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Mostrando entradas de julio, 2014

Los niños y el capital

      Niños, en principio son inocentes, puros, les resulta incomprensible el dinero y el valor de las cosas, las prisiones y el delito, la compulsión al trabajo, el abuso de poder, la desigualdad que ven en la calle apenas asoman la nariz.    No le ponen precio a los abrazos, dan, regalan.     Cambian un barco por una piedra chata que tiraran al agua sin sentirse en pérdida, exigen y brindan libertad, amor, felicidad…  Creciendo como plantas, como cachorros, rodando como piedras desde la ladera de la montaña, estancándose en masa, como el agua, ante la maravilla de la vida que se expresa en una hormiga o un paisaje que los asombra, una flor, un pequeño pez, una historia…    Concentran su vivacidad y, luego, rompiendo la presa, se desbordan, corriendo sin objeto ni control, cayendo, embarrándose, raspándose las rodillas los codos y las narices, las orejas, convirtiendo su ropa y su pelo en una masa confusa de pasto, polvo y alegría, curtiendo los pies descalzos o destrozando las za

La guerra o la paz

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      Vuelvo a preguntar, aunque nadie responda, aunque nadie quiera escuchar ¿de qué guerra vamos a pretender estar en contra si seguimos manteniendo el actual estilo de vida, el actual nivel de consumo?    Porque es más fácil mirar para otro lado, espantarnos por las explosiones y las bombas, condenar la tortura (que ocurre cotidianamente también a nuestro alrededor) señalar a lo lejos las columnas de humo, indignarnos por la sangre joven derramada interminablemente sobre las dunas, en las selvas, mezclándose con el agua de los ríos.   Todo esto es más fácil que ser conscientes por un solo día del costo que exigimos para mantener las opciones modernas al alcance de nuestras manos, o de las manos de los que nos las niegan, que es más insensato aun, pero que forma parte de los resultados que se vuelven causas y viceversa.     Mientras tanto, seguimos pagando las cuotas de un nuevo televisor, para que el parasitario mundillo financiero siga creciendo a nuestra costa, para que el

Materialismos

       Mi abuelo, que era millonario… si ¡Era millonario!     Beneficio en su camino a tanta gente y tal vez perjudico seguramente a otros también, a mí me trato con dedicación y justicia, con respeto, y es por eso que lo amaba y respetaba, luego el dinero siguió otros caminos que me esquivaron generosamente, pero esa es otra historia, a lo que iba es a que se tomaba el tiempo para dejar a un lado sus negocios y charlar largamente conmigo y con el resto de sus nietos…   Siempre decía que a él le gustaría volver a vivir en la época de los indios, donde no había maquinas, donde la simplicidad era la norma, tomando agua de los arroyos y cocinando al fuego en el medio del campo, viviendo en una choza, cazando y pescando…    Y se ocupó de recordarnos su propia historia, de recalcarnos como en la colonia de inmigrantes comían sopa con los huesos prestados por la familia de colonos vecinos, que habían carneado un animal.   Y como cuando ellos carneaban alguno, venían los vecinos a pedir

"Policiales"

        Claro que no me importa, pero no quiere decir que no esté pasando.  Luego de que el oficial Riquelme me eche de la seccional primera -en una discusión que termino siendo observada por el resto del personal de la comisaria- junto con el testigo que iba a aportar datos clave al asunto del robo de mi casa, habíamos derivado finalmente hacia los tribunales: la fiscalía,  donde la arbitrariedad y la incompetencia son acotados por el imperio de la ley escrita en códigos recopilados para el beneficio común.     Teóricamente.   Esta situación no era muy distinta al momento de la denuncia, que me llevo, ya en ese primer momento, cuarenta minutos de debates, donde el oficial a cargo insistía que hace un mes y medio no había detenidos en esa jurisdicción, donde impunemente arreglan con cada vendedor de drogas a vista y repulsión de todos, por lo que mis versiones de que  uno de los ladrones había sido detenido con alguna de mis pertenencias, serian sin duda falsas porque les habrían

El rio crece con nosotros

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      Llueve, lejos, en otro lado, el agua no reconoce fronteras ni sistemas, baja, camina, siempre, no hay forma de convencerla, llega adonde quiere llegar.     El humano consume, mata, destruye, rapiña y desordena todo, sin lógica, sin conciencia, sin moral ni piedad, no hay nada que lo detenga a la hora de ganar un centavo más, no hay sufrimiento que aplaque su sed de poder.   Y como un buen heladero sumerge el copete del cucurucho en el chocolate caliente, las noticias de tragedias lejanas se usan para aparentar algún tipo de interés en el prójimo, ya que esta tan lejos, y las personas hasta ese momento indiferentes, se dan un baño de sensibilidad que solo los lleva al espanto y la queja improductivas, como cuando se quejan del calor en verano, del frio en invierno, del polvo en los días de viento…     Aun así, no se interesan por las causas, por las reales consecuencias, por ningún padecimiento que este a su alcance solucionar.   Como sociedad estamos viviendo un resultado,

Humanización

     Nacemos, somos al mundo, o, más directamente, el mundo nos estalla en las manos, como una estrella, se expande a nuestro alrededor.     Incomprensible y  luminoso, infinito, inabarcable.  Desde la ausencia total de referencias, empezamos a interpretarlo, y nos comemos el misterio con los ojos, con los dedos, con el cuerpo que también comienza a ser un territorio que a la vez exploramos, y recostados de a ratos en un cuerpo que nos da calor y alimento, empezamos a fijar parámetros afectivos y territoriales, de supervivencia, de bienestar o carencia, placer o dolor…     El mundo es viejo como hace un millón de años, pero todo es nuevo, vamos navegando en la paradoja de estrenar nuestros ojos y nos sorprendemos con el movimiento, texturas y temperaturas, distancia, densidad, profundidad, y miles de atributos más de cada objeto.  También los seres vivos tienen características únicas como temperatura, disponibilidad, capacidad de alimentación, agresividad, afectividad, textura, pil

Blanco o negro

   Realmente, hay días que me apena bastante ver el entusiasmo y la prolijidad con que se desperdicia la raza humana en su propia y mutua destrucción.   ¡Pero no es que no se pueda cambiar, sino que no se puede hacer desde la web!  Estamos sumergidos en un formato de vida que se valida en forma virtual, y actuamos o pretendemos hacerlo a través de la idolatría o el rechazo hacia otras personas, hacia otras políticas que aparecen y desaparecen de nuestra pantalla…   ¿Cómo se defiende un derecho? Ejerciéndolo claro, de ahí a que te maten, te encarcelen, o te corten en tiritas ya es otra cuestión, y otra posibilidad que veremos de evitar, pero la única opción combativa real, es ponerse en marcha, aceptar el valor de la vida como total y supremo, y a la vez insignificante, transitorio, en cuanto se trata de oponerlo a las bases fundamentales de nuestro sentido en el planeta, como son las posibilidades de ser libres y desarrollarnos…    El tema es que nos hemos acostumbrado tanto a escu