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Mostrando entradas de abril, 2017

Niños en el parque

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      Voy con mi hijo al parque, uno de los pocos lugares donde todavía se pueden expresar los niños a través de sus propios infantiles pensamientos, de sus propios pequeños cuerpos y pequeñas posibilidades.    Un lugar donde a pesar de todo el andamiaje tecnológico y químico del mundo todavía pueden poner en marcha sus pequeños proyectos de niños en crecimiento: jugar, trepar, saltar, correr, gritar, observar…   Reconocerse como iguales y hacerse amigos en un segundo, aunque no vuelvan a verse tal vez, compartir el espacio, los juguetes, los juegos, la intención simple de ser felices con poco, con nada…  Como en un documental, mamá, papá, otros adultos responsables, levantan la cabeza cada tanto, buscan, identifican, vuelven a su posición expectante…     De vez en cuando, raramente, deciden intervenir para resolver algún pequeño problema.   Claro que, aunque no hay pantallas gigantes, el cerco de la modernidad se extiende de alguna manera sobre todo, con puestos de dulces de color

Trigales en llamas

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    Siempre fue así, siempre igual, no acaba de comenzar un incendio que ya están soplándolo los exaltados y fanáticos, los revolucionarios de pacotilla, exaltados de salón, rebeldes de tiempo completo amantes del marketing de la libertad afiebrada y romántica, donde todas las muertes son heroicas y sobre todo ajenas…    Espectros que corren agitando las aguas revueltas de la injusticia vieja y el dolor rutinario, con sus loas eternas a la pobreza y el sacrificio personal que emularan algún día -no hoy pero algún día será el tiempo- .    Se arrebatan y claman, se exasperan, irritan, indignan, pero no quedará ni el nombre ni el susurro del viento entre sus ropas mucho antes de que la primera gota de sangre llegue a tocar el suelo.     Llaman a la rebelión y la violencia como intima meta, como finalidad social mágica a través de discursos enrevesados, que pretenden libertad en la destrucción, y la maldita coherencia cínica y perversa de combatir el odio con sus propias armas.     Empuj

Demasiadas preguntas (Poesías)

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    En la seca…   En este bosque de árboles muertos No hay una rama que no se doble De tantos buitres hambrientos: Expectantes.   Necios.   Neutrales.   No importa ya si la lucha es justa, Solo están listos a seguir aplaudiendo Temerosos de perder una pluma No bajaran hasta que   no se mueva El cuerpo quieto de latidos, inerte…   Pero ante tantas miradas quien Realmente va a regalarles hoy El aroma dulce de la rendición Contra el delicioso sabor de Morir peleando sin descanso   Tal vez ganar, antes que huir Y al recordar esa agudeza cruel Del hambre de los inicuos Reír sin solemnidades ya En la primera sombra fresca En el primer sol del camino…     Como yo, como vos…   Como el mar mirándose a través de un espejo: Me asomo al mar que vive dentro de mí ¿Por qué no me deja ver de dónde sale El color que tiñe sus profundidades…? Como si fuera el cielo fundiéndose con el universo Miro hacia la inmensidad que acecha desde

Una mirada machista sobre el problema de la feminidad

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     Camino por el centro, una fresca mañana lenta de otoño, veo negocios abriendo sus puertas a pesar del feriado, hermosas mujeres lavan los vidrios o barren las veredas, antes que empiece el movimiento, ajustan su sonrisa, fijan sus metas de venta.      Toda la avenida se despierta.   En otros negocios, hombres jóvenes sacan maniquíes o estantes a la vereda, que por cierto no van a barrer, no lo necesitan para construir su estereotipo.   Miro los maniquíes y no los veo muy distintos a las chicas que atienden los negocios: artificialmente plastificadas, para demostrar que la belleza es dinero, que el dinero es belleza, tal vez algunas tengan sentimientos propios, pensamientos independientes, sonrisas que no duraran más allá del horario de comercio, pero no lo demuestran jamás, porque eso no vende, y estamos en la calle comercial…  Encasquetadas en la moda efímera y tosca, sus “uniformes” no les dejarían hacer mucho, calculo, si tuvieran otra función que caminar y mostrarse, que h

Morir cien veces

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    Micaela, que lindo nombre, seguramente fue cambiando y adaptándose a la persona, hasta amoldarse, hasta ser parte de ella, hasta que el nombre y la persona fueron indivisibles, y con ese nombre murió asesinada para terminar junto a un camino de tierra rural, siendo rápidamente cobijada por la exuberante vegetación de Entre Ríos.   Seguramente hay un torrente de dolor genuino y lacerante en sus más cercanas relaciones, sus humanos acompañantes de la cotidianidad, que como siempre, pueden dar fe de un mundo completo y en marcha, de un bagaje de sueños, compromisos, actitudes, de una visión del mundo que no imaginaban ver finalizar así.      Seguramente hay un montón de indignados de ocasión, de sangrientas justicieras, que sin más información que el reflejo ampliado del horror que se esparce por las redes aprovechan para destilar su odio y su necesidad de venganza, de escarmiento social, de crucifixión y hoguera eterna para el asesino, y para cuantos más puedan agregar a su rosari