06 mayo

Cuidando la pelota...

  

 

  El mundo debe estar cambiando….

  ¿Debe? 

  No, está cambiando, sin dudas, cuanto antes nos hagamos cargo de eso, menos tiempo perderemos. La otra vez me cruce con un policía cantando, por la calle, a plena luz del día, impunemente en su viejo gastado uniforme, caminaba y cantaba al sol. 

  Sonreía y la gente que ni siquiera lo notaba, yendo o volviendo del estrés de su trabajo, cansada y de mal humor. 

  La otra vez vi a un policía feliz, feliz por caminar al sol, tal vez enamorado de algo más que su nueve milímetros, tal vez feliz por estar vivo, por ser.

  Y el mismo día me cruce con ese vendedor de anteojos, al que tuve que esquivar de su ambición y su insistencia, solo para verlo en pose de estrella, sojuzgando a sus hijos, para no perder un segundo, vendiendo productos sin futuro para envenenarse mejor.  

  Y charlando con la mujer policía, esa mujer gorda y grandota de guardia en la feria, que lo escuchaba hablar delos niños bla bla bla ¿Lo escucharía?  

  Y él, que se daba importancia “…y yo fui el que avisó a la policía, porque estaban molestando…” y bla bla bla y destilando su discurso vacío de adicto y la mujer que no despegaba los ojos de los gurises que saltaban y tiraban agua del bebedero y se bañaban abajo del chorro, y corrían y saltaban al monumento y de ahí al cantero y de ahí abañarse de nuevo entre la gente decente correctamente indiferente.

La gorda miraba con una ternura total a los niños, temblando al sol, sin dejar de jugar, la sonrisa de oreja a oreja, cruzada de brazos tal vez para contenerse y atenerse al reglamento y no ir a abrazarlos y besarlos, alzarlos y tirarlos para arriba y hacerles cosquillas en su alegría de indigentes sin zapatillas sin remera, sin techo, sin vergüenza.

  Y el tipo que hablaba sin dejar de mirar el puesto con los ojos como platos sin nadie que lo escuche pero que importa.  

  Mientras, el padre de los niños esperaba tal vez un rato más para ir a firmar a la comisaria, la libertad condicional, como todos los viernes, como cada semana, y la madre esperaba a la sombra tomando un trago lento cuidando la pelota.  

  Me alegro que mis hijos hayan jugado con ellos pero jamás perdería mi tiempo con el vendedor de anteojos, mi mundo se construye con barro nuevo.

 ¿Y por qué…?                                     

  …Porque ya trabajé para las petroleras, ya vendí gases industriales para soldar las estructuras delas torres de extracción.

  Y me acalambre en una computadora facturando, imprimiendo papeles y papeles caprichosos y falsos.

   Escuché todas las llamadas entre los ministros, secretarios y los empresarios viles repartiéndose las licitaciones a precio prefijado.

  Ya corté bosques enteros y seguí adelante sin mirar los pichones en los nidos caídos, solo para llegar a los campamentos miserables a comer un té de carbón y pasta de harina.  

  Como a la madrugada, como el día anterior, como cada día. Ya convertí esos troncos en postes pelados, curados con bromuro y arsénico, en tablas de todas las medidas, en molduras y machimbres, en toneladas de aserrín y residuos quemándose noche y día sin parar, en el calor subtropical. Ya convertí esas tablas en muebles lustrados, en cuadros labrados moldurados y tallados, teñidos, pulidos, laqueados.

  Ya planté semillas transgénicas en superficies de miles de hectáreas, desmonte la selva en galería, absorbí los acuíferos y los arroyos cambiando peces por cultivos insanos para que los más ricos no dejen de serlo, para que los más pobres no dejen de serlo. 

  Ya dejé las colinas peladas lisas a punto para ser llevadas por la erosión. Ya convertí la tierra en pasto, el pasto en carne, la carne en un animal pataleando colgando de un gancho después del marronazo en la cabeza, y esa agonía en un bife chirriante en la parrilla.  

  Ya salvé peces tirados en la explanada del puerto, con mi hijo, largándolos al agua, ante la censura de los pescadores, y me congele horas con mi hija mirando un pájaro entre las hojas, darle de comer a sus pichones.

  Ya estuve preso injustamente, solo para que el sistema funcione, y tuve miedo en las calles y frio en la oscuridad, ya me dedique a insultar enciclopédicamente a un policía, y decidí no subir más a un patrullero, y vi las más grandes injusticias y delitos cometidos por los cuidadores de la ley.  

  Ya fui pasto de la hipocresía, de la habladuría, de la felonía. Ya me cercaron y pegaron por la espalda y limé mis dientes de masticar bronca durante días y días esperando una ventana a la venganza.  

  Ya me deje llevar por el amor y el desamor, y dormí y deje de dormir por un sentimiento, y afile todas mis armas para defender un territorio perdido y ajeno, sin pensar en quedarme después.

 Ya fui perseguido por las corporaciones, descartado por el estado, amenazado por los millonarios, castigado por sus capataces… 

  Y sangré, sangré litros incalculables de sangre roja, caliente, humana, solo para que la sangre tenga un sentido más amplio que mover el sillón para ver la tele, y discutir por días y días si fue o no penal… 

  Ya regalé más de media docena de televisores, y leí un diario el año pasado, y escucho música que no conozco solo para saber que existe otro, otra cosa más que yo.  

  Nunca dejé de mirar, siempre estuve ahí, sangrando en mi piel, en mi mente por el látigo de mis esclavizadores.  

  Sin dejar de pensar en mi lugar, mi papel, tan similar al matado, al muerto que mataba, la vida como un espejo de dos caras donde no hay lugar para entristecerse ni arrepentirse, donde la piedad no tiene lugar ni sentido, donde solo vida es vida, y a veces muerte. 

Y me senté frente a una lechuga escuchándola crecer, y alimente lombrices, y robe flores para mi amor, encarcele pájaros y los solté otra vez.  

   Y escuché a los inicuos otra vez como si hubiera un día en que llegarían por casualidad a la certeza que se pueda practicar, a la coherencia que se pueda multiplicar, y los vi, cercenando conciencias, mutilando y esterilizando vidas enteras solo para ganar un lugar más cerca de los tiburones, y los vi, tantas veces flotando aterrados, esperando ser comidos del todo cuando no pudieron cumplir la cuota…

  Y cada día sale el sol y es una nueva oportunidad, y cuido mi árbol, mi flor, mi pedazo de mundo, riego mi corazón con este amor que me llega en oleadas, en ráfagas, en refucilos.  

  Y empujo mis hijos hacia la libertad y los invito  un día a gritar, porque es gratis, porque no tengo para el helado, para el pelotero, para… Vida es vida, más vale vivir que arrepentirse, más vale caer que tropezar, más vale equivocarse que quedarse con la duda…

  Pero no me arrepiento de estar al costado, al borde del sistema, un brote nuevo vale la pena cuando un policía olvida el garrote por un segundo, cuando un político duda y piensa por un segundo en decir la primera verdad de su vida, cuando un niño se da cuenta que para sonreír no necesita consumo, que no es el dinero lo queda felicidad, y camino y sigo, y hago lo mismo que ayer, que mañana: río, vivo y soy.



 

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