Tetitas…tetitas…
Si hay algo que nos iguala, como raza, más allá de tendencias preferencias y colores, de gustos y disgustos, lugares de nacimiento, sistemas de pensamiento, de interpretación, económicos o políticos, riqueza o pobreza, cultura, etcétera etcétera... es el cuerpo humano. Porque no hay diferencias entre dos cuerpos, no son distintos el cuerpo del torturador y el torturado, el del patrón y el esclavo, el del comediante y su público… Claro, si, concedo: somos hombres y mujeres, puede ser, pero incluso entre esta divisoria de aguas, que marca diferencias básicas, biológicas, que atraviesan todo lo demás, nadie podría decir que no nació desnudo, que a través del útero materno dio su primer llanto tapándose avergonzado sus “partes íntimas” como nos dicen que debemos llamarlas, pues así funciona el adoctrinamiento permanente del sistema en nuestras conciencias: 24 horas al día, con la pluma, la espada y la palabra. Todo a la vez, todo el tiempo. Entonces nos dicen que el c