Como siempre
Matías miraba hacia la nada, sin dejar de rebotar rítmicamente sobre sus piernas completamente flexionadas: _Estoy tan drogado que no sé si soy yo o soy una vaca meando en un tarro… El Titi venia capeando bien la noche hasta que escucho eso, y viendo a su amigo en esa incómoda posición, producto de lo absorbente de la duda, se sumo a meditar sobre el asunto, sin éxito alguno, por cierto. Meses o años después seguía buceando obnubilado en su infinita conciencia tratando de sumar elementos de prueba a favor o en contra de cualquiera de las dos afirmaciones pero nada podía ser catalogado en esta avalancha, esta anarquía perceptual donde olía colores, tocaba pensamientos, podía detener el tiempo y tenia diálogos con rocas y arboles… Aunque, solo en sus ojos, se adivinaba la terrible fuerza centrifuga que nacía desde su conciencia, silenciosamente, inmóvil, acuclillado sobre la mesa intentando no causar ninguna avalancha de ceniceros, para no hacer algún ruido que pudiera atr