Dicen que es
así
Cuando llaman los tambores sin cesar, cuando el calor es más insoportable que la lluvia, cuando no se puede más que seguir tal cual no pasara nada, se llega a la decisión de salir o quedarse encerrado, exasperado, como un gato que mira los pájaros en el cielo.
Entonces se piensa
“total...quedarse con buenas y abundantes provisiones es casi mejor que salir” y
es cuando el circulo comienza a cerrarse sobre sí mismo y llega un momento que de
tanto rozar las paredes el ambiente se carga de una electricidad que se vuelve
dañina y hay que salir, a como dé lugar, a consumir esa energía rodante que
sale de la piel.
El inconveniente es que para ese
entonces el mundo que percibimos ya no es el mismo por el que estamos
caminando, pareciera que buscamos el margen de la película, sobreimpresos
a otra velocidad, las apariencias se detienen en el borde de las cosas, sobre
la piel del mundo, y seguimos buscando la razón que nos permita detenernos…
A la larga, terminamos añorando un lugar donde todo este quieto y sin opciones, un lugar donde cada gesto denote oscuridad y silencio, donde sin abrir los ojos podamos percibir el camino hasta el sillón donde miraremos hacia la puerta que nunca se abrirá.
Hasta que
se convierta en una compuerta… hasta que alguien abra la puerta del freezer en
que nos metimos, y nos deje ir caminando hasta ninguna parte, donde sobran
hasta las palabras, hasta las cosas, donde el cuerpo solo es un medio donde
guardar la conciencia que se expande hasta entender que todo es lo mismo.
Y dormir con los ojos abiertos hasta que
el mundo se deposite suavemente alrededor, suavemente, capa tras capa
infinitamente, hasta cubrirnos como una frazada, y descansar, dejando descansar
esa hipersensibilidad hasta el momento de despertar en una realidad
pegajosa que volveremos a combatir, sin excepciones… a como dé lugar.
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