Día de calor en la villa
Como siempre subí al colectivo y sentí la bronca de un par de miradas, discriminatorias, así que los identifique de reojo, por las dudas me los cruce en la calle estar atento y me quede adelante, agarrado del pasamanos, sacándole charla al chofer, mirando los pozos interminables, la gente que caminaba a los saltos. Es un mundo de colores, lamentablemente pienso yo, y nadie tiene derecho a cuestionarme los míos, pero lo hacen permanentemente, y siento que el mundo está equivocado y que nada valgo yo ni mi trabajo para ellos. Por eso lo hago lo mejor que puedo, aunque igualmente a veces me salga del marco, aunque tenga que desobedecer al jefe, para no volver sin ganar algo, para no dejar de avanzar… y tanteo el DVD en la mochila, que siempre llevo al revés para evitar los robos, si me llego a dormir. Llego a mi destino, me bajo, y respiro hondo para encarar el trayecto de todos los días, un par de niños me miran asombrados desde la luneta del colectivo mientras arranca y se