24 marzo

No se puede con tanta arena


 

 

  Se sabe: máquina que para se oxida lentamente.  La herramienta que no se usa pierde el filo… 

  Y eso es lo que temen los organizadores de la guerra permanente, al perder la extensión de sus interminables -aunque bastante estáticos- frentes en Libia y Afganistán, el liderazgo y la iniciativa en Irak y en Siria y decididamente la dirección y el rumbo en Yemen, en Ucrania.  

  A pesar de los miles de millones invertidos en técnica militar, entrenamiento, tecnología, logística y pertrechos, no se ha podido forjar un solo ejercito de locos fanáticos que respalde las decisiones del centro mundial por un par de meses más, después de recibir el primer cargamento de armas: rápidamente se diluyen en ambiciosos y pequeños reinados, intensos remolinos de descontrol y sangre, de dinero sucio y muerte.

  Entonces los engranajes de la máquina de fabricar guerra se llenan de arena, y los ambiciosos generales ven evaporarse las comisiones de la industria armamentística, porque no se puede legitimar y reeditar completa y permanentemente a tales ¿Ideologías? extremas y sanguinarias en un mundo que se actualiza instante por instante, y donde cada falsa noticia tiene su contraparte y cada verdad también. 

  Tras el enorme costo financiero que supone dejar toneladas de equipos hundiéndose en el desierto, tras el inesperado costo político que implico el hecho de empezar a combatir, o más bien casi siempre bombardear sus propias “tropas” que cada día se hace más difícil hacer pasar por “rebeldes” antes que por “terroristas”, en los escritorios de roble y en las grandes mesas ovaladas de los cuarteles generales se hizo inevitable pensar en una nueva guerra.

  Un objetivo de primer nivel seria distraer la atención y evitar que siga poniéndose en evidencia la estrategia de balcanización y destrucción de infraestructuras del territorio y las rutas petroleras y gasíferas no hegemonizado por los Estados Unidos, y en mucha menor medida por otros países de la OTAN, entonces, ahí, ya tenemos los primeros roces… 

Otro de los objetivos a priori, seria terminar de colocar los excedentes de material bélico congelados actualmente en los almacenes y redactar nuevos pedidos de aviones, submarinos y barcos, para poder poner las fábricas y astilleros nuevamente en marcha y aportar a la reactivación económica… ¡En los Estados Unidos! Y ahí nuevamente se estrella el concepto de mundo y potencia unipolar contra el presupuesto y las necesidades de la desgastada y famélica Europa.

  Más allá de eso, puesto que guerras de segunda mano y conflictos seudoregionales a manos de ejércitos privados no llevaron más que al desastre económico, financiero y político, la idea motriz de estos nuevos escenarios es la confrontación directa, o por lo menos, su simulacro total en las fronteras y bases que rodean a la codiciada Rusia, al inquieto Medio Oriente, a la impredecible China y su ahijada Corea.  

  Claro que esto significa en última instancia, llevar la guerra directa o sus consecuencias de nuevo a Europa (con presupuesto europeo en su mayor parte), que solo fue liberada de las garras del nazismo para terminar atada al pico insaciable y voraz del águila yanqui.  

  En esta actualidad reeditada, cada tanque o topadora que se sube a un vagón y después a un barco para atravesar el océano, cada vehículo blindado que pasa por las autopistas de una comunidad que llego a acostumbrarse a la paz, deja un inmediato resquemor y un temeroso recuerdo olvidado, que los jóvenes oyeron contar a las generaciones anteriores sobre el desastre de la guerra… 

  Esto está convirtiendo a esos magníficos planes en el peor escenario posible, ya que las poblaciones se sienten atadas a un conflicto ajeno, usadas en una confrontación de imperialismos que tendrá como consecuencia inmediata la destrucción de su territorio… 

  Ni siquiera la saga de sangre inútil de los atentados y el terror prosperó mucho, y sus malogradas campañas arrasaron con la credibilidad de las sectas que gobernaban Inglaterra, Alemania, Francia y España, dejando de vuelto un alud de refugiados incomodos, mediatizados, que se meten por las fisuras de un continente que se resquebraja aceleradamente.  

  En medio de eso, no se puede siquiera achacar a hambrientos refugiados la pérdida del trabajo, antes que a sanciones pro estadounidense más que anti rusas, que vuelven más vulnerable a la Europa unificada, dejándola con un aparato productivo estancado en el deterioro mientras sus amados presidentes tiran por turnos, piedritas y avioncitos de papel a los dormidos lobos del Este…

  El resultado evidente es que más allá de la oposición que está empezando a despertar y por ende trasladándose en forma de queja a los cuadros dirigenciales y gubernamentales, la sola perspectiva del desastre está cambiando la forma de ver el conflicto actualmente desarrollado en países lejanos o secundarios y amenazando con destruir la legitimidad de la guerra preventiva, de la fiesta de los misiles, de la escalada armamentística y defensiva en sus propias fronteras…   

  Y como no pasó nunca casi, en más de cincuenta años, se empiezan a escuchar voces cuestionando la necesidad de las bases y el personal norteamericano, de la visión transoceánica sobre la realidad europea, donde el ciudadano común ve mucho más factible y productiva una paz posible que una guerra imposible de ganar para todos: ya nadie quiere morir por un diseño geopolítico ajeno que no lo contempla como persona, que no lo respeta como parte del espacio común, que no le da opciones al futuro más que inmolarse en el caldero de la desolación…

  En una Europa envejecida que apuesta al decrecimiento y la restauración ambiental antes que al hiperconsumo, que aspira hoy a concentrarse sobre sí misma, la perspectiva de conquista y el despojo ya no alcanza para atraerla completamente, máxime cuando le son ofrecidos cotidianamente oportunidades de negocios y posibilidades de acción y desarrollo competitivo a través de mecanismos de negociación, diplomacia y paz… hoy en día, la guerra es el peor de los negocios posibles.  

  Claro que las decisiones en una asociación como la OTAN se toman desde una sola cabeza, y esta responde al mando unificado que descansa en los pilares de la Nueva York y Washington ¡Y no necesariamente en la Casa Blanca! Pareciera que hoy las únicas perspectivas son de un juego dividido entre tableros asiáticos y europeos y jugadores externos, donde los ganadores no serán reconocidos en sus sacrificios, donde los perdedores no habrán de ser tratados más que como esclavos.

  Queda en última instancia, en las manos de la población, la última gran batalla que está empezando a desarrollarse, la de la paz y el antimilitarismo contra las agencias y medios hegemónicos fabricantes de falsa información y descaradas mentiras… 

  La batalla silenciosa de las comunidades contra el consenso de guerra, la batalla del bienestar perdido contra el presupuesto en aviones y buques e infraestructuras militares.  Hoy la única verdad evidente es que a través de las guerras que mantienen en pie a los imperios en retroceso, se da la guerra de desgaste contra el ser humano, contra la libertad en su sentido más amplio y real, contra el futuro que necesita claridad y paz para ajustar el rumbo…

  Hoy se necesitan semillas libres antes que balas, comida y árboles antes que cheques y deuda, tierra antes que plástico, palas antes que fusiles, y volver a un modo de vida sustentable antes que trincheras y tanques.  

  Cada persona en el planeta aporta a esta decisión, cada ciudadano en todos los países del mundo es parte posible de una nueva nación planetaria que no descansa en la tiranía de los imperios financieros, pero… 

  ¿Podrá llegarse a dar esta batalla por la paz, a tiempo? 

  ¿Podrá evitarse la confrontación total?

 

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