Mostrando los dientes
Un perro puede ser adiestrado, educado, amansado o preparado para pelear, incluso contra su propia especie, diez mil años de domesticación lo preparan para eso. Puede ser atraído con un plato de comida, con una alfombra deshilachada o un techo que de sombra a sus miedos, incluso con una caricia, puede ser atado con una cadena o encerrado en un pequeño patio, y aun así, correrá a lamer la mano que lo lastima. Ideal compañero para las desastrosas consecuencias con que este mundo inestable corroe los corazones actuales. Catalizador y remedio de los peores estados de la mente: accesible para ser pateado cuando la tensión se hace insoportable (jamás por eso morderá a su dueño) y luego presto a recibir las caricias que conjuren la soledad fruto de la incoherencia y el funcionalismo imperante en las relaciones humanas. En este mundo trazado por vampiros humanos, el perro tiene un lugar asegurado. Podría decirse que, a pesar de haber superado la etapa de cazadores, donde era ta