Palabras, banderas y flores
Amanece, miro una flor en mi patio: la brisa de la mañana pasa a través de sus pétalos, suaves y semitransparentes, moviendo los reflejos que el sol, aun tibio, dibuja sobre su rugosidad aterciopelada. Si fuera una flor artificial, seguramente, podría ser asignada a un color determinado de nuestra educación visual: químico, industrial y exacto, seria sin dudas roja o bordó o violeta, o cualquier otro color estandarizado con que tiñen el plástico de los juguetes para niños, las paredes de los salones de las embajadas y hospitales o el acero de las armas de una guerra cualquiera... pero no, esta viva, la flor, y el color también, y no hay definiciones que puedan abarcarlo en su totalidad con exactitud. Nuestro sistema de vida y nuestra escala de valores, no tienen tiempo para detenerse en cuestiones que no rinden dinero en efectivo, o escapan completamente al marketing. Consecuencias? Mi mundo carece de correlato en el idioma que hablo, y debo inventar palabras y adjetivos extra