El despertador sonó y por primera vez en mi vida sentí
ganas de aplastarlo o lanzarlo contra la pared en vez de apretar el botón y
salir soñoliento de la cama, buscando con los pies las pantuflas, tratando de
abrir los ojos en la media luz para no chocar los muebles, hasta el baño
adyacente a la habitación a lavarme la cara.
La calidez de la casa cerrada y alfombrada, el valor sentimental de los adornos encima de las repisas, como ese pedazo de vidrio extrañamente deformado…
Las fotos de mis hijos, que crecen y crecen, sanos y fuertes…
Agradezco en primer lugar a Dios por bendecir mi vida.
Camino hacia el baño, inspirándome mientras pienso
en el día, que pareciera continuarse en mi cabeza, con solo un segundo ínfimo
como paréntesis representado por el sueño y la noche.
Camino hacia el baño y es como si caminara por el pasillo hacia mi oficina, ensayo la entonación dela voz cuando le pida a la secretaria que me pase el resumen de ventas de la región noreste, con el registro adjunto de transacciones comerciales inmobiliarias del último año.
Sé que voy a descubrir una relación. Aunque deba disponer del tiempo del almuerzo en familia y dejar al azar de la inconsistencia de la madre, las preguntas y necesidades de los niños (inconsistencia en el plano mental, aunque en el manejo de la casa, que, por otra parte, se transforma en eficiencia, minuciosa y exacta como un libro de actas).
Lo hare aunque ellos no
entiendan que es parte de su futuro: un día perdido a cuenta del bienestar,
mañana me lo agradecerán cuando tengan la posibilidad de ser hombres, y Emilia
de ser una buena esposa.
Como si yo hubiera nacido pisando estas alfombras, como si yo hubiera comido cinco veces al día, y servilletas y… A veces me pregunto si no estaré dando demasiado, si no estaré malcriando a estas criaturas. Pero tampoco podría darles menos.
…Y debe haber una
relación (pienso, volviendo a la oficina) ¡Si la encuentro podría adelantarme
lo suficiente, comprar las propiedades antes que ellos y revendérselas sin
siquiera tener que ir a verlas!
¡Ah sí! Marita se divertirá yendo
con los niños a desmantelar los antiguos caserones, llenando el patio y la
galería de trastos viejos, renovándolos y esparciéndolos por la casa, llevando
el resto a los anticuarios, o dándole utilidades sorprendentes como ese juego
de macetas hecho con tinajas de aluminio, que pintaron con Emilia y fueron a
comprar juntas la tierra y las flores para poblarlas.
Flores, donde hay una mujer debe haber flores, es una garantía de calidad, no me gustan pero lo acepto, y así dejo en manos también de Marita toda la educación de Emilita, salvo temas fundamentales en que debo ser consultado, pero confío en los resultados, ciertamente.
Por
suerte existen las mujeres para encargarse de estos temas, sino serian una
distracción atenazante, y los negocios, y el futuro, y el trabajo se verían
contaminados por la blandura de las tareas sentimentales de la decoración del
hogar y la crianza de los hijos, entre otras…menos importantes…
Hoy estoy realmente cansado, debo haber
dormido mal, pero yo sé que cuando la mente trabaja durante el sueño, por la
mañana aparece la respuesta como un chasquido de dedos, y mi cerebro empieza a
descargar la información digerida en las horas de reposo absoluto.
… ¿Por qué no recuerdo el nombre de la sirvienta?
¿Qué es todo este polvo y desorden? Sin dudas habrán estado jugando los niños ayer y nadie me avisa nada, saben que mi furia no dura todo el día y que si no me entero a tiempo, casi siempre alivio el castigo, pero esto… los marcos de las fotos…
Ya es demasiado, pegado así como si fuera un collage, el juego de muebles inigualable, laqueado a mano en tardes y tardes de sol, rayado como si fuera un mapa caminero.
Marita va a llorar de impotencia, estoy seguro,
controlo mi ira hasta que pueda bajar a desayunar, y abro la puerta del baño:
aceite, anoto mentalmente, en los goznes, todo tengo que pensarlo…
¡Otra sorpresa! El espejo no existe, deben haberlo roto, esto tendrá un castigo ejemplar, de la amargura apenas si puedo levantar los pies para caminar, realmente un día que empieza así no puede terminar sino peor, me lavo la cara, me asombran mis manos arrugadas, pero no las veo, no quiero entender, solo terminar el trámite de despertarme.
Abro la puerta del mueble destartalado, ahora si lo estoy viendo bien, y la ropa tirada descuidadamente sobre la cama, lloraría si la debilidad fuera un vicio en mi vida, pero sigo adelante ofuscado, el espejo recorre los sacos y las corbatas mientras gira la puerta hasta quedar frente a mi cara, pero no es mi cara, en la puerta del ropero lo que hay es una ventana donde un viejo decrepito mira con miedo, y los ojos muy abiertos, la boca entreabierta para dejar escapar un hilo de baba, arrugas y manchas en la piel, y el pelo blanco de un hombre anciano.
Me congelo, nunca me había sentido tan en peligro,
y alcanzo a dar un grito mientras giro hacia la puerta lateral, la que da hacia
la puerta de la pieza de Marita.
Un libro suena al caer contra el piso, como le gusta leer por las noches, siempre se queda dormida, jamás me escucho gritar así, debe estar asustada, abro la puerta para explicarle lo que no termino de entender pero la cama está vacía, y en su lugar, en un sillón, no termina sino de despertarse otra persona, una mujer, en traje de enfermera, cada vez estoy más confuso
¿¡Donde esta Marita!? Grito y me exalto. Ahora siento que mi cabeza es una turbina de pensamientos que no terminan de definirse, como si faltara un gancho para pescar alguno al voleo y empezar una serie que pudiera servir para hacer alguna pregunta útil, ya que no explicar nada.
La mujer se levanta y me habla ¿Cómo sabe mi nombre?
Gerardo, Gerardo, Gerardo… insiste aferrándome delos hombros, lo que en mi fuero interno agradezco porque a decir verdad siento que mis piernas han dejado de temblar para aflojarse, para rendirse al choque de la monstruosa evidencia de lo incomprensible, me manipula hasta que logra sentarme sobre la cama.
La miro servirme un vaso de agua, algo me dice que es parte de una rutina, una pastilla que me dice que debo tomar, y me habla mientras toma mis manos suavemente, lamento no haberle hablado así un solo día a mis hijos, algo me dice que esta es mi vida, pero también algo me dice que es solo un sueño, producido por el exceso de trabajo…
Ya se, estoy en la oficina, me desmayé y me está
reanimando mi secretaria, cierro los ojos, saboreo el agua sorbo a sorbo, el
sabor del ritual, siento el peso desaparecer de mi mente, empiezo a escuchar
los ruidos de la ciudad que se despierta, nada concuerda o nada es real, o yo
no soy real pero no importa, el acolchado bajo mi pijama es real, escucho como
un sueño su voz que dice…
¡Bueno vamos abriendo los ojos despacito, sin caernos, hoy hace un hermoso día de sol…! Y sin poder evitarlo para siempre, finalmente los abro y la veo, su sonrisa que trata de llevarme a un estado que no persigo, que no necesito.
La enfermera ve la alegría como una necesidad, y empieza el día con un chiste, y lava mis lágrimas con su pañuelo, y me deja sentado mientras abre la ventana y llena todo de luz.
Y yo espero que me diga que hacer, porque
todavía no entiendo que me pasó, dónde estoy, quien soy realmente, ni fecha
alguna en el calendario más que alguna hora incierta de la mañana… del año
equis en algún lugar que puede ser mi casa, como no…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Que te parece?