Pegados
al televisor sin dejar de comer. En la radio, volviendo del supermercado, a
través de los diarios que pueblan las avenidas en la madrugada, o inmersos en
internet en su lugar de trabajo, 400 millones de yanquis viven mirando para
afuera, sin darse cuenta que el verdadero botín de este siglo es la mal llamada
Confederación de Estados Unidos de América.
Pero no importa, ese es el objetivo y está bien que siga oculto, en realidad, a casi nadie le importa… Como una araña que extendió demasiado sus patas a través del planeta, ahora no puede volver a su nido, y donde se apoya hoy es barro fresco, cuando se había acostumbrado a pisar en firme: es cada vez más frecuente que quede con las garras en el aire sin animarse a profanar un territorio cualquiera que antes hubiera simplemente aplastado.
Décadas de entrometerse en el mundo a través de sobornos,
asesinatos selectivos, intervenciones y guerras fratricidas han generado un
monstruo que ya no conoce ni tolera el descanso, que ha terminado por
independizarse de la nación pero no de su permanente necesidad de
financiamiento.
En esta permanente escalada de la conflictividad mundial, exclusivamente fuera de sus fronteras, el pueblo de los Estados Unidos se ha ido acostumbrando a confiar en el estatus quo que garantizan sus ejércitos, en el bienestar suicida e inútil que va transformando esa nación en el basural más grande del planeta, en los medios de comunicación que le resumen el panorama… Si a eso le sumamos la clase dirigente más corrupta de la historia humana...
¡Y eso es todo un récord!
Estamos situándonos en la
práctica, frente a un palco donde los encargados de dar vuelta la página,
siguen regateando ofertas antes de bajar el martillo y rematar completamente la
nación más orgullosa y cínica de la tierra, al punto de declarar su eterna
guerra de conquista como un “destino manifiesto”.
Hoy en día, la guerra viene siendo muy cara, dado el esquema de absorción de presupuestos por parte del pentágono y sus halcones, donde una bala termina costando lo mismo que un yate, y un soldado lo mismo que un tanque, aunque la debilidad estructural y jerárquica de sus fuerzas que deriva del tipo de guerra adaptable a esos objetivos no era un fin perseguido "a priori".
Entonces, finalmente el destino ha llegado a su
destino, y la desintegración nacional en todos los aspectos se desarrolla a
través de la apática indiferencia o la frágil resistencia ideológica que puede
ofrecer el estómago de un tiburón a su propia boca, repleta de innumerables dientes.
Claro que estas contradicciones no dejan de ser aprovechadas por una interminable lista de humillados y pospuestos, ex aliados y enemigos internos, que ven en cada duda una nueva oportunidad de desobedecer, en cada error estratégico un nuevo bocado a disputarle de sus propias fauces.
Por supuesto, no es una guerra declarada ni
con reglas claras, pero cada pequeño repliegue es aprovechado, y su ejemplo
multiplicado, haciendo perder en las poblaciones el miedo a la
autodeterminación, sea lo que sea que signifique en pleno 2015 esta maravillosa
palabra.
Víctimas de un efecto dominó dramático y atemorizante, lejos de propiciar la unión entre los diferentes detentadores del poder, la nueva dialéctica de las relaciones internacionales ha terminado por poner a todos en contra de todos sin atinar a saltar de la nave que se hunde.
Y eso no es por patriotismo sino por la vieja ambición. Es la
esperanza de que alguien tape los agujeros mientras siguen saqueando las viejas
cuevas donde se amontonaban las seguras bases del antiguo dominio colonial del
mundo…
No importa entender ni saber, ya que todo está pasando a la vista de todos, sino preparar los tenedores para picotear las sobras, y eso es lo que están haciendo la mitad de los gobiernos del mundo.
Del otro borde del plato, lo importante es ocultar, negar y
tergiversar, engañar y manipular, o sea lo mismo de siempre pero esta vez para
salvar la ropa, antes de que el engranaje de las bombas de achique deje de
hacer ruido para empezar a trabarse definitivamente en un barco que sigue
navegando con el fondo podrido…
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