La era de la felicidad
Crecimos soñando con argumentos de películas, mientras nos acostumbrábamos a esperar, a tolerar todo, a durar hasta que las cosas cambien, y claro, no llegamos al final feliz ni el hada madrina universal toco con su vara la realidad que despreciamos. Vivimos en la era de la infelicidad, y en base a eso fundamos nuestras relaciones: la queja como un ruido constante que envuelve la comunicación, la seudoindignacion que nos protege de la responsabilidad, de la acción, del pensamiento constructivo, la ambición que siempre corre diez pasos adelante, fogoneada, acicateada para tenernos atrás de un sueño estéril y destructivo. Mientras tanto, nos hallamos sometidos al poder demoledor de la burocracia, intentando sacar la cabeza a flote en el turbio mar de la legalidad, rehenes de facciones y sectas políticas, de empresas que deciden día a día desangrarnos, comerciantes que se adueñaron del aparato productivo, multinacionales que abusan a su gusto y conveniencia de los recurs