Descaracterización automática
Abrimos los ojos alterados o felices, ateridos o rechonchos, estresados o abúlicos, acalambrados y ansiosos, da igual: no demoraremos en acoplarnos al estado de ánimo estipulado para nuestra categoría en este horario y época precisa. Ni siquiera somos ya dueños de nuestro pensamiento, un lastimero jirón de irrealidad en un entramado de operaciones comerciales, ideológicas, matemáticas, y geopolíticas mucho más amplias que nuestra indiferente y aletargada capacidad de comprensión. Nos gusta creer en soluciones mágicas, en milagros ocultos y recetas recién descubiertas, porque eso nos libra del esfuerzo mínimo de pensar que algo de lo que nos “molesta” ¿molesta?... porque eso nos libra del esfuerzo mínimo de pensar que para resolver algo vamos a tener que poner en marcha, de nuestra parte, un mínimo trabajo, estrategia, logística, tenacidad y/o coherencia, no. Eso está, afortunadamente, fuera de discusión, no hay porque comprobar una realidad que mañana será reformula