09 enero

La batalla aérea

 

 

 No hace falta mas que mirar  hacia arriba, para darse cuenta que no hay meteoritos ni cometas que pongan o vayan a poner a la raza humana en  peligro. 

  Estadísticamente, mas allá de incontables exterminios y atribuidas culpabilidades a diferentes seres, ambientes, o manifestaciones de la naturaleza, el único peligro real para la especie humana es la especie humana.  

  Podríamos entonces concluir que la muerte en o desde el aire podría llegar al mismo nivel de diversidad  y masificación que cualquier otra manifestación técnica? 

  Si.  Y también, no, ya que el vuelo es una actividad que no nos pertenece naturalmente, por lo que todo su desarrollo, diseño y mantenimiento se extralimita inmediatamente de una asignación y consumo de recursos equitativa y acorde a su potencial requerido. 

  Volar es caro!  Muuy caro!!  

  Y ahí tenemos a esos bombarderos, fortalezas volantes con un poder de destrucción supuestamente infatigable, claro está, siempre que estén en el aire, trabajen, y vuelvan a sus bases... 

  Por supuesto, en una guerra franca entre contendientes mas o menos equilibrados, eso no pasa tan seguido: algunos aviones se caen, otros explotan en el aire, y a otros tantos se los traga el mar inmenso y calmo, indiferente a banderas y modelos.  

  Con los aparatos se pierden tripulaciones y pilotos que demoraron décadas en formarse y especializarse hasta niveles adecuados a los objetivos de su misión. Lo mismo podemos decir de aquellos que se dedican al reabastecimiento en vuelo, transporte de tropas y equipos, combate, reconocimiento o esos picaflores que picotean las trincheras enemigas. 

  Ahora mismo, hay cientos de aparatos que podrían ser derribados, pero nadie quiere escalar la batalla antes de tiempo.  No es necesario aún abrir el cielo... 

  Cuando se remontaron al aire los primeros planeadores, la sorpresa de volar era comparable a su facilidad de construcción, ya que no eran mas que armazones de tela y cañas, que mejoraban su diseño a medida que se estrellaban contra el suelo. 

  Todo ese proceso compartido entre sus iniciadores fue bastante costoso, pero accesible para cualquier aprendiz de industrial con un poco de tiempo: digamos que con vender una vaca o un caballo podía casi armar un avión...Hoy no. 

  En la actualidad, para fabricar un avión de quinta o sexta generación, ese mismo entusiasta tendría que vender rebaños enteros, cincuenta o cien mil animales para montar un ultimo modelo que quedará obsoleto antes de entrar en combate.  

  No alcanza el pasto, no alcanza el planeta, no importa a que se traduzca el gasto.  Eso, a vuelo de pájaro, sobrevolando los mismos campos que alimentan la industria de la guerra. 

  Sin embargo, elevando nuestra vista desde el suelo, podemos ver que es tan variada ya, la forma y los medios de derribar un objeto volante o aeronave que la ecuación se vuelve a multiplicar, y un aparato que vale cien millones de eurodólares puede reducirse a cero con una inversión mil o diez mil veces menor... 

  No alcanza la industria, ya no, ni alcanzaría el tiempo para reponer las pérdidas o formar nuevos pilotos: las potencias, y todos los demás, evitan la guerra franca porque simplemente porque no podrían asumir el costo de armarse y rearmarse con tecnologías que incorporan miles de sistemas a la vez solo para perderlas en semanas y volver a empezar.

  Esto implicaría la pérdida de la soberanía económica ya a mitad de camino, en manos de los que inventaron el sistema financiero, que en su voracidad puede traducir países enteros y sus mas preciados recursos a dinero y luego dinero a países nuevamente.

  No se puede: ya no alcanza el territorio propio o a conquistar para pagar a los usureros mundiales que crearon el interés y la deuda, dos de las mas formidables y efectivas armas modernas.   

  Entonces, como se extinguieron los dinosaurios se extinguirán los portaaviones. En sus mismos puertos, tal vez. Y toda esa carrera por la supremacía aérea quedara en el olvido antes del primer año de conflicto.

  Como todo, la sustentabilidad que ya ni pide, sino que impone a la fuerza nuestro devastado planeta, potenciará el uso de pequeños drones y cuadricópteros de medio kilo, bombas voladoras y/o merodeadoras, y pequeñas aeronaves no tripuladas, de fácil reposición.  Su relativo bajo costo en materiales e infraestructura de industrialización, permitirá que puedan tener el mismo efecto(daños estratégicos-intensivos-puntuales) sin dejar de ser de producción masiva y barata que diluya su vulnerabilidad. 

  Porque, dada la falta de solvencia actual de los imperios, es una guerra de costos: Es el misil mas barato que el artefacto volador? Es el pequeño dron mas barato que el misil?

  No se puede contra las matemáticas, y el solo presupuesto de mantenimiento se hace infinito en los hangares y las plataformas de despegue, llevando a "ahorros" que multiplican los accidentes y pérdidas aun en tiempos de "paz".  Y para que? Para que esa tecnología maravillosa de invisibilidad y contramedidas no tenga ninguna ventaja ni sentido a las cien horas de vuelo?

  El avión, y la batalla aérea como la conocemos dejará de existir en la primera guerra que enfrente directamente a los grandes y bien armados jugadores.  

  Por supuesto, el helicóptero, que incluso con su rechoncha silueta de moscardón, brinda otras soluciones y prestaciones logísticas,  también tendrá que evolucionar para compensar su lentitud, visibilidad y baja altura de vuelo.

  Deberán evolucionar y renovarse, aunque hasta que hayan sido diseñados y probados los drones ambulancia para una persona, no dejaran de ser insustituibles en aspectos críticos como la penetración acelerada o intensiva del frente, la evacuación de heridos y el transporte de personal en terrenos en disputa, complicados y calientes... 

  Y los paracaidistas?(como yo)  serían de alguna utilidad estratégica si estuviéramos en los años 50, pero actualmente, la posibilidad de que grandes grupos de personas desnudas de poder de fuego tengan posibilidades de cambiar algo en las retaguardias de frentes híbridos en un mundo superpoblado y super armado es ínfima o nula, aunque comandos de élite podrían llegar a saltar a cumplir misiones puntuales y luego intentar sobrevivir.

   Pero claro que si, las empresas siguen facturando miles de millones vendiendo aviones "invisibles" teóricamente bien probados en guerras completamente asimétricas o ataques puntuales contra blancos irrisoriamente intrascendentes con los cuales los imperios y sus amigotes derrotan su propia economía: el único avión invisible es el que no despega.  O mejor aun, el que ni se construye!

  Mas allá de todo, siempre seguirá siendo atrayente el viejo sueño de volar!  Así que tal vez todo esto ni siquiera importe!!

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