Cuando
los adictos al poder del unidiscurso “rebelde” memorizado sienten que ya
debería haber llegado su hora y sin embargo es poco para repartir entre todos,
cuando los adictos al poder del unidiscurso “tradicional” hegemonizado sienten
que les robaron el piso del trampolín justo cuando habían practicado el salto,
cuando los propietarios del mundo sienten que no pueden meter el cambio, cuando
los piratas internacionales se dan cuenta que pagaron por un puerto que está
lleno de barro…
…Se terminan las negociaciones y empiezan a ladrar por todos los micrófonos, todos juntos, todos a la vez, todos insultándose al pasar en las concesionarias, en los clubes, en los pasillos, en las oficinas, en las redes virtuales. No alcanzan a ver que el resto de la sociedad empieza a cansarse, que el noventa por ciento de la población no saca ningún beneficio de ganar o perder por sus causas.
La inmensa masa
de gente que nació y vive acorralada por el sistema y la burocracia, solo
pueden aspirar a perder un pedazo más de su decisión, de su autonomía en aras
del triunfo del seudoidealismo comercialmente afinado para ser depositado en
paraísos fiscales compartidos entre todos los actores: políticos,
seudopoliticos, cuasipoliticos y apolíticos que se debaten con espadas de palo
para ver quién es el que se lleva la parte del león.
El león esta enjaulado, el león, hambriento vive en el corazón de la gente que no tiene ya mucho más que perder, que no tiene balas para sus armas ilegales, que no quisiera jamás usar.
Que termina apuntando a sus vecinos, blancos igualitarios de la desesperación, del derrumbe de sus sencillos ideales, de la expectativa engañada por una forma de plantearse a sí mismo como pastos, como si no pudieran esperar algo mejor que alimentar los estómagos rumiantes de los punteros políticos, los comerciantes, los traficantes y vendedores de mascotas humanas.
Ser digerido
una y otra vez, no es agradable para nadie.
Y sin embargo, sin quererlo o sin
saberlo, termina pagando las balas de los grandes simuladores, los verdugos que
van a practicar al tiro federal, solo porque todavía hay que esperar un poco
para usar blancos humanos.
Todos los días los escucho practicar, sé que no se acabaran las balas, sé que la puntería mejora cada día, sé que soy el blanco, todos lo sabemos, en mi barrio.
En los miles de barrios empobrecidos, llenos de basura, peleando día a día por echar una papa más a la olla, mirando comer a nuestros hijos de un plato que no alcanzamos a llenar.
Sabemos adónde va a rebalsar la marea. Siempre es igual,
disfrutamos de la vida, diciendo las cosas claras, altivamente pasamos, sin
bajar la mirada, al lado del policía que baja la cabeza desorientado o
apreta los dientes justo antes de quebrarnos la nuestra con un palo.
Y pienso en todos esos estúpidos de la camiseta, comprando posters, pintando banderas… si alguna vez, solo una vez se abran puesto a pensar que los grandes “rebeldes”, “revolucionarios” no vivían con un libro bajo el brazo, no iban leyendo su propia biografía para saber qué hacer, sino que solo actuaban con el corazón sin dejar nunca de enfrentar la vida.
Caminaban sin dejar de dar la cara, sin dejar deponer el cuerpo, en condiciones que
distan mucho de sus esquemas de laboratorio, amparados por un aparato mezquino
y arbitrario, una estructura caníbal que solo deja triunfar a unos pocos a
cambio de consumir a casi todos.
Ambiciosos de poder manipulando a la
gente, hasta esos tipos están sobrando hoy en día, pero siguen intentando abrir
camino, con sus camisas nuevas, blancas, de marca, recién planchadas, entre la
mugre y los charcos, entre las tablas sin techo de la villa que hasta les da de
comer sin dejar de despreciarlos.
Vuelven a su casa y lo primero que hacen después de cerrar con llave es lavarse rabiosamente con jabón no sea que se les pegue sarna o alguna enfermedad de pobres, y sueñan con llegar al poder mientras corre el agua de la ducha, sin pensar en el barrio sin agua.
Se
supone que tendrían que fortalecer la democracia pero solo la ensucian, la
debilitan, todo teoría y nada de práctica, usando a los pobres como abono para
cultivar poder, peor que el fascista que solo quiere tirar una bomba y matarlos
a todos.
Hasta el político sucio y corrupto es menos despreciable, porque hace su juego limpiamente, casi pintoresco en su sonrisa de piedra, y aguanta los insultos a cara descubierta, y reparte la parte mínima de sus ingresos generando miseria sin dejar de dar la oportunidad de pasarse a su bando, sin dejar de sonreír ni cuando lo corren a toscazos, sin dejar de volver como si fuera la primera vez, con las mismas promesas viejas, para las nuevas elecciones.
Cuando pierde y cuando gana es con la misma
impiedad. Como solo busca el poder, casi
siempre da más…
No sé porque pierdo el tiempo reflexionando incoherencias, es tan estúpido como esperar ver al Che Guevara en alguna marcha, con una camiseta con su propia cara. El día de la masacre se acerca, solo tendremos como arma cultivar nuestra coherencia…
Pensar en otra
opción es solo locura funcional al sistema, el camino ya empezó y no basta con
libros, hace falta construir humanidad, hoy mismo, no mañana.
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