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Mostrando entradas de junio, 2017

Indiscutiblemente

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      Cuando toleramos el cinismo destructivo y la incoherencia total, cuando mentimos y   nos dejamos mentir, aunque sólo sea escondiendo la verdad, evitando oírla, o decirla, cuando relativizamos la traición total y absoluta como un rutinario costo que pagamos porque mañana volveremos a apostar… Cuando aceptamos la corrupción descarada, cuando obviamos, eludimos, soslayamos condenar un acto de corrupción demoledor, aborrecible y conocido, por el simple hecho de que el corrupto, corruptor -porque, claro, siempre es una línea, una cadena(de desmontaje social)que avanza captando al próximo eslabón-   pertenece a nuestra ideología, a nuestro sector, o a nuestro partido, estamos permitiendo un atentado total a la democracia, y somos nosotros los responsables, no los fascistas, no los asesinos, no los impunes, inimputables, no los perversos y sádicos, cínicos, crueles…   Somos nosotros mismos quienes destruimos la democracia en nombre del poder.   Cuando cada palabra y cada intención g

Policías y maestras

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      Maestros y maestras… que lejos quedan los tiempos, si es que alguna vez existieron (o será que el pasado siempre es perfecto) en que se abrazaba la docencia por vocación.  Contradictorios tiempos en que se amaba a los niños antes que a todo (con castigos corporales incluidos en el combo) en que se pretendía fundar una nación a través de la construcción de sus ciudadanos, de la formación cívica que direccionara una comunidad organizada.    De esta manera, la nación no podría apuntar más que hacia la evolución y el bienestar, el progreso y la conquista de nuevos horizontes sociales, tanto individual como colectivamente.   Claro que estos viejos tiempos no pasaron para todos, seguramente, aunque la vocación no garantiza nada, y una persona adulta frente a un grupo de niños es una expresión de poder en si misma.   Como tal, como toda expresión del ejercicio del poder, fácilmente recae en el despotismo y la crueldad, porque hay que manipular a esos niños, y evitar el estrés, y com

Rehén

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      El Titi caminaba de la mano tibia del Jari, a simple vista parecía que llevaba al pequeño de la mano, pero en realidad fluía siguiendo la pequeña presión de los dedos de su hijo, dejándose llevar por la alegría, la curiosidad y el entusiasmo recorredor del niño…    Hace casi ocho meses que estaba “afuera” y se había dedicado a hacer buena letra: nada de robos, nada de drogas (bueno, un poco de vez en cuando, pero solo), nada de alcohol por supuesto, que como su peor enemigo, lo había empujado al precipicio del penal donde había estado prácticamente dos años.     Ahora que había salido por buena conducta y en plena condicional, estaba completamente decidido, a pesar del desprecio de algunos de sus viejos compañeros, que lo miraban como a un perro sarnoso, como si les fuera a contagiar algo.    Lo bueno era que no había necesitado dejar de juntarse con nadie -al dejar los vicios de lado había quedado de lado el también, ya nadie siquiera lo nombraba sino como un caso raro-…