10 septiembre

Mi día de descanso


 

 

Estaba en el laburo, terminando de dibujar los balances de IVA compra - IVA ventas, con las facturas truchas que el contador traía de quien sabe que papelería, y emitiendo facturas y facturas viejas impagables, y facturas superpagables a las petroleras.  

  Entre otros miles de materiales ellos compraban esos tubitos que sirven para medir la supercontaminacion que generaban,  para  nunca sacarla a la luz.  Superhipócritas

   En YPF tenían un paro de planta pero la UOCRA quería meter a toooda la gente, lo que a las claras era una exageración total y en el salón descansaban los fardos de ropa, cascos botines y demás elementos de seguridad, mientras se resolvían las negociaciones.  

  El Ingeniero gritaba todo el tiempo y pedía la factura x y llamaba por teléfono para asegurar el cobro con su dulce voz y nos volvía a gritar a todos por que no salía el pedido y  así todo el tiempo, es difícil cerrar un mes de medio millón de pesos sin ponerse nervioso, así que la situación se repetía cada treinta días…

  yo con el tiempo  me había acostumbrado a eso así que ya no salía totalmente contracturado, estresado, enloquecido sino tranquilo y satisfecho de un trabajo bien hecho, aunque tuviera que aguantar que el ingeniero esperara abriendo y cerrando la tenaza de sus dedos que la factura terminara lentamente de imprimirse, como si también pudiera presionar a una maquina jajajajaja.  ¡Un campeón! Como él nos decía… 

  Mientras la Señora atendía al público sin piedad para nadie: yo que una vez  sonreí en su presencia,  tuve que dar explicaciones que no explicaban nada para que no me echen sin más “es que me acorde de un chiste que me contaron hoy y recién lo entendí” alcancé a divagar, y por suerte no me pidió que lo cuente porque no hubiera sabido que decir.  

  Demás está decir que ella supondría que el humor al que yo podría tener acceso seguramente sería grosero, chabacano y sin clase, se privó de escuchar nada pero no de fulminarme con la mirada, acerada y dura como un cuchillo.

  Cuando voy para el fondo a llevar una pila de remitos para el camión, Daniel me dice que me trajo la frazada de dos plazas que me había prometido, y yo que vivía en Punta Lara, sobre las costas del rio de la plata, al borde del arroyo Miguelin, le tenía mucho respeto al frio. 

  Y como en esos días no me quedaba más cerebro para pensar en otra cosa que no fueran cotizaciones, balances, facturas, remitos y pedidos, llamar y atender el teléfono, en vez de salir para el barrio donde nos organizábamos,  salí con la frazada para mi casa, pensando si llegaría a tiempo para encontrarme con los pibes.

 El tiempo no se multiplica nunca, así que solo con barrer y comer algo y la espera del colectivo de vuelta, ya había quedado huérfano como siempre, por suerte no me había olvidado la entrada, así que arranque desde el Ringuelet desierto con la formación del ferrocarril, que esta vez iba copada por las bandas ricoteras.  

  Caminando por los pasillos embanderados me encontré con gente conocida a la cual me uní en su preparación de la fiesta, tomando buenos vinos, ya que estos eran en su mayoría trotskistas, y solo bebían en botella de tres cuartos, para diferenciarse del lumpenaje que los rodeaba!

 


  Un corto trayecto en colectivo y llegamos caminando, como hormigas invadiendo el patio, a la cancha de River.  Todas las elites policiales vigilaban el trayecto, para solaz de la prensa y los que miran la vida por televisión,  pero cuanto más nos acercábamos a la cancha, el cardumen de gente era tan grande que supongo no podrían dejar de aprovechar y como gaviotas, extraían a uno que otro pescadito por aquí y por allá, pataleando con la entrada en la mano, permanentemente… ¡Ya que no los chicos y chicas, seguramente las entradas volverían a la calle de manos de los revendedores!

  Al final nos metimos en la cola y avanzamos, adelante mío, uno se enteró que la entrada que tenía era trucha y se quería morir, pero no pudo hacer nada, salvo retroceder lagrimeando, aunque ahí ya la seguridad era propia de la banda: unos grandulones cara de poster que parecía que habían nacido en un pedestal por su forma de mirar. 

 ¡Adentro! ¡Por unos minutos pensé que podría encontrar a mi gente! Imposible,  yo que nunca había estado en el pasto de la cancha de River, me asombraba mirando las tribunas y todo absolutamente lleno, estábamos en el fondo, y empezó el primer tema, no estoy seguro pero creo que era El pibe de los astilleros… 

  Yo dije, no voy a quedarme acá, así que me despedí y salí a ganar campo, para acercarme al escenario, trabajosamente.  Era como tratar de correr en el agua, contra la corriente, miles de cuerpos girando y moviéndose pegados unos a otros, sin espacio.  Algunos viajaban por arriba de las cabezas, desmayados, en una cinta viva de manos que los llevaban hacia el puesto médico.

   Yo seguía avanzando envuelto en esa energía increíble, cuando de repente pierdo el pie, y por un segundo pensé que me caía a un precipicio, pero solo era el vacío, en un inmenso circulo perfecto de unos  quince metros de diámetro, donde algunos hacían pogo. 

  Pensé que el violentísimo pogo era la causa del vacío, pero no podía ser, eran solo unos diez o doce, además de otros cuantos agarrados a su cajita de vino para no caerse,  y ahora yo, que pasaba caminando… fue cuando vi a ese tipo corriendo por el borde, revoleando su pelo negro enredado, con su cuerpo macizo de tumbero, completamente exaltado, chorreando baba  mientras gritaba “…putos, putos, tomen putos de mierda, hijos de puta…” y pude percibir un brillo en la mano que parecía ser un arma, un revolver? 

 ¡No! Era un cuchillo, que al correr lo deslizaba a media altura por la pared de cuerpos, que inútilmente se apretaban contra los demás, recibiendo sin embargo, seguramente, un tajo en la panza.

  Yo me preguntaba… ¿Por qué no lo paran? ¡En vez de dejarse pinchar! Pero la gente es muy extraña así que abandone el círculo retomando mi camino, menos apretado habiendo superado la causa de tal enlatamiento, llegando cerca del escenario, viendo a la banda en su despliegue formidable, con dos bateristas y todo, en una coordinación inconcebiblemente perfecta. 

  Absorbí todo eso en el ritual, tema tras tema, hasta que termino el recital, creo que cuando el indio interrumpió para hablar de los hechos que estaban pasando, y que no iban a tocar más y no sé qué más decía…  en el campo comentaban que al tipo del cuchillo finalmente lo habían bajado y muerto, entre unos cuantos, y que había una banda de tipos de negro con palos azotando a todo el mundo… y cosas así, que no alcance a ver, porque por lo demás se respiraba la tranquilidad de siempre en estos recitales, o sea apenas si se podía respirar jajaja.   

  Volví entre las bandas siendo testigo de algunas peleas y arrebatos, tranzas y reencuentros, producto del completamente heterogéneo público de la banda, hasta tomar el colectivo hasta la estación.  Entre pibes y pibes completamente uniformados con la remera de los redonditos el gorro, el tatuaje, etc.  

Yo, pasaba por extranjero y careta, y alguno hasta me pregunto burlonamente de donde venía, sin creerme que salía del mismo recital, vestido solo de  yo mismo, pero no llevo su duda al extremo de querer zarparse en el colectivo, porque estaba muy lleno, creo.  

  Por suerte se bajaron antes que yo, que termine en la estación corriendo justo a tiempo para arrancar con el tren hacia la plata nuevamente.  Demás está decir que todos estos transportes  eran gratuitos.

  bajando en la estación de la plata, en mi cabeza, acompañando mi transitar por la desierta, amanecida diagonal ochenta, se sucedían las incomprensibles imágenes del tipo cortándolos a todos y la gente mirándolo espantada en vez de defenderse.  

  Yo tenía un porrito, guardado para cerrar la noche, cuando accedí a la plaza Italia, y en el monumento había un grupito de personas.  Yo conocía a uno de vista, sabía que era de Ringuelet, pero no había relación ninguna, igual dije, vamos a compartir, y me arrime contestando su saludo,  metiendo la mano al bolsillo para sacarlo…

  El tono de voz no me gusto, “ eeehh vieja, dame una moneda para la birra” o algo así, demasiado imperativo, demasiado zarpado, despreciativo o no sé qué… así que solo conteste no tengo nada vieja, dejando plata y marihuana en su lugar.  Ustedes son de Ringuelet ¿no? ¿No fueron al recital? Y empezamos a tratar de conocernos.  Yo contando quienes habían ido del barrio y lo que había pasado adentro.   

  El que había hablado me paso el último trago de cerveza caliente y luego me pego una cachetada rastrera, cuando estaba descuidado colgado mirando para adelante, los otros cuatro ni se movieron, y el boludo que me quería invitar a pelear.  Yo le explicaba que estaba harto de violencia inútil, que lo que había visto era suficiente, que no iba a combatir, así que aguantaba retrocediendo con mi guardia la embestida de tres o cuatro piñas, tirando alguna solo para sacármelo de encima, y el tipo que insistía, insistía. Insistía

  Yo que escupía mi desprecio por lo rastrero del único golpe que había logrado darme de lleno, y de cómo seguramente no tendría tantas ganas si no estuviera asegurado con cuatro guardaespaldas, y el otro, de rulos, que no, que él es mi hermano pero yo no me voy a meter aunque lo cagues a palo, boxeá tranquilo que no tengo nada que ver, es mano a mano… 

  Y yo: Que no pasa por ahí, que vengo de ver cosas realmente estúpidas, estoy cansado de esto…  El mudo no decía nada, solo hacia ee ah aagg, y cosas así que sin embargo ellos interpretaban, y el tipo que insistía, sin poder entrar, y yo que iba largando las manos un poco más haciéndolo pensar un poco, hasta que me canso y me plante diciéndole bueno dale querés boxear? ¡Vamos a boxear! 

  ¡Entonces quedo congelado con sus ojos de zarpado de merca mirándome hasta que atino a romper un puesto de la feria desierta y sacar un pedazo de tablón! Dale, Pa!  Venite con el palito!  Lo invite, arruinando su idea de que me iba a correr, ya realmente cansado, mientras los otros  empezaban a desilusionarse de su compañero que mostraba la hilacha como cagon, afirmando mis palabras de que solo peleaba por pensarla ganada por el número.  

  Oh que pena, se congeló nuevamente con la tabla en el aire, sin atinar a decidirse, cuando unos guachitos de la escuela pasaron con sus ropitas de boliche bien peinaditos por el centro de la plaza (nosotros ya habíamos recorrido un par de metros largos) así que dio media vuelta y salió gritando con el tablón a correrlos, con los otros vándalos atrás y los gurises, corriendo, escapando  a los gritos, también…  “2001 odisea del espacio”

  Otra muestra de estupidez total, seguí caminando hasta la plaza moreno donde me acosté a dormir en un banco, había conseguido un cigarrillo, que descansaba en mi oreja, de donde lo sacaron mientras dormía, a lo que me desperté saltando del banco, en una reacción tan rápida que esta vez la barra, casi del mismo formato de la otra, retrocedió un paso, respetuosa, devolviéndomelo en la mano, sin comprobar nada esta vez.

  Después me desvelo el sol así que termine tomando el colectivo de vuelta hasta mi casa, donde finalmente fume mirando el ancho rio de la plata, disfrutando de la tranquilidad del domingo antes de comenzar una nueva semana laboral en la despiadada oficina.

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