Semillas vacías, la herencia de la indiferencia
Hace 15 mil años, en la oscuridad, en el calor fresco de una cueva, alguien guardo un puñado de semillas, de pura casualidad o más bien, en una jugada maestra, aun instintiva, el tiempo suficiente para que las lunas corran sobre el cielo trayendo la nueva temporada, justo a tiempo para experimentar una de los más grandes descubrimientos de la humanidad, cuando no hacían falta ruedas, cuando el fuego era aún un dios tan terrible como esquivo… La primavera favorable, una lluvia providencial, harían germinar algunos de esos granos, toscamente enterrados al azar de la improvisación: acababa de nacer la agricultura… Después hubo quince mil campañas, hambrunas y fracasos, pestes, guerras y saqueos, esperanzas y secretos celosamente guardados, aprendizajes y conocimientos cuidadosamente transmitidos, pueblos enteros huyendo sin más que sus semillas a través del campo abierto, migraciones, masacres, abundancia y escases, nuevos retos. En medio de todo, siempre la esperanza,