02 mayo

El día que el Enano lloró



 


 

 

Fraternidad 

Michino, Cuña, Cotato, Enano, Bulón, Cristian, Maneco, Motita, Calculín y yo, estábamos charlando en la punta del muelle, teníamos algo importante que decidir, antes de salir a hacer la recorrida.  

  Estábamos indignados y dolidos, porque el hasta hace poco buen compañero, se había vuelto muy raro en estas semanas.  Pero la coronación fue ayer mismo, cuando Bulón y Motita lo cruzaron en el centro: ellos iban tarjeteando y él se cruza, desconociéndolos, bien enropado y con una chica… ¡De la manito! 

  Y cuando lo van a saludar, sorprendidos también por el  encuentro, les hace chau con la cabeza casi sin mirar y sigue de largo agarrado de la nena.  La verdad que una lástima porque hasta ahora era el que más encaraba y el que casi siempre resolvía los problemas en el grupo, tal vez por ser el más grande, pero ya no hay vuelta atrás, la decisión está tomada. Expulsión total.

  Obviamente no tuvimos que hablar mucho para lograrlo, todos pensábamos lo mismo, casi que su último acto fue unirnos a los que quedábamos...así que, liquidado el asunto, arrancamos a los saltos, el Motita salió haciendo equilibrio sobre la baranda, a pesar del viento, y ya iba casi llegando a la punta del muelle, pero cayó. Como venía inclinado en contra del viento a la primer ráfaga contraria se vino abajo! Pum!  Igual, rompió su marca! Capo. 

 Ya habíamos terminado de laburar, menos Gatito que le había tocado una fiesta en su cuadra, y todavía estaba en eso, el resto de la gente había desaparecido en un ratito, ya era hora, y empezamos a recorrer la costanera recolectando gaseosas y pizzas que no habían terminado de comerse, la gente es tan sucia que casi nunca tenemos que sacar las cosas de la basura, dejan todo tirado donde estaban nomas. 

  Cada cual va ganando lo suyo, aunque cuando aparece una pizza entera, lo cual es casi seguro, paramos y la partimos entre todos. A mitad de camino ya estamos pipones, igual ya no hay nada más.  

De la nada, de repente, el Enano se encontró un celular y hace que habla, re contento, y ya íbamos pensando en volver para el barrio cuando pasando el portón del puerto un vaso grande de esos de medio litro estaba ahí solitario, pero lleno hasta el borde...

 Michino lo huele y dice que es Gancia, y como todos lo estábamos mirando y nadie decía nada, se toma un trago y lo pasa, y así vamos tomando un trago cada uno, cuando me toca mi turno ya le voy viendo la cara a los demás parece que quedan más abombados que de costumbre, es dulce, pero no tan fuerte…

   Me agarra tal calor en todo el cuerpo, pero más en el pecho, que me tengo que sacar inmediatamente el buzo.  Le paso el vaso a Michino que me señalaba cagándose de risa y empieza la ronda otra vez, y otra vez hasta que se acaba.  Michino tira la última gota al pasto y todos aplaudimos, transpirando a pesar del frio, alegres y a los gritos, mientras suena el celu del Enano y atiende.  Cuando le emboca a la tecla, no puede ni hablar de la risa, parece que el dueño reclama el teléfono y lo está mandando a la concha de la lora, lo judea y lo caga a puteadas. 

 Se está divirtiendo en eso cuando de repente mira para el costado con una cara de susto que hace que todos miremos también: parado arriba de una mesa a cien metros hay un tipo hablando por celular mirando para acá!  Salta, se sube al auto y cierra la puerta.  

  Casi me meo de risa de cómo nos despatarramos todos por el suelo al intentar salir corriendo ¡Parece que el Gancia pega fuerte! Calculín se queda sentado cagándose de risa pero Maneco lo levanta y salen, ya sabemos que por uno paga cualquiera, y el auto todavía está lejos por los lomos de burro y las curvas.

 Nos mandamos por la calle cortada y pasamos por la puertita: ya está, el boludo llega y escuchamos como frena contra la pared, da marcha atrás y rodea la manzana, mientras nosotros salimos por donde veníamos y nos vamos a los eucaliptus. 

  El tipo llama de nuevo, ahora no esta tan malo. Ofrece cincuenta pesos por el teléfono?  El Enano le dice quinientos!  Hasta nosotros escuchamos las puteadas del infeliz, pero el Enano es inflexible, para mí que el tipo se va gastando quinientos pesos en discutir con él nomas, pero según Cristian debe tener numero gratis, así que nos seguimos divirtiendo mientras el Enano justifica su precio haciendo la cuenta de su familia, sus hermanitos y todos los gastos que tiene y mil boludeces más.  

  Al ratito empieza a hablar distinto, más respetuoso y ya le cambia la cara hasta que por ahí se le iluminan los ojos, queda callado, y se arrima para el lado de la calle, entonces le va indicando como llegar al dueño del teléfono, no entendemos nada hasta que frena el auto ¡Un autazo! Seguro que se maneja solo! 

  Y se baja una gringa con un par de billetes flameando en la mano, miramos congelados como charlan hasta que se hace el intercambio, la mujer le frota la cabeza y lo abraza y le da un beso, además de la plata.  No podemos creer, porque además de dejarse manosear así, el Enano le da los billetes de nuevo.

  El garca nos mira agarrado al volante, seguro que también tiene una casa de la concha de la lora… ¡Rata!  Y todavía nos sorprendemos más cuando la señora le vuelve a dar la plata de nuevo a él, vemos como le acaricia la cara y se va, saludándonos a todos con la mano, y nos tira un beso.  Chau! Que loco!!

  Apenas giran las ruedas corremos todos para donde quedo el Enano, apichonado como una garza a las siete de la mañana, nadie se anima a molestarlo, dos hilos de agua le escurren de los ojos, Bulón le dice bueno ya está, y le pasa el brazo por el hombro y ahí ya se larga a llorar despacito, abrazado y temblando, casi lloramos todos, yo mismo estoy lagrimeando y no sé porque.

  Un tipo duro el enano, no lloró ni cuando los prefectos nos encerraron en el baño, ¿Qué le habrá dicho la señora? ¡Capaz lo adoptan!… El boludo de Cuña mira burlesco, torciendo la jeta.  Él tiene familia, no entiende nada, llega a abrir la boca y se la parto de una piña.

  Nadie cuenta, nadie pregunta, ya habrá tiempo, vamos caminando sin hablar giladas por un rato, a dormir al vagón.  Ni sé cuánta plata le dieron por el teléfono.

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