenso por la vida. 

  Por suerte el frio helado de la madrugada llego al mismo tiempo que los primeros rayos curvos del sol, que giran en la atmosfera para acortar un poco la noche, para unir cada átomo de materia sobre la tierra con la esencia de todo. 

  Y apretando los dientes alcance a ver a tiempo que el mundo era para todos, para respetar la brizna de pasto que pisan mis zapatillas, para consumirlo con mis ojos, y saborearlo con mi corazón, para centrarme en barrer el piso o pegar un ladrillo, para lavar los platos y la ropa con este agua helada, terminando con su espera de tantos días… 

  Y conformarme con el aire que respiro a mi alrededor, con el color del viento, con el calor del sol reflejándose en las piedras.  Salí afuera a mirar el rio, mi rio, que corría sin alcanzarse nunca, sin cansarse, sin frenar, sin reclamar nada. Tampoco me calmo. 

  Y me puse a escribir esto, para disipar un poco esta llama que me cuece por dentro, al punto justo para comer o ser comido, para matar o morir, para volar y caer como un pájaro con el pico perforando la calma del agua que con sus peces cuida mi tiempo sobre este  mundo.  

  Pero es esperable que esto no pare, a través del aire, desde abajo de la tierra me llega esta energía lejana que cambio mi vida,  dándole otro sentido a cada paso que doy y a cada vez que respiro.

  Por suerte existe la música para matizar esta espera, para mí que siento cada palabra de las canciones, de las que tienen sentimiento, aunque estén en otro idioma.   Hoy que no hay ganancia ni perdida, éxito o derrota que no pueda ser festejado, celebrado como un ritual necesario de la vida.

  Para poder mirar solamente adelante, aunque haya que estar agazapado con el cuchillo entre los dientes, o ansioso esperando en la encrucijada por una señal que tal vez llegue después que parta, porque la única decisión la toma el corazón, desabrigado, para donde se vuelvan recios como un toque de tambor sus latidos.

  Y salí a caminar para el lado del rio, entre la humeante basura mil veces seleccionada por manos esperanzadas, y encontré una piedra desafiando al mismo tiempo el fuego que derrite el plástico, y la escarcha helada que quema la última gramilla del verano, demostrando con sus vetas el paso de tremendos cataclismos.  

  Viviendo sin necesidad de relatar el paso de las civilizaciones y las especies que se extinguieron hasta del recuerdo del mundo -del mundo que conocemos-  y la lleve conmigo para hacer amistad, para que me siga mirando como ahora, diciendo: todo es igual, todo es lo mismo, y el tiempo no nació para ser capturado. 

  (voy a hacer algo productivo) y agarre la pala para terminar de hacer la canaleta del desagüe, pero estaba tan inspirado que me puse a agrandar un pozo hasta llegar a la arcilla, y termine haciendo un estanque, para aprovechar el agua de lluvia en pescados y ranas, diversidad, regar la huerta etc… 

  Y terminé de hacerlo al otro día, justo antes de empezar a trabajar de noche a noche, sin poder verlo llenarse por la lluvia que se asomó por el barrio llenando la calle de charcos y baches y huellas intransitables a pie o en bicicleta.   

  Y no por eso me siento menos afortunado por vivir acá, que es como un pueblito, donde los gurises chicos juegan en la vereda hasta las once de la noche, donde el olvido estatal se trueca también en una libertad pasmosa.  

  Y la gente va instalando su rancho en “donde le gusta un pedacito de tierra”, cerca de sus padres tíos y hermanos, y siguen viviendo del rio. O también van cayendo elementos que echan de otros barrios, de todos los barrios y quizá se portan mal por un tiempo…

 Y así sigue creciendo la zona de mayor proyección de todo concordia después del Asentamiento La Bianca, dicen los entendidos, todo sobre la costa, será que no quieren caminar tanto para comer todos los días, bueno acá no se echa a nadie, ni a la policía cuando se escapa un preso y andan rastrillando cuadra por cuadra, a fondo, sin importarles si pisan gurises ni perros… ¡Yame ya!

Bueno… esto es solo una parte de la historia, la otra se está haciendo ahora mismo, mientras estamos acá enchufados, mientras dormimos, algunos trabajan, otros descansan y sueñan, unos pocos revisan sus espineles con el farol arriba del bote… 

  Otros se juntan en las esquinas hasta que amanece quien sabe para qué, un día les voy a preguntar… 

03 junio

Algo de calle


 

Sol y tierra 

  El tiempo de la calle no es lineal, a veces se compone de compromisos inclaudicables que corren más allá del tiempo, los que se desvían son alcanzados.  La palabra dada se recuerda, los favores recibidos se guardan en el alma, la vida se cuenta como otras cosas.

  Hay un mundo sin palabras, donde todo se entiende antes de decirlo, hay un sentido de humanidad que no se menoscaba con los prejuicios ajenos, la libertad existe, allí donde no la desprecian, el tiempo se llena hasta con silencios y miradas.

  Todo sigue igual o todo cambia, según, el transporte es vital, cuando tantos miles de barrios son iguales. Una casa es un puerto seguro, un kilo de pan vale cada grano de trigo.  Una persona es un territorio, y los limites se negocian a como dé lugar

  Siempre habrá música, en los nacimientos  y velorios. Siempre en el medio algo que compartir, y muchos niños esperando la posta… muchos se pierden, otros tantos se esconden, algunos apuntan a una vida sin problemas, pero todos saben que de alguna manera hay  que ganar, los que no juegan también reciben, casi siempre…

  A veces hay respeto, a veces no hay forma de imponerlo, a veces la trayectoria de una bala se mide desde puntos equidistantes, o se olvida todo en un segundo.  Una casa es una trinchera que no puede ser abandonada, la batalla por permanecer dura toda la vida.

  El alcohol es igual a combustible, donde siempre corre el viento, donde siempre llueve.  Algunos inviernos son más crudos que otros.  Algunos veranos llueve tanto que el agua se lleva todo. Nunca se deja para mañana una oportunidad de pasarla bien, cuando todo se acabe, dios proveerá, aunque hasta los niños lo saben: dios no existe, no es eso lo que se está diciendo sino otra cosa.

   Cuando hay, hay, cuando no hay, no hay.  Ay, como duele, lo profundo del silencio en los ojos del pequeño que ya ni llora, el desprecio por el mundo de la madre que se enteca  amamantando, pero igual no llega a criar ese cuerpito, menos el suyo,  el amor se mezcla con cada estrategia de supervivencia.

El sexo está en la calle, a la vista lo que se vende y también se regala, instintivo y tierno, desfachatado,  dulce, o salvaje y desconsiderado, la información nunca llego a tiempo, madres y padres que apenas superan los quince años imaginan la forma de seguir, los niños llegan como los días nublados, pocos piensan en que van a comer, hay mujeres que engordan cien kilos sin salir del barrio.

  Cómo conquistadores, los excluidos colonizan las costas de los arroyos, las panzas vacías de las autopistas, los bordes de las vías y terraplenes, los pedazos de tierra yerma  que los concejales corruptos guardaban para sus negociados, las fabricas muertas…como todos podemos perder… un rincón, un colchón, la tierra o el escombro del contrapiso, nunca falta lugar, ni comida para uno más, nunca sobra tampoco, como será… con un poco de espacio se planta un cuadrado al lado, igual pocas veces sobra la privacidad. Así nacen los pasillos que otra vez serán colonizados…

  Se lo saben de memoria, aunque no compartan su opinión, son delincuentes antes de nacer, por la cara, el color, el lugar, la forma de pensar.  Después  del desprecio, de los palazos y las comisarias para pagar cuentas ajenas, algunos se calzan los fierros para equilibrar, para recuperar, hacen escuela donde no hay otra cosa que enseñar.  Algunos mueren sin conocer un lápiz.  Otros sin saber su nombre, demasiados crecen sin padre ni madre. Demasiados se contentan con ver como a sus  niños los hace crecer la calle.

  La noche cae como un telón con su permisividad,  como hormigas salen los inimputables de sus cuevas, el barrio entero es una playa que alisan con su rastrillo.  Los vecinos se vuelven cómplices de su ruina.  El miedo, la indiferencia, la envidia y los prejuicios convierten a los peores en campeones, algunos viven para la  droga

  Nadie espera demasiado, nadie cree mucho, la peor traición es la hecha a uno mismo, viviendo según ideas ajenas, pero igual los que no cumplen terminan girando en un círculo cada vez más chico, aunque a veces se de vuelta la situación, como todo, aunque nadie olvide,  no hay piedad para los  oportunistas.

  No por inocentes dejan de perder, llegar a cero sin lagrimear, seguir adelante.   No vale la pena resolver problemas ajenos, pocos tienen tanta autoridad, ninguno tiene tanta lastima.

Gracias Palestina!

    Gracias Palestina.  Gracias por cargar sobre tus hombros la última batalla por la conciencia humana.   Gracias por tu amor interminable,...