Escuchaba
atentamente el ruido de la pava, el vapor empezando a acelerarse, liberando la
presión…pienso: así empezó todo, la máquina de vapor, y luego todo lo demás. Es
increíble el camino que hemos recorrido como seres humanos.
En un par de
generaciones hemos dominado la naturaleza, las reglas del mundo, y luego como
si no supiéramos que hacer con tantos instrumentos, empezamos a destruirnos y
dominarnos entre nosotros, cada vez más descaradamente.
En la
televisión hablan de una planta…hace días, está en todos los canales. Ahora
esta chica del grupo “Conciencia Vegetal” con su campera de cuero de colores,
que habla desesperada y explica y dice y acusa…llora. Me da risa, la
verdad, no se a que apunta.
Pareciera que hay un yuyo a punto de
extinguirse, y por ese solo merito se volvió muy importante, me gustaría
saber que hizo de su vida todos estos años anteriores esta muchacha… pero no
vale la pena, para que bucear en las causas de la hipocresía ajena, si no
podemos encarar la propia: cambio de canal. Es increíble, están en
todos lados, juntando firmas en la plaza, haciendo marchas
¿Qué
paso, el mundo se volvió loco? A ver… ah parece que encontraron un espécimen y
acampan alrededor para cuidarlo, que tiernos, no creo que alguno de estos
realmente tenga que ganarse la vida, o se hubieran puesto más serios.
Lo más
gracioso es que no muestran la planta, como será, espero que tenga una flor
aunque sea jajá.
Que rápido que va esto, en la
plaza donde encontraron la plantita, que por cierto, nadie puede ver ni sabe
cómo es, salvo ellos, la carpa de protección fue reemplazada por un edificio de
madera y vidrios, mientras un equipo de herreros trabaja noche y día para
enrejarla en su totalidad, no puedo creerlo, es un chiste o están poniendo una
garita de vigilancia… voy para allá.
Bueno, es indignante, estaban
todos estos mamarrachos con sus remeras nuevas dando vueltas como hormiguitas
por todo el parque, fierros y materiales maquinas rompiendo todo, arboles
desgajados para hacer lugar al refugio, que (¿existirá la plantita?) Ahora
ostenta un colorido cartel que dice, por supuesto “Conciencia Vegetal”.
No me dejaron entrar, por supuesto. No esperaba tanto pero
no deja de ser parte de la lógica... Pero no al edificio, no me dejaron entrar al
parque, seis manzanas arruinadas por las ruedas de las topadoras, robadas al
esparcimiento público en una desaforada carrera hacia la salvación de una
planta desconocida.
Hace años que no me humillaban tanto, en
la puerta, angosta por cierto, para ser un parque tan grande, me pidieron los
documentos para anotar la visita, según dijeron, pero ahí nomás el poli salió
con mi documento para adentro, y yo que le grito:
¡Ey!
Y el otro milico de la
puerta me mira y poniendo la mano tranquilizadoramente en el garrote, me dice,
“ya viene” y ahí me tuvieron media hora para decirme que no estaba
autorizado. ¡Autorizado! ¡Para acceder a un espacio público! Ah bueno, y
adentro, esta gente con sus remeras de colores…
¿Es verdad? ¿Están tomando mate
con el intendente y los concejales, y un par de milicos sonrientes? Mientras
trastabillo empujado por el camarógrafo del equipo de noticias del canal
oficial, creo ver que el milico que se había llevado mis documentos
me sonríe, como ellos sonríen… no sé porque me da un escalofrió.
Ahora desayuno en silencio, no
quiero ni prender la televisión, paso por el parque caminando hacia mi trabajo: siempre las camionetas de la tv, los camiones de bomberos y policías, las rejas
cada vez más altas. Hoy habría como cien personas, la mayoría de traje, y las
remeras de colores como abejas revoloteando entre flores negras.
Los
aplausos se repetían cada minuto, mientras pasaba lentamente por la vereda,
ahora angostada por las rejas.
Hace cuanto empezó esto ¿Un par de
meses? Como un golpe en el estómago, recibo la impresión de ver la cámara de
seguridad en la esquina del parque, filmando la
vereda. Descompuesto, me voy a trabajar…
¿Sonó el despertador? No lo sé,
tal vez lo apague en sueños, tal vez no lo escuche, pero esta claridad me suena
a diez de la mañana, no pude dormir en toda la noche, pesadilla tras pesadilla
me hicieron traspirar y enfermar hasta que en algún momento debo haber tomado
la decisión de faltar, ahora dormí un par de horas, voy a llamar al laburo…
No,
como siempre que uno necesita la tecnología, no funciona, tendré que ir a
llamar a una cabina, pongo el agua para un café, y espero con la mente en
blanco, mi cabeza fluctúa entre el vacío total y las imágenes de la pesadilla
que vuelven como una bandada de golondrinas.
Basta de televisión ¿Cuándo la
prendí? La verdad que no lo recuerdo, esto ya me está asustando ¿Estaré
volviéndome loco?
Termino el café escuchando la misma letanía y el murmullo de
las voces conocidas que saturan los medios… tengo la panza dura, no tendría que
haber tomado café, pienso, pero ya es tarde… apreto el botón y la televisión se
enciende ¿¿¿¿¿?????
La apago, el murmullo continúa, la enciendo, la apago,
siento un cosquilleo en las orejas, y la realidad me golpea como una ola.
Lentamente, horrorizado, corro la cortina…
Están ahí afuera, están acá, en mi
casa, en el jardín de adelante, me visto y salgo apresurado, sin atarme los
cordones, olvidándome completamente del trabajo… me derrota ver los canteros de
flores aplastados, los pies yendo y viniendo, las camionetas
descargando materiales.
“¡Ey que pasa! Que están haciendo!” “Quien es usted” El
dueño de casa, por supuesto! Que hacen en mi jardín?? No ven que están rompiendo
todo… !!
Movimientos rápidos me rodean, todo pareciera estar sincronizado, sin
saber cómo, una cámara me está filmando, al lado mío habla esta chica, habla y
habla, de la colaboración ciudadana, de que se yo, Cuándo quiero decir algo la
apagan y se van al camión, seguramente para sacarlo al aire.
Me siento
aplastado, avasallado, acorralado, en el medio del jardín un cerquito… no… no…
Me acerco a ver pero me sacan de un
brazo, me suelto ¡En mi propia casa!
Dos payasos me sujetan, no quiero pelear
pero esto es demasiado, mientras, tapan el mini cerco con una cubierta de
nailon, otros toman medidas, y prolijamente, todos y cada uno, pisotean el
resto del jardín, cada planta, cada flor, hasta volverlas una masa de barro
espesa.
Uno mea contra la pared mientras charla con otro, que se ríe y levanta
un inmenso martillo, comenzando a pegarle al Angulo de la pared, demoliendo…
Salto pisando a uno de los gorilas que me sostienen y me escapo, no quiero
verlos más, le saco el martillo y lo arrojo lejos, empiezo a arrojarlos para
afuera, gente, herramientas, metros y reglas, cuerdas y planchuelas, grito,
rompo, y me desconozco hasta que el estampido inconfundible de un disparo me
corta en seco.
Miro mi cuerpo, buscando sangre, se me aflojan las
piernas, al frente un milico me apunta directamente con su pistola, aunque debe
haber disparado al aire. Las coloridas remeras entran cuidadosamente
atrás del uniformado mientras otros dos me esposan y me aplastan contra la
tierra.
Con la cabeza contra el suelo, alcanzo a ver un tallito
verde en un resquicio del nailon, pero también, entre los gruesos dedos del
policía que aplasta mi cara, a la chica de la tele que entra a mi casa con un
termo, riendo sin dejar de hablar, tal vez a calentar agua…a mi
casa.
Mientras me arrastran, solo atino a pensar que todo es un mal
sueño, una pesadilla, claro, todavía no me desperté, dejo de buscar un sentido,
hasta sonrío a las cámaras que me filman, mientras los periodistas al lado
hablan sin parar…
Estoy incomunicado, aislado, no se
desde cuándo, no sé dónde estoy, creo que hasta hace no mucho tiempo recordaba
mi nombre.
¿Esto es una institución psiquiátrica? ¿Estoy loco?
Me pregunto cómo
comenzó? Hago un esfuerzo por recordar, tan intenso que todo mi cuerpo se tensa
bajo el esfuerzo. Intento una palabra y solo me sale un gruñido, me arrastro en
el suelo sin poder sacarme de encima esta opresión de adentro, esta cárcel de
no saber quién soy
Y lloro, solo puedo llorar, termino llorando como todos los
días hasta que viene la enfermera y me da la pastilla azul, la pastillita
rosada y el vaso de jugo.
Y sin saber por qué, me tranquilizo,
sin poder manejar mi mente en blanco, busco un banco y me
siento.
La música me tranquiliza, esas guitarras y esas voces
cristalinas, me arrimo a la reja, con miedo, espero que no me tiren una piedra,
como esos niños de guardapolvos blancos.
Pero no, estos tienen ropa
de colores y cantan en ronda, me saludan y les respondo, levantando
la mano, hace tanto que alguien no me trata como un ser humano que
me sorprende y hasta me asusta un poco, mi corazón palpita acelerado y me pego
a la reja, siento la baba gotear sobre mis puños, enroscados contra el fierro.
Uno se acerca, por lo que me alejo
inmediatamente, los otros lo miran, trae algo en sus manos, una
maceta. Una pequeña planta, con solo cuatro o cinco hojas, me la
ofrece, lo miro, espera, con los brazos extendidos.
Finalmente la
deja en el borde de cemento y se retira volviendo a la ronda, donde cantan y
ríen, y me acerco, lentamente, tomando la planta en mi poder. Jamás
había visto algo así, una planta más bien extraña, pero su tallo me recuerda
algo…
Vuelvo a mi lugar y me siento, con la planta
en mi regazo, la baba gotea sobre sus hojas, pero en mi mente, un pequeñísimo
motor se puso en marcha, ese tallo estaba tras los dedos de un policía que
sujetaba mi cabeza….
Empiezo a recordar, la realidad me duele como una
puñalada, comienzo a tomar conciencia, ellos me miran y ríen, los saludo, ahora
entiendo quiénes son, voy reconociendo sus caras, voy reconociendo sus caras
destrozando mi casa, soy tan consciente de mi situación que sigo babeando, más
que antes, no quiero despertar sospechas, miro a los zombis que me rodean y
pienso…
Así me veo, como ellos ¿Dónde estoy? Cuando otro zombi trata de sacarme
la planta forcejeamos y la enfermera viene corriendo, me saca la planta, veo la
lapicera en su bolsillo y forcejeo, sin soltar la planta, me hamaco hasta poner
la punta de la lapicera entre mis dedos anular y pequeño, y la extraigo tocando
apenas sus tetas…
Suelto la maceta llorando y me prendo a la reja, balbuceo y
gruño, tentado a emitir palabras, palabras, palabras, mis pensamientos formulan
palabras, y tiemblo de miedo a delatarme, la enfermera, y dos enfermeros más,
hablan con los jóvenes de remeras de colores, uno me devuelve la maceta y me
tranquilizo, pero ya no puedo parar de llorar, mi vida anterior pasa por mi
memoria como una película que no pude terminar de ver.
Me dan una pastillita
rosada, y un vaso de jugo, me tomo el jugo mientras con la lengua empujo la
pastilla hacia mis dedos, retengo la pastilla y me siento a babear en el banco
de nuevo, con la planta, la birome apretada en el elástico del pantalón sin
bolsillos.
La maceta es un tesoro, envuelta
en blanco papel de embalar, no quiero perder más tiempo, lo
desarrugo, aliso, doblo y guardo junto con la lapicera ¿Cómo podría mandar un
mensaje en este aislamiento? Y en ese momento miro los departamentos de
enfrente...
¿Al oeste? A solo veinte metros de la reja, creo que la mejor
posibilidad es esa ventana que se abre solo a veces, dejando ver una pareja, de
apariencia normal, que, abrazados, nos observan por un rato y vuelven a
entrar.
Me llevo una semana escribir el papel de los dos
lados, y conseguir un pedazo de piola para atar el papel a la piedra que hoy
vino a mí, tropezando contra mis pies sucios, redonda y perfecta (luego
envuelta en una bolsa por las dudas que vaya a caer en un balde o algo
así).
Disculpame por romper tu vidrio, fue necesario. He perdido
mucho más que eso pero te lo compensare, si llegás a leer este mensaje desesperado,
por favor, ver a verme a la institución psiquiátrica, soy el que tiene la
maceta, siempre en mi regazo como si fuera un bebe… me reconocerás por la
planta, la misma que está en todos los canales de televisión.
Tomo carrera, debí alejarme un poco para tirar
por arriba de las rejas, pero me tengo fe, hace días que practico, cuando nadie
me ve.
Lanzo, vuela… como un pájaro llegando al nido, atraviesa el
vidrio -exactamente por el centro- que estalla, y respiro de nuevo, mirando
rápidamente a mí alrededor.
Impensadamente sale el
muchacho al balcón, en cueros, mira. Yo miro de reojo mientras acaricio mi
planta.
¿Y si sale mal? Antes de que venga alguien escondo la lapicera en una
rajadura de la pared y la tapo con barro, traspirando frio, alcanzo a teñir el
barro con un poco de cal en polvo que consigo moliendo unas escamas de pintura
descascarada…no puedo perderla….
Ahora vuelve a salir, el tipo
joven del balcón, ya somos más en el patio, pero me mira, siento que me mira,
me miran, ahora la chica abrazada a él, con una camisa larga, mirando,
intentando leer en la hoja arrugada, sé que hoy no podré dormir, de la
ansiedad, le gruño a la enfermera mientras suavemente me empuja hacia el
pabellón. Protejo mi planta como si fuera lo único que me importara en el mundo.
Camino entre los demás, como si nada hubiera pasado.