21 abril

El secreto

 

 

No todas las flores nacieron para ser cortadas, sino para dar semilla, me decía mientras volvía a casa, al insomnio y la nostalgia de haber vislumbrado un pedazo intacto del paraíso.  

  Caminaba respirando universos enteros en cada bocanada de aire, vivo, espeso como agua en mis pulmones, y yo mismo me sentía como un chorro de agua que fluía y se derramaba sobre mi propia sombra. …

  Dormir y despertar ya eran tramites que enmarcaban un matiz del mundo que no podía dar a conocer sin ponerlo en riesgo, y del cual no hubiera podido obtener pruebas sin convertirme en un depredador, tampoco me importaba gran cosa informar de nada.  

  Mis pies sucios de barro volvían por el sendero, los mismos pies que pisaban la resaca de siempre, pero no eran los mismos.  Yo no volvería a ser el mismo, definitivamente. 

  En realidad no recuerdo como había llegado tan lejos, buscaba cada día nuevas playas, más salvajes y lejanas, donde pescar con tranquilidad, donde obtener un gran pez que pudiera vender para pagar las cuentas y comprar harina y azúcar, yerba, anzuelos…  

  Era mi intención hacer fuego y comer alguna boguita en la misma playa, mientras esperaba, al calor de la selva y la arena finamente filtrada por la corriente. 

  En realidad el pique no me importaba tanto como el hecho de pescar, de estar tenso y atento a un borde de brillo en el agua, a una mínima variación que me permitiera anticiparme.  

  Sin embargo esa tarde todo iba creciendo en el aire tanto como en el agua, en el tiempo como en el espacio entre las cosas, como un brote de magia que nace del vacío mismo y no puede dejar de emitir chispas.

  Tal vez ella me había hipnotizado, con su sola presencia extrañamente cercana, fabulosamente real, curiosa y pura, su cola iba y venía contra la arena haciendo un ruido rítmico que duró lo suficiente para dejar mi voluntad en sus manos, sin concesiones.  

  Solo fui consciente del ruido al momento de dejar de escucharlo, aunque no era áspero como las piedras que se iban metiendo en el agua, sino como si un niño jugara con arena fina haciéndola caer de una manito a otra, el ruido tenía entonces olor a piel y textura de pasto brotando en medio del bosque.

  No sé cuánto tiempo tarde en girar la cabeza, solo que al darme vuelta el tiempo mismo había perdido sentido y una leve penumbra jugaba entre los árboles y la pequeña ensenada. 

 Había hecho aparición la criatura más extraña y hermosa que vi en mi vida.

   Sus ojos me miraban pero no eran sus ojos una mirada, sino que estaban fundidos con todo lo demás, como un tapiz que saliera del centro de su iris y se enmarcara entrelazado en la fresca arena de la costa, en las ramas horizontales de los musgosos arboles indiferentes. 

  El largo cuchillo clavado de un golpe en la arena, mansamente perdió sentido ante ella, que me miraba curiosa y tímida, asombrada al parecer de verme, como si yo fuera el que había salido del agua. 

  Un espacio en blanco barrio con todos mis pensamientos (ya no servían para nada) y un puño agarro mi estómago, y desde ahí tiro de mi cuerpo hacia adentro, licuando todos mis posibles movimientos, dejándome como una red tendida al sol, como si no tuviera más cuerpo sino solo viento pasando impunemente entre los agujeros y los nudos… 

  Respire profundamente esperando que se fuera, pero seguía ahí, y recién entonces pude verla un poco más detenidamente, tanto como ella me observaba a mí.

  En su pelo, negro derramándose sobre la arena, se enroscaban algunos caracoles lentos, y su cara extraña, humana en un cuerpo ajeno, era de la más hermosa y suave tez que yo hubiera soñado alguna vez, un ligero movimiento, reacomodándose, sacudió su pelo dejándome vislumbrar sus senos, y supe que no iba a volver a dormir sin soñar con ella.

   Jugaba con una escama que se había sacado de algún lado, un entramado de ramitas se movía bajo sus orejas, y una piedra transparente finamente engarzada colgaba de su cuello, enredándose en su pelo, antes de las primeras escamas que empezaban a nacer bajo su pecho, luego su cuerpo se envolvía de una fina cintura, que en vez de dar lugar a piernas humanas, daba nacimiento entre sus caderas al inicio de una cola de pez increíblemente hermosa y brillante, completamente de otro mundo.

  Yo que estaba acostumbrado a filetear peces sin compasión, vi por primera vez como la conciencia movía cada musculo cada pequeña aleta, cada nervio musgoso entre la membrana semitransparente de su fuerte aleta final, en un despliegue de vida sagrada y diáfana.  

  Nos miramos y yo lentamente me gire para no asustarla, y ella asombrada miraba mis piernas, que crucé como para que se dé cuenta que no pretendía hacerle daño.  

  Y así pasamos algunos minutos, observándonos sin palabras, nutriéndonos con la sensación de estar ante una criatura de otro elemento, haciéndome sentir único, especial, aun con mis tontas piernas, que ya estaban empezándome a parecer inútiles y grotescas. 

  En un momento se dio vuelta ¿La había asustado? Pero eran dos cabezas en el agua. Pensé que nos habían descubierto y saldría huyendo, yo estaba seguro que no dejaría que ningún pescador le hiciera daño, pero eran ojos intensos como los suyos, y un deslizarse sobre el agua mirándome también, que no dejaba dudas. 

  Estaba siendo testigo de otro mundo.

  Sentí que me decía adiós acudiendo a su llamado, y el rio salpicando su cuerpo, el agua inusualmente transparente, empezó a rodearla como el crepúsculo rodea a una puesta de sol magnifica, dejándonos inquietos y aprehensivos en la noche oscura. 

  Volví tropezando a casa, porque el crepúsculo era real, y la selva se cerraba en torno a mí, una extraña tranquilidad me había ganado, un desapego, una sensación de amor que me hacía ver el mundo de otra forma, mi rancho parado sobre ramas curvas, la tierra apisonada de la entrada, el montón de cenizas bajo la parrilla, todo tenía un significado intenso y nuevo.  

  Me agache dejando mi bolso en el suelo mientras recogía un puñado de escamas entre mis manos: me quede mirándolas largamente, no sé si podría volver a comer alguna vez pescado, una sensación en mi garganta me atenazaba subiendo hasta mi cara hasta que logro salir por mis ojos, hasta que las lágrimas calientes me redimieron, cristalizando la confusa paz de pez fuera del agua en que me sentía morir mansamente.  En las callejuelas de arena los pescadores seguían volviendo del rio… 

  ¿Si había sido real, porque no había pasado ninguno en ese momento, porque parecía un paisaje de otro mundo?  

  Nos gritamos como siempre al pasar, haciéndonos las mismas preguntas y comentarios de siempre, el mundo de siempre, las aletas en los baldes bajaban hacia el pueblo, para volverse arroz y azúcar, tabaco y anzuelos… de repente mire la red oreándose tendida entre dos palos y me pareció tan cruel que en ese mismo momento tome la decisión de deshacerme de ella.

 

  Al otro día la vendí, comprando algunas frutas frescas, envolviéndolas en hojas de bananero para que no se ensucien con el bolso vacío: solo ahí me di cuenta que había dejado, en la lejana playa, las líneas tendidas, mi hermoso cuchillo clavado en la arena, y las ramas secas acomodadas listas para encender el fuego. Era casi mediodía.

   …¿Tanto había caminado? ¿Otra vez me gano la tarde llegando a la oculta ensenada salvaje, o era la hora eterna de ese lugar?  El mango de madera dura sobresalía del suelo, mostrando ahora la hoja, como si lo hubieran sacado para mirarlo y vuelto a clavar respetuosamente. 

 Pensé en el extraordinario filo del viejo acero y me dio miedo que se pudiera haber lastimado, porque todo era real en ese lugar, y no había dudas, pero no había afortunadamente gota de sangre alguna. 

  Extendí las frutas sobre una hoja de bananero en la orilla, y espere sentado, hasta que no hubo más pensamientos que pudieran interferir en mi serenidad. Las líneas, los anzuelos, el cuchillo envainado ya descansaban en el bolso. 

  Mirando la superficie del agua hasta que me dolían los ojos, esperaba verla aparecer ansioso por darle mi regalo de paz, mi agradecimiento.

   Como humo, una cabeza se destacó entre las piedras, y luego otra, mirándome, y hundiéndose las dos nuevamente cuando ella surgió del agua.  Me salpico un poco al salir, coleteando, y su pelo sobre la espalda dejaba ver su magnífica desnudez. 

   ¿Podría seguir mi vida normal si la tocaba? Pensaba hipnotizado al ir a su encuentro… asombrada, giraba un durazno jugoso entre sus dedos largos, y se hundió con él en el agua, pensé que la había asustado, desconsolado, pero un minuto después volvió a salir con un hermoso patí que sostenía desde las agallas.  

 Lo tome entre sus manos rozando sus dedos, nos quedamos mirando.  Era demasiado extraño nuestro encuentro, y yo sentía que si seguía enamorándome sin remedio, iba a perder el contacto con el mundo que conocía.

   El pescado se movía lánguidamente entre nuestras manos, mis pies en el agua, mi brazo extendiéndose, mis dedos empezando a recorrer los suyos, y después la suave piel de su brazo y después su pelo, el contorno de su oreja…

  Comunicándonos sin palabras nos dijimos todo, y una mezcla total de sentimientos, una añoranza de lo indescriptible, me iba ganando al saber que tal vez sería la última vez que la viera. Paso un minuto así, hasta que otras criaturas llamaron su atención. 

  Nos separamos trabajosamente, y luego de sus manos broto un espacio de luz que flotaba entre chispas vivas, lo soplo hacia mi cuerpo y yo me sentí curado de todo mal, de todo daño que hubiera adentro mío.  Aunque la respiración en su pecho movía su turgente piel, no me anime a insinuar tocarla, podría haber sido una ventana irredimible a la locura.  

 Salí del agua creo, junte mis cosas supongo, intuyo que camine lentamente hasta mi casa.  Mientras, mi cabeza desplegaba un catálogo infinito de todas las cosas hermosas y simples del mundo.

 …El fresco patí se volvería harina y huevos, para hacer unas tortillas y seguir mi vida de siempre, como si fuera mi vida de siempre, haciendo los mismos comentarios con los viejos pescadores sin revelar mi secreto, como si yo fuera el mismo.

  Enrolle el hilo en la aguja de madera y empecé a tejer la nueva red.

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