Calles, y calles
Camino por el centro de la ciudad, estrictamente cuadriculada, en damero como se dice: calles que se cruzan solo una vez, perpendiculares o paralelas que mueren sin conocerse, no hay mucho más para elegir, salvo que salgamos hacia los suburbios, donde empiezan a nacer cortadas, callejones, callejas que se curvan como culebras hasta casi morderse a sí mismas, angostas y oscuras… Hasta las aún más angostas sendas y pasillos internos, alegres o lúgubres, tal vez peligrosos, tal vez llenos de amor… Pero por acá, donde los semáforos se hacen señales unos a otros, solo hay calles modelo, bien asfaltadas, y bien seguras de su función. Si tomamos una regla, podemos comprobar que las calles están hechas estrictamente para los autos: catorce metros para ellos, y solo un par de metros a cada lado, de vereda para los peatones. Las calles están hechas para llevarnos hacia los bancos, que son los reyes de la ciudad. Las calles están hechas sobre un planeta vivo, al que aplastan y l