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Mostrando entradas de enero, 2015

El futuro que nos espera

       En poco más de 200 años, desde que se inventó la máquina de vapor, a través de un uso completamente irresponsable de los recursos, fuimos participes de la mayor devastación planetaria que se recuerde, de la más egoísta y cínica destrucción de nuestro entorno en nombre del pasajero confort.   Nada fue irracional, sino al contrario, perfectamente planificado, justificado, diagramado punto por punto, y tampoco vamos a parar por que el cucharon ya este raspando la olla.     Hemos sido testigos de fabulosas proezas de la técnica, de la invención de máquinas maravillosas y materiales asombrosos, y todo al alcance de la mano, todas las soluciones para nuestra cotidianidad convertidas en una perilla, un botón, una orden…    Y ya que estábamos encerrados en casa, y ahí afuera un mundo inmenso y despoblado pero repleto de riquezas y materias primas, se abrió una ventana mágica con la era digital: Internet.   Ahora todo se compra y se vende sin siquiera olerlo. En un interminable

¡La bomba!

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     En el centro de una civilización que se desintegra a pedazos, como un iceberg en la corriente del trópico, acotando los espacios y sin lugar donde saltar…  en algún lugar frio, inerte y seco, sin más vida que la estrictamente autorizada, sin más testigos que los cautivos que están fijos a su destino, duerme la bomba.  Más allá de las hojas secas, del humus, de las raíces de los árboles, de capas y estratos de tierra, rocas, hormigón, acero y silencio absoluto, espera.     Mas allá, otra, y antes de alcanzar el mar vamos a cruzar algunos cerros más por aquí y por allá donde todo está dispuesto, un nicho suave como una cuna, perfecto y silencioso como un pimpollo, listo a abrirse para dar inicio a la primavera nuclear.     Como una tribu de ladrones que espían por las tinajas esperando asaltar la ciudad, desde los cerros y las cuevas las ojivas instaladas en los inmensos misiles intercontinentales se miran, desde los puertos y los desiertos, se esperan, se sienten, se reconocen en

La línea

     Ahí está.  Adelante tuyo, adelante mío.  Hay una línea netamente divisoria aunque en la práctica no divida nada, no exista, pero ahí está.  Es una frontera.   No es que me importen tanto las fronteras ahora, viejo contrabandista de pensamientos ajenos, sino que existe, y a pesar de poner eventualmente el pie en uno u otro borde, estoy definitivamente seguro de que lado quiero estar.     Estoy seguro de cuál es mi lugar donde quiero vivir y crear y adonde puedo ir a pasear o cazar o simular, y no es algo que vaya a dudar, estoy del lado de la vida, el color, la diversidad, donde se genera lo nuevo, lo que crece, y del otro lado está la decadencia y la novedad gastada y barata, el poder que esquilma antes de sembrar.     De un lado está el amor y la esperanza, y del otro la máscara de un imperio vacío y seco tirando manteca al techo, la hipocresía el humo y las bombas.  Voy a ser parte del cambio, o caeré como un pajarito en su búsqueda, pero me subleva sentirme parte de un engr