22 marzo

Insomnio


 


 

Bajo las luces azules del amanecer 

Una noche más de insomnio, y esta vez me canso y salgo a la calle a caminar, o mejor en bicicleta, a comprar una cerveza, a ver si el alcohol hace por mí lo que no logran las canciones de Britney Spears.  Y paso por el quiosco lleno de gente y sigo, total en unas cuadras vuelvo.  

  Como el recuerdo de un vicio olvidado, voy mirando las ventanas, increíblemente regaladas en las plantas altas, pero ya no soy el hombre araña.  Y doy vueltas un par de cuadras más, policías toman mate en la peatonal, en la plaza se ven los pibes de Uruguay, para el lado del hospital no ladran ni los perros, en la costanera las barras fumateando, y solo un idiota probando su súper auto nuevo, a 200 por hora. 

  Las calles del centro solitarias, salvo por los mendigos que se duermen en los rincones y los remiseros que charlan en sus esquinas, y yo que no sirvo para andar de noche voy mirando a  los que toman cerveza tranquilos con mala cara, solo porque no me puedo dormir, la verdad que hasta pienso si no me convendría comprar un televisor.

  Hay un momento en que las distracciones son fatales, y de atrás de un camión estacionado, vuela una sombra que hace blanco en mi cara, sin darme tiempo a pensar que pasa, entre las estrellitas que se despliegan frente a mí por el sillazo y el aterrizaje sobre el asfalto,  suelto la bici para cubrirme la cara de las patadas, por suerte son bastante artesanales, no andan con facas ni nada. 

  Y me manotean la mochila mientras pierdo el aire, es el que queda atrás, los otros dos huyen con mi nave, y como un loco los corro y alcanzo al último, que iba de picnic, y me le tiro encima como venía, cayendo los dos  a la vez, le salto arriba un par de veces y salgo con la mochila que tiro a un costado mientras  sigo corriendo atrás de mi vehículo, los otros  arrancan y apenas agarran velocidad cuando le erran a la esquina y se revientan contra una pared. 

  Luego después de intentar infructuosamente andar la bici como había quedado, salen caminando. Enseguida se escuchan gritos en la otra esquina, ya están armando otro quilombo, y el otro pibe arranca con la mochila que solo tiene un envase de cerveza caminando tranqui como si fuera domingo, como diciendo “uno cada uno no hace mal a ninguno” corro y me le paro enfrente y se la pido de buenas maneras  “dame la mochila la concha de tu madre” pero el nada, no. 

  Y yo dame y el tipo me decía “no entendésss que la necesitoooooooooooo”  y así con ese tono de desesperación que no se podía entender qué tipo de estimulante estaba consumiendo. Y yo parado adelante hasta que dice “toma la mochila de mierdaaaaaaaaaa, putooo, cometelaaa” mientras la tira para arriba, cayendo en la losa de una casa. .

  Y se pone en guardia destartalada y baja, como invitando a cagarlo a sopapos, y por haber tirado la mochila se lo merecía, pero cuando llego a su encuentro me pone tres piñas seguidas y retrocede como el mono gatica, esperando para calzarme otras tres más, mientras yo solo logro conectar una, ya me lo empezaba a tomar enserio, y la adrenalina subía haciendo temblar mis piernas, cuando el boxeador sale  corriendo a los gritos y carcajadas, levantando los brazos como un campeón, y se hunde en la ultima hora de la noche.

  Camino por el murito, y por las rejas me subo al techo, descuelgo la mochila que se había enganchado en los fierros del 10 de una columna y bajo de la misma manera, nunca se me ocurrió tocar el timbre. 

   Y por fin voy al quiosco, a comprar la cerveza, caminando, disfrutando un par de cuadras de paz, el envase increíblemente no se rompió, como si el estado diáfano del lanzador se hubiera transmitido al vidrio, y apenas doblo en la otra cuadra cuando el ruido de un patrullero a toda velocidad me alcanza antes que las luces, y pasa raudamente en mi misma dirección, parece que en la otra cuadra es la reunión, hay una camioneta y dos patrulleros más.

  Entre seis milicos tienen rodeados a los tres pibes que están tirados en el suelo de panza con los brazos al frente, un milico con las esposas en la mano masca chicle mientras pisa a uno de los pibes en la espalda cuando intenta levantar la cabeza para hablar, al pasar alcanzo a escuchar a una vieja en camisón que decía  

_“…Yo cuando escucho gritos ya sé que andan drogados, pero cuando les vi la cara llame a la policía, y ahí mire lo que hicieron (señalando una camioneta con la ventanilla rota) lo que pasa es que en ese quiosco venden cerveza toda la noche…”

  El milico tomaba nota y la miraba con esa cara de “Pero por suerte estamos nosotros Sra.” (así, abreviado, pude notar que el milico pensaba abreviado y con muchos puntos y rayas.-.-.-.-.-.-.-)

  Y usted que hacia despierta doña, pienso mientras me alejo.  El quiosquero curiosea sobre el incidente, pero sin interés, como si fuera algo rutinario, y por fin compro la bebida, aunque ya estoy tan cansado que no se si la voy a tomar, por suerte estoy a solo cuatro cuadras de casa. 

  Dejo la cerveza en la heladera, y me tiro vestido un rato, a descansar, hasta que un pensamiento residual me despierta violentamente con la absoluta certeza de que había dejado la bicicleta afuera.

  Salgo corriendo y ahí estaba, sola y rota pero como dormida, nadie se la había llevado, y la entro bajo techo,  bajo llave  Ahora sí, hasta mañana.

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