Un día más, un nuevo clásico, en todo el país se llena de futbol hasta el último rincón accesible de la conciencia colectiva ¿De qué cuadro sos?… ¿En qué país? ¡En todos! ¡En cualquiera!
Como contrafuerte moderno del fascismo, el futbol se ha criado aceleradamente por cada rincón, como uno de los hijos pródigos de la sociedad planetaria empresarial, del gobierno mundial de hombres de negocios que lleva adelante esta gastada y caprichosa vitrina llamada planeta tierra…
Jueces y condenados, sospechosos y abogados, pobres y millonarios, rebeldes y conformistas, obreros desocupados o estresados ingenieros, ideólogos y ejecutores, todos por igual se aplastan contra el suelo antes de dar un salto y gritar el gooooooooooooooooooooooooooooooooollll de su equipo favorito.
Y luego se
apresuran a buscar a alguien del signo contrario para escupir, apedrear, burlar
o reírse en su cara, golpear, asesinar o lo que pudiera ser aceptable y legal
según los usos y costumbres, el temperamento, la presencia o no de testigos, la
disponibilidad de tiempo y otras pequeñeces que no hacen a la cuestión.
Porque no hacen falta más que jugar un par de partidos, alguna humillación o injusticia flagrante, la sed de gloria y revancha y un poco de sana violencia sectaria para decretar un “clásico”, en el barrio, en la zona, en todo el país o entre selecciones, a lo largo del mundo.
Porque es necesario ese ejercicio de guerra simulada para naturalizar todo
lo demás, es necesaria la violencia simbólica como puntapié inicial, la
deportividad como excusa para la ausencia de juicio y el cinismo colectivo que
justifica la agresión, como arma fundamental de la esclavitud humana a un concepto
siempre ajeno del poder como imposición violenta y arbitraria.
Porque el padre ateo que se enfervece dilapidando la imposición del dogma católico, o de cualquier otro tipo, no dejó de vestir a su pequeño retoño con los colores de su equipo… Claro, no es religión, es pasión, es “cultura futbolera” son “los colores” que visten su mismo corazón… pura mierda.
Como todo lo erróneo necesita marcarse en la piel antes que lo pueda definir la conciencia, como ganado, como cajas en una bodega. Lo que parecería inaceptable en otras cuestiones se vuelve natural enmarcado elegantemente en la competencia y el ejercicio físico…
¡Vamos, que no queda nada de eso! En un negocio como
cualquier otro, ganara quien tenga que ganar, en el momento adecuado que
produzca más dividendos, aunque, hoy en día, y a través de su elaborada
masificación, los dividendos son políticos, territoriales y sociales, amén de
económicos.
Por supuesto que si algo parece derivarse hacia el pueblo es el fanatismo, la sed, la voracidad de consumo en miles de artículos y souvenirs inútiles, caros y esclavizantes, porque todo se vuelve a reeditar, y hay que comprar la nueva camiseta, la nueva pelota, hay que comprar la bandera, el vaso, las medias y hasta la bombacha del club, y hay que comprar el pase de ese jugador aunque valga sesenta millones de dólares y no sepamos para que…
¿Pero no era del otro equipo? ¡¡No importa!! El dinero es un barniz
que tapa y hace olvidar todas las convicciones, ahora es nuestro, y nosotros
seguimos siendo los mismos, igualmente fanatizados, ciegos. En vez de pirámides y catedrales se
construyen estadios, donde indiferentes y bronceados gladiadores se debatirán ostentosa
y cuidadosamente tratando de hacer bien su papel, disimulando su prisa por
volver a su vida de millonarios…
Porque no es el juego, no es la habilidad lo que les están pagando, ya que todo está arreglado de antemano, perfectamente diagramado temporada a temporada, sino su carismática capacidad de manejar las masas, generando estados colectivos que puedan ser manipulados.
Los exaltados sentimientos irracionales en cualquier otro contexto, serán usados convenientemente para ajustar imponer o derribar sistemas sociales, ejecutar incomodos reacomodamientos y maniobras políticas, disimular masacres, genocidios y estafas, declarar guerras y campañas incomprensibles.
Su indiferente derivar en la masa amorfa e
impune es perfecto para mantener a toda la urdimbre social en un estado de
gracia y estupidez perfecto para justificar la permanencia del mas obsoleto,
insustentable, injusto, perverso y oligárquico sistema posible. ¡Y eso que importa si hemos ganado! ¡Y eso
que importa si hemos perdido!
En los suburbios se percibe una autentica y permanente ausencia del estado, la violencia campea a sus anchas de la mano de la prostitución y la trata, la delincuencia y el narcotráfico, y todo eso pega de lleno antes que a nada en los adolescentes que crecerán naturalizando un estado de guerra social permanente.
Mientras, disfrutaremos de los palazos de la policía sobre nuestros iguales solo porque son de otra parcialidad, olvidaremos la imposición de nuestras miserias solo porque hay partido, evaluaremos sistemas políticos, sociales y económicos en base al acceso a la televisación del encuentro o al rankeo o los éxitos y fracasos de nuestra selección.
Aportaremos sentido a nuestras vidas en el
momento exacto en que nuestro club meta un gol, y eso es bueno, porque nos
define: somos infantilmente leales y fanáticos, irracionales…
_ ¡Si! ¡Si! ¡¡Todo eso y mucho mas!! ¡Pero
cuando estoy en la tribuna(o frente al televisor) me siento hermanado y
completo y no necesito explicar nada mas, ni tener esperanza en el futuro, ni
preocuparme por construir mi comunidad o a mi mismo! ¡Es un renacer en el primitivo paraíso
olvidado donde la serpiente todavía no había aprendido a hablar!
_ ¿Pero no eras ateo?
_ ¡Si ganamos hoy soy capaz de creer en
cualquier dios! ¡Vamos, dale campeón, hay que matarlos a todos!
Y claro, al carajo la paz, démosle la bienvenida y nuestro voto de confianza a la dialéctica de la confrontación, de la dualidad irreconciliable, del maniqueísmo y los polos opuestos mutuamente exterminables, por favor, o no habrá espectáculo…
Y así también encuentra su nicho la delincuencia y la criminalidad, en la impunidad rentada de la violencia de los violentos, del negocio turbio de la protección y el tráfico de todo tipo, del uso como ejércitos privados o fuerzas de choque extraoficiales, de toda esa escoria social que fuera rebotando de callejón en callejón hasta caer en la puerta del Club.
Fuera de toda posibilidad de encajar en algún
lugar social donde tenga que someterse a alguna norma de convivencia, se auto
entroniza en la “barra brava” para pasar de excluidos a héroes, de desplazados
a líderes, de marginados a buenos ejemplos para el resto.
Hasta
que juguemos de nuevo, se seguirá deshilachando el entramado social, la
injusticia, la violencia, el hambre y la indefensión, la corrupción, seguirán
ganando espacios como agujeros que se agrandan en una vieja cobija… pero no
importa, seguramente las camisetas de nuestro equipo estarán lavadas y listas…
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