Un hilo del destino se ofrece, como una travesía, una posibilidad. Las probabilidades de éxito son prometedoramente una en un millón, si llegan a tanto, y la tarea se define como eterna, aunque hermosa en su sentido abstracto y total.
Asirse a esta línea en el universo, es sin dudas, a pesar de su esquiva inasibilidad, más coherente que seguir las carreteras de la homogenización social que nos descaracterizan.
En su aparente fragilidad, la fibra del espíritu que la agita la hace tan fuerte que sin darnos cuenta un día somos (¿Llegaremos a serlo?) Uno con el camino, y los parámetros pierden su estricto significado.
Tiempo y espacio no son verdades, sino fluctuaciones a las
que nos podemos acomodar, y en un área acotada como la cabeza de un alfiler brota
el interminable despliegue del fluir de la vida, en un eterno segundo que no
nos alcanza el año entero para extenderlo.
Pero incluso antes que podamos seguirlo el viento eterno que barre lo inconmensurable borra todo rastro a mitad de camino, dejándonos solos, mojados e indefensos en medio de la nada.
Y quedamos esperando una señal, sin lazos que nos permitan alcanzar el refugio de la sociabilidad, sin rutinas que nos absorban en la seguridad de no pensar en nada, sin recursos aparentes, sin un fin practico que nos dé una excusa para ponernos en marcha.
Y la mirada se vuelve
sobre si misma porque en esa oscuridad no hay nada que mirar sino tal
vez solo mirarse, como último recurso, como único lazo aun visible
con la humanidad que nos esquiva desde adentro.
Y llegar entonces a los confines de lo ignorado, de lo dejado de lado por comodidad, por desidia, se vuelve trabajoso por la nostalgia atenazante de mitad de camino, cuando mirar para atrás se vuelve una necesidad que ya no nos aporta nada, teniendo la nada adelante y un montón de escombros sin sentido a nuestras espaldas…
No hemos ordenado los restos y eso nos detiene, nos lastima como una sensación palpable de que nos persiguen en cuanto volvemos la cabeza. Pero no podemos volver porque el hecho mismo de volver atrás se ha convertido en una ficción que no es parte de nuestro esfuerzo.
Aun así, debemos seguir y componer los
pedazos olvidados nuevamente hasta fortalecer un nuevo punto fijo donde poner
la cabecera del puente, con palabras que desperdigaron su sentido, con tiempo y
espacio que se mareo a si mismo de tanto retorcerse sin lograr convencernos de
que estábamos ahí.
Llegará el día en que, aun con un pie en cada lado, pero firmes, podamos dar el paso sin pensar y olvidar todo lo superfluo, antes que el abismo se abra más y nos parta al medio en dos pedazos irreconciliables, escindidos en nuestra nueva forma de parecernos a nosotros mismos.
Es por eso que ya no tengo dudas, aunque tampoco certezas, construyendo un armazón desconocido, sin herramientas: el etéreo y pegajoso plumaje de un ave que no nació.
Pero no me atare nuevamente a la necesidad mezquina de dormir con la panza llena, ni a la aparente mejoría de lograr mis cometidos, no me dejare llevar por la corriente de los insensatos que buscan llenar el tiempo, ni por la voluntad esclava de sobresalir.
Cada vez que miro a mí alrededor solo veo trastos viejos
que tendría que tirar sin más demora y sin embargo me detengo por encontrarle
un sentido que me permita recordar el fondo de los hechos. Pero nada
queda.
Como pirata afilo mi barco, para que no me alcancen en el medio del mar, con viento a favor llego a la isla desierta donde solo hay arena y entierro el tesoro para olvidarlo y salir de nuevo, aunque queda el mapa.
Aun cuando muera de aburrimiento un día leeré sus signos incomprensibles y una inquietud inclasificable me llevara a buscar otra vez las señales, los viejos caminos entre las corrientes y los vientos, y entenderé que un día no pensaba en engordar con los pies sobre la mesa, indolente y sucio de ideas preconcebidas.
No hay un metro que se pierda, no hay un escalón que se haya subido en vano, teniendo el paisaje volador como reliquia de nuestros ojos, cada instante cuenta, para siempre, y es mejor no haberlo desperdiciado.
Es tan limitada la energía que podemos dedicar a lo único que importa (¿O no nacimos para ser libres?)
Que
podemos perdernos para siempre con solo sentirnos derrotados, y eso sí sería
insoportable, terminar después de todo cambiando de canal en la eternidad de
esperar que nos sirvan la comida, o buscando gurúes en la biblioteca de la
escuela.
Hoy decidí, como cada día, dedicar todas mis fuerzas a buscar la libertad, a elevarme sobre las ataduras humanas de esta sociedad, y llegar un poco más cerca de lo que une mi esencia con el universo en expansión, con la furia de darse eternamente del sol.
Pero como un gato, le ronroneo a mi propia sombra y me estiro,
y pospongo el momento de ponerme en marcha, tal vez me vuelva un poco más
coherente después de hacer un poco de orden, cuando empiece por lo más básico,
y me decida a lavar los platos.
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