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Mostrando entradas de septiembre, 2012

Maia y Ciro

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    Para mis hijos:   No empezare por una frase tan trillada del tipo “daría la vida…” o de esas, porque la vida es importante, y necesaria de mantener, en toda circunstancia, para la prosecución de cualquier fin, pero algo de eso hay.   En mi caso, mis hijos fueron fruto del amor absoluto, y esa es la primera enseñanza que trate de transmitirles siempre, sin medias verdades, sin medias mentiras, aunque todo a su tiempo.     Y tal vez por esa misma realidad, vivimos años y años y años de la guerra más estúpida que alguna vez sufrí, con el amargo objetivo de  fracturar y desmembrar a mi familia, por parte de gente que tiene un concepto distinto de este tema, y ve a sus hijos como objetos, como propiedades, como seguros para la vejez, mascotas etc., y quiso convertir a mis hijos en lo mismo, cuando debían ser personas… lo cual deje de analizar hace rato por serme incomprensible.     Solo pude oponer la libertad.   Como frutos del amor, de una responsabilidad, me parece inadmisibl

El sol del gallego

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      “Cuando el sol se pone en nuestro corazón, pareciera que nunca va a terminar de dar la vuelta al mundo, pero un día los pajaritos nos anuncian que la claridad está por llegar y si estamos despiertos, podemos agarrarla de lleno…”   Con estas ingenuas palabras había terminado el discurso, y el 38 descansaba sobre la mesa.     Los platos vacíos, los vasos llenos, los demás esperando desinteresadamente que tomara una decisión, sin hablar, por respeto al Gallego, que lo miraba a los ojos, quemándolo con el recuerdo de los recién contados relatos de tanta muerte, tanto sadismo reciproco, de tanta frialdad para definir el destino de cualquiera para siempre.     Servía o no servía.     Dependía de el mismo, y el Gallego se lo hacía notar… igual no se iría con las manos vacías, pero no era lo mismo, salir como un mendigo, lastimoso y sin dignidad, o quedarse como uno de ellos, sin mendigar más nunca, ni bajar la vista, ganando lo suyo como todos, a la par de todos, al lado de los mi

Niño Dios

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    El niño no terminaba de entender, y acosaba al dios: _…Señor -preguntó-  ¿Porque debo ser sacrificado, entonces? _Porque solo así saldrán adelante los predestinados… _¿Y porque no pueden hacerlo solos?  Preguntó otra vez _Porque tienen mucho que aprender, y tú lo vales, eres su comida, digamos, sino el conocimiento que hace girar el mundo se perdería y todos perderíamos nuestro mundo, es bastante fácil de entender, porque no lo haces y ya… _¿Y porque no podrían hacerlo solos?   Lo interrumpió el niño, sin conciencia de haberse convertido en una molestia, y estar irritando al dios. _Porque aprender a alabarme los convierte en niños indefensos, y tienen que ser acunados, alimentados y guiados hasta el último día, aunque, créeme, es la única manera de que las cosas sigan como están… _Yo no me siento indefenso.  Podría defenderme o elegir no ser sacrificado, afirmo rotundamente la criatura… _¡No, no lo harás! Se impaciento el dios, vociferando, ya harto de dar explica

Basural

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    Estábamos con el Pato, y el Matungo, habíamos cruzado un viracho en la laguna, persiguiéndolo con nuestras piedras, antes de recorrer la costa buscando anzuelos y plomadas, piedras buenas y pescados muertos, al final dejamos todo en un escondite, para volver a pescar mañana.     El día era soleado y no queríamos volver porque habíamos salido sin nuestros gorros, y seguramente nos castigarían dejándonos adentro.     Recorrimos el basural, entonces, sin encontrar nada que valga la pena, salvo el Pato que se llevaba un hermoso conejo de peluche, azulado, que solo estaba un poco descosido y sucio.     Dábamos vuelta la basura para ver si aparecía alguna víbora de colores,  o algo raro, que nos sirviera para hacer una nave espacial o un auto de carrera, pero todo estaba quemado, y encontramos muy pocas piezas, aunque una, llena de luces de colores, botones y palancas, valía la pena por todas y nos decidimos por la nave espacial, arrastrándola para casa, ya encontraríamos otras piezas.

Creciendo juntos

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      Tuve que retarla a Maia, porque les había dado un par de aerosoles, para que dibujen en la pared, y había puesto, además de los suyos, además de las abstractas pinturas y caritas, los nombres de un par de amigas, en nuestra casa, lo que ya le daba un aspecto de lugar abandonado, y yo que pensando en irme lejos y dejar todo a la buena de dios y la colaboración de mis vecinos, le explicaba lo que son las paredes y los nombres, y que ella solo podía poner su nombre, en su casa, y ninguno ajeno…     A veces en mi barrio, cualquier provocación redime a los usurpadores de culpa, y la más grosera es el tiempo y el abandono de hogar.  Entonces a ordenar un poco y retirar los pedazos de nailon que habían aterrizado para matizar, a ver si la próxima vez el juego no es a dejar todo revuelto, ya que sus amiguitos se vuelven a su casa, y yo quedo con poco tiempo de recomponer la situación.  Cosechando de la huerta y cocinando se fue media tarde, aunque salimos igual a ver si todavía pod

De madera

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  19 de septiembre de 2012          Llovía, llovía, llovía, llovía, una vez el Pato le había contado de la lluvia en alta mar, de cómo la tormenta  empezaba sin avisar, de golpe, y la tormenta misma se encargaba de borrar todo punto de referencia, toda dirección, toda esperanza, hasta que la única ilusión se remitía a no toparse de golpe, mirándose las caras espantadas, con otro barquito amarillo y perdido, viejo de maderas caducas, y entrelazarse en un crujido de árboles cayendo, que nadie oiría, sin embargo, preocupados de aferrarse a una tabla, para congelarse colgando los pies en el agua, flácidos como la esperanza de ver el  sol.  Ocho de cada diez solo se dejarían ir, para no alargar el sufrimiento, porque, inexplicablemente, era regla que casi ninguno de los pescadores artesanales supiera nadar, mucho menos en el mar picado, en ese espectáculo avasallante de espuma viva.   A pesar de todo soñaba con ser pescador, a pesar de la cara de espectro del Pato cuando volvió para

Por un par de monedas

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      Conté las monedas una por una, acomodándolas en pilas, bien despacio, disfrutando del momento de ansiedad que pasaba el Monito… sonó el timbre y me levante volteando todo, antes de terminar.   Era el Pingüino, mande a la Cuca a vender y volví, empezando de nuevo, la ansiedad del Monito lo llevo a decir que ya estaba, que estaban bien. Agarro todo en mis manos y se lo entrego: mira, si vos me vas a decir cómo hacer mi negocio, tal vez… no, seguramente lo podes hacer mejor que yo y no necesitas revisar los cajones de tu vieja para comprar un puto porro, ni llorar que te faltan 25 centavos solo para comprarte un chupetín como un nene, toma.   se me queda mirando, con el metal en las manos, desconsolado, yo prendo uno y empiezo a fumar para bajar un poco, en realidad hace rato tenía ganas de pegarle pero quedaba demasiado abusivo, iba a tener que mandar uno de los gurisitos, más de su talla… la Cuqui callada me trae un billete y se lo muestro a él. ¿No podes cambiar esa mierd

El campo, la vida, el sol sangrante...

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    El campo iba corriendo alrededor, en casa estaría despertándose Maia, absorbiendo todo con sus radares, mientras la madre revolvía el dulce de leche… ya los terneros habrían terminado de mamar la leche que sobraba en las ubres de sus madres, mientras el amanecer iba pintando de colores la penumbra de las primeras horas de actividad matutina.   Pensaba en ellas permanentemente, en nosotros, en mí, hasta qué punto podríamos aguantar, hasta qué punto valdría la pena la decisión orgullosa de quedarnos, así, en estas condiciones, engañados por el recuerdo de la voluntad de un hombre que había hecho todo distinto, que había forjado todo, pero que no estaba para cuidarnos.  Vivíamos como en una burbuja, donde todo se nos era ocultado, negado, falsificado.   Paramos en la puerta de cimbra, con el acoplado atrás cargado hasta las pelotas, y nosotros encaramados a los guardabarros.  El capataz comandaba el tractor, lo que era bastante raro, pero no lo entendí tan rápido. Mientras uno s

Armados hasta los dientes

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    Una vez tuve que entrar a una casa con mi peor cara, la cara de indiferencia total, y entablar un dialogo picante y denso con gente armada que trataba de asustarme.  Por supuesto que no por mí, que igual que ahora cultivaba  la paz además de mi huerta.   Era para que otra persona pudiera volver a su casa y siga siendo su casa, y encontrar sus cosas adentro cuando volviera, y llegar caminando y abrir la puerta tranquila sin que la atrapen, y vivir sin miedo.   Ellos que seguían llegando y sus narices seguían chorreando blanco y bebiendo con sus caras torcidas machucadas por su estilo de vida.  Festejaban el resultado de la elección, exultantes, desaforados por las dadivas de los punteros, tirándole besos a un poster electoral.   Y yo que estaba solo, un metro después de su puerta, mojado como un perro desde la cabeza a los pies por la lluvia que seguía cayendo afuera, escuchaba sus insultos sin levantar la voz ni alterar mis facciones.   Algunos solo disfrutaban del espectác

Mi día de descanso

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    Estaba en el laburo, terminando de dibujar los balances de IVA compra - IVA ventas, con las facturas truchas que el contador traía de quien sabe que papelería, y emitiendo facturas y facturas viejas impagables, y facturas superpagables a las petroleras.  Entre otros miles de materiales ellos compraban esos tubitos que sirven para medir la supercontaminacion que generaban,  para  nunca sacarla a la luz.  Superhipócritas    En YPF tenían un paro de planta pero la UOCRA quería meter a toooda la gente, lo que a las claras era una exageración total y en el salón descansaban los fardos de ropa, cascos botines y demás elementos de seguridad, mientras se resolvían las negociaciones.  El Ingeniero gritaba todo el tiempo y pedía la factura x y llamaba por teléfono para asegurar el cobro con su dulce voz y nos volvía a gritar a todos por que no salía el pedido y  así todo el tiempo, es difícil cerrar un mes de medio millón de pesos sin ponerse nervioso, así que la situación se repetía cad