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Mostrando entradas de junio, 2015

Semillas vacías, la herencia de la indiferencia

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     Hace 15 mil años, en la oscuridad, en el calor fresco de una cueva, alguien guardo un puñado de semillas, de pura casualidad o más bien, en una jugada maestra, aun instintiva, el tiempo suficiente para que las lunas corran sobre el cielo trayendo la nueva temporada, justo a tiempo para experimentar una de los más grandes descubrimientos de la humanidad, cuando no hacían  falta ruedas, cuando el fuego era aún un dios tan terrible como esquivo…     La primavera favorable, una lluvia providencial, harían germinar algunos de esos granos, toscamente enterrados al azar de la improvisación: acababa de nacer la agricultura…   Después hubo quince mil campañas, hambrunas y fracasos, pestes, guerras y saqueos, esperanzas y secretos celosamente guardados, aprendizajes y conocimientos cuidadosamente transmitidos, pueblos enteros huyendo sin más que sus semillas a través del campo abierto, migraciones, masacres, abundancia y escases, nuevos retos.     En medio de todo, siempre la esperanza,

Sin piedad (poesías)

    ¡Pajaritos! …dejalos volar                                 Dijo el tumbero, ofreciendo su vaso Lleno de viejos miedos conjurados por el viento Curados por el humo y el implacable tiempo Mientras sus recuerdos se reían de todo. Y yo no entiendo cómo pueden pensar, en su ramita Y asumir que el costo de su vida sean los demás Para cantarle a sus alas frágiles que no aprenden a volar Saludando eternamente al sol sin dejar su sombra En ningún lugar, sin marcar sus livianas huellas al caminar. No puedo pensar la vida sin la muerte, el dolor sin sonrisas No puedo separar el amor, de matar, ni de la lucha, la felicidad Ni salvar a los que se tiran del puente de la vida, porque… No aprendieron a volar.  Es el destino justo, inexorable, total (Que hermosas son las flores del campo que deberé arrasar) No será mi vida el costo de tu pasmada amorosidad universal No tendrás mi  tiempo para delegar, ni mi sangre envasarán Hasta el último día, si queda algo, c

Somos...lo que comemos

   Vivimos en un mundo artificial, estandarizado, diagramado mayoritariamente en flujos fijos de bienes y servicios, al servicio –justamente- del inmenso poder desmotivador y absorbente de las elites y sus cancerberos, sentados cómodamente a las puertas de un paraíso virtual que refleja solo lo que tiene precio.   Y estas razones incorporadas, esta automatización que atraviesa nuestra vida, nacen de un nuevo concepto de ser humano, un concepto tan simple como engañoso, que pregona la felicidad como una construcción material, como un relato que debemos contar a los demás a través de nuestra imagen, de nuestra ostentación de superficialidad.     Entonces vale la sonrisa, en una foto, lo que antes valía una caricia, y vale el paquete, la etiqueta de la tienda del regalo, lo que hubiera tenido un valor de búsqueda amor y comunión, y hoy significa un reclamo sordo del inexorable peso de las cuotas que deberemos pagar   …El sistema define hoy hasta el formato y la característica de nue

...Trueque de manos vacías

      En un mundo artificial, donde cada día nos deshumanizamos, donde canjeamos libertad por propaganda, y el amor viene envasado, no encontraremos salidas siguiendo por los viejos caminos…   Aun cuando nuestra cobardía nos lleve a aceptar lo dado, a no arriesgar un cambio, como eternos pichones felices, aun cuando nuestra ambición se traduzca en brillantes, hermosas cadenas de oro, no es lustrándolas que nos darán una sonrisa, en un mundo que perdió la capacidad de intercambio, donde la ambición propia y ajena nos termina encerrando con llave, donde el confort pierde sentido apenas traspasamos la puerta.   Como aves, migramos de una idea a otra, buscando permanecer, soñando con acaparar ventajas que no serán comprobadas, pero el ovillo de nuestro pensamiento actual solo es una gran nube de humo, que se consume sin sentido en aras de justificarse a sí mismo, sin lograrlo claro…     Mientras nuevos filósofos rentados sueñan libro tras libro, sin poder escribirlos a tiempo, mientr

Decadente mundo a multiplicar...

     En este mundo moderno, las únicas consignas validas deberían ser: resistir, fortalecerse, recordar, luchar por lo humanamente correcto, y nunca -pero nunca jamás- abandonar los sueños.    Pero no nos lo dicen, no vamos a escucharlo, no es así como fuimos educados…  siglo tras siglo de olvidar para seguir mintiendo, generaciones de autómatas engañando a nuestros propios hijos, ocultando frustraciones para no sentir, para no dejar de encajar en una mentira que parece absoluta y total, absurdos sostenedores del plato donde seremos servidos.     Tememos…    ¿Qué tememos? Acaso perder un respeto que imaginamos, para no aceptar que no lo recibimos ¿Acaso ser señalados?    Como si no camináramos ya con una cruz pintada en la frente, con un blanco dibujado en la espalda, estamos listos para ser masacrados, contra el vidrio de la pecera, fuimos trocados, para que otros puedan nadar “libres”, esperamos nuestra pequeña ración sin molestar, apenas sin hacer ruido, no se vaya a dar el caso

Vida, sagrada conciencia

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     ¿Cómo se entiende esa insistencia, ese lanzarse una y otra vez en busca de la iluminación?… lo sagrado no está afuera, lo sagrado viene de adentro…   ¿Pero buscamos en rituales y brebajes una conexión que despreciamos?  Se interpreta al universo como algo complejo y eterno, aunque no lleguemos a comprenderlo, se admira a las estrellas y planetas, a la belleza de la luna, al poder del sol… cuando mirando a nuestro alrededor, nos daríamos cuenta que habitamos un mundo que nada tiene que envidiar en grandeza y complejidad.     ¿Pero es que alguien busca en su corazón?   ¿O donde podrían encontrar el fulgor del reflejo eterno, de la conciencia universal, del ladrido primigenio, o como le quieran llamar?     En un entorno artificial, donde todo tiene precio y etiqueta, queremos escapar cotejando soluciones, queremos adquirir espiritualidad -si no se puede de una vez, en cómodas cuotas- para sentir que nos acercamos a algo más que la muerte, que preferimos pensar allá quieta y lejan