Voy con mi hijo al parque, uno de los pocos lugares donde todavía se pueden expresar los niños a través de sus propios infantiles pensamientos, de sus propios pequeños cuerpos y pequeñas posibilidades.
Un lugar donde a pesar de todo el andamiaje tecnológico y químico del mundo todavía pueden poner en marcha sus pequeños proyectos de niños en crecimiento: jugar, trepar, saltar, correr, gritar, observar… Reconocerse como iguales y hacerse amigos en un segundo, aunque no vuelvan a verse tal vez, compartir el espacio, los juguetes, los juegos, la intención simple de ser felices con poco, con nada…
Como en un documental, mamá, papá, otros adultos responsables, levantan la cabeza cada tanto, buscan, identifican, vuelven a su posición expectante…
De vez en cuando, raramente,
deciden intervenir para resolver algún pequeño problema.
Claro que, aunque no hay pantallas gigantes, el cerco de la modernidad se extiende de alguna manera sobre todo, con puestos de dulces de colores híper concentrados y tóxicos que irán generando la tendencia a la adicción sin preguntas que promueve el sistema, vendedores ambulantes insisten y convencen, mientras los pequeños saltan y corren y trepan, caen y se golpean, lloran y se levantan, ríen y gritan otra vez sin tiempo de lamentarse… todo muy artesanal, disperso, sin un centro lógico, pero ahí se están juntando…
¡Ah, hay un payaso! ¡Vamos a
verlo! Admiro a estos nómades que probando la suerte se dedican a sus
espectáculos callejeros…
Claro, son niños, muy pequeños la mayoría, inofensivos al ciento por ciento, pero se juntan en una tribu instantánea, homogénea y compacta, frente al payaso de colores y globos, de artefactos y diábolos, de títeres y sombreros en su bicicleta multicolor… después de diez minutos reclamando a las madres que saquen a sus hijos, riéndose de ellos, comienza el show con dos niñas a las que les enseña a posar y sonreír como escenario de sus juegos, no pasara mucho sin que le regale un globo a una de ellas, que se esforzara en darle un beso a cambio, que el payaso esquiva una y otra vez hasta que lo logra…
¡Muy bien, antes de los siete años dejemos claro que el amor se intercambia por objetos y que el chantaje da poder, que todo esta tan normalizado que el público ríe y eso está bien, que la humillación es graciosa hasta para la propia víctima si a cambio de eso obtenemos algo!
¿Sabrá el señor payaso, que a esas niñas les
volverán a ofrecer lo mismo cada día? ¿que por algunos segundos está educando a
decenas de niños que absorben sus estrategias baratas como si fueran ideales?
¿Tal vez un poco más que un globo, por un poco más que un beso? ¿Cuánto más o
menos costara su vida a través del negocio de su amor y de su cuerpo? ¿Cuántos
niños y niñas de no más de trece años, cuando ya no esté el payaso, sonreirán
ante una dosis de cocaína?
Pero claro, no vale la pena pensar en eso, disfrutemos del show que no para nunca, entre risueñas amenazas, amistosos sacudones y gritos, amables descalificaciones, avanza número tras número. Por supuesto, son niños, no se supone que alguno lo golpee para aclarar que merece ser tratado con dignidad y respeto…
Y ahí sigue, el festival del estereotipo y la discriminación, cada ínfima actitud es comparada con alguna discapacidad o enfermedad o… Lo que sea, no importa, nadie va a pegarle al payaso delante de los niños, de sus hijos, si algún padre empieza a fruncir el ceño será parte del show, y todos podrán reírse de él, también. Ahí viene el sorteo, donde están las madres que dejaron a sus hijos solos ¿Tal vez entretenidas con el amigo?
Ah también
hay chistes para adultos, humor sexual clasista decadente de bares vacíos de la
era que estamos dejando atrás… Pero no, no termina ahí: también hay que aclarar
que el juguete de niña puede ser cambiado si se lo gana un niño, no sea cosa
que… pero bueno, es lo mismo, mi primo siempre jugaba al futbol y… (¿Los está
adoctrinando en masa, enseñándole prejuicios, discriminación, o solo es una
parábola que pretende enseñarles el valor social agregado de no salirse del perfecto
estereotipo?)
Bueno, esto es bastante decadente, no sé cómo va a hacer para levantar el show… ¡Epa! Miren ese negro, vendría perfecto para un par de chistes… no debe ser de este país donde todos fueron asesinados… (Supongo que el payaso piensa eso mientras mira al turista, negro, de piel negra, no negro por pobre) ¿De dónde es amigo? ¡¡De Cuba!! Responde sonriendo, orgulloso… ¡Ah y donde dejaste estacionada la balsa! (que poco duró la amistad) -el artista se carcajea-
¡Es una caja de sorpresas, de repente pasamos al humor geopolítico
para niños! Pero ante el cambio de expresión rotundo le aclara: es un chiste
amigo, no te vayas a enojar(que el show debe seguir) dándole un abrazo
instantáneo que al darse vuelta se convierte en expresiones y gestos
implacables y duros, completamente ofensivos, que denotan el mal olor que tenía
su víctima, el olor del negro, que más allá de llevarle una cabeza de alto y
media de cada lado, no tenía pinta de esclavo ni de payaso, sino tal vez de
profesional universitario, ya son varios los que miran espantados, sobre todo
el turista cubano, que derrochando educación y respeto se retira caminando y en silencio hacia otra
ciudad, otro destino donde no haya este tipo de payasos construyendo los peores
y más gastados parámetros perversos del mundo.
Al parecer no todos los días son tan buenos cuando el mundo cambia tan rápido, ni siquiera el racismo vende como antes… El payaso se queja de la miseria de su show, que tiene que acortar por que los niños no le dejan lugar y podría ser peligroso, el diábolo vuela alto y cada vez que lo agarra le hace un gesto ofensivo de revancha al padre que le dijo algo -o no le dijo nada, solo escondió su sonrisa ante los repetidos chistes de mal gusto, ante los ahora implacables ataques-
Al continuar, el diábolo cae al suelo y la humillación vuelve una y otra vez,
la tarde no es tan buena, no se ha recaudado lo suficiente en el sorteo, y
aclara que va a probar suerte con su show más allá pero después vuelve, que el
espectáculo sería más largo si la gente colaborara, que así no se puede seguir
mucho más… y cual sería esa colaboración, pienso yo ¿Poner una legión de
personajes distintos a lo habitual, con síndrome de Down, cuadripléjicos,
negros, chinos, gays, feos, pobres, zaparrastrosos, prostitutas, deformes, indefensos,
indios, ciegos, gordos? ¿Alcanzaría a reírse de todos, a agotar su stock de
humor?
No sé, pero regala un par de globos más, vende algunos títeres tal vez, mientras nos alejamos y le voy explicando a mi hijo el alcance y el sentido de su humor, de cada uno de sus “chistes”… Mientras el tipo con la cara extraña va a recibir un globo para su hijo, ni siquiera intenta sonreír, pero… todo sea por los niños, que son inocentes.
Alguien apuñalará algún día al payaso y dará
una nota de color en el noticiero y los diarios, lo sospecho, se lo ve muy cómodo
como para reestructurar su show… No quiero mirar más el fin bizarro y tenso de
la escena, temo que me pidan prestado mi cuchillo y no tendría argumentos para
decir que no…
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