Si hay
algo que me enseñaron tantos años, décadas, de producir y trabajar con seres
vivos y con la naturaleza, con animales y plantas, es que todo es una
construcción permanente: ni siquiera cuando paramos podemos decir que algo se
detiene, cuando abandonamos que las cosas cesan, ni cuando nos rendimos que la
batalla terminó.
No
podemos decir que ganamos pero tampoco que perdimos, todo está vivo, fluyendo
eternamente, en crecimiento, compitiendo, enlazándose, entrelazándose,
consumiendo y depredándose mutuamente, atacando y huyendo, acechando y
ocultándose, matando y dando la vida, es la misma mecánica dinámica del mundo,
donde también se expresa, absoluta y cotidianamente la muerte. No se detiene el planeta mientras descansamos,
no desaparece el sol o la luna, solo se esconden, no elimina la vida la
oscuridad de la noche, solo favorece las alimañas nocturnas que desaparecerán
en cuando se insinúen los primeros rayos del sol…
Cada vez que avanza el fascismo de un salto pareciera que nos sorprende, pero es solo una estrategia inconsciente de nuestra hipocresía disfrazada de impotencia, de nuestra desvergüenza, de nuestra gloriosa desmemoria y nuestra amada complicidad. Porque hoja a hoja se forman las ramas, y sin ellas no habría planta, no habría tronco, no habría aire y luz, porque grano a grano penetran las raíces en la tierra y sin ellas no habría fuerza, no habría tierra ni agua.
Porque día y noche corre de un lado a otro la
savia, se agazapa el brote, se prepara la intención. Estamos inmersos en procesos eternos,
“invisibles” donde el señorío absoluto de la vida es lo único que se comprueba
y se repite, donde no hay buenos y malos, mejores y peores, sino reina la más
absoluta igualdad.
Después
de los días se repiten las estaciones, las temporadas, frio y calor, inundación
y sequía, calma y viento, primavera y otoño, verano e invierno…Claro que
prevalecer es un arte y no se puede observar la incoherencia en la naturaleza ¡Como si una planta diera hojas de colores
bonitos solo porque así la adularán más! ¡Como si una piel se hiciera más
gruesa o más fina, o más o menos peluda por seguir la moda!
Mueren un par de personas en un recital y eso genera una polémica interesante, o debería generarla pero solo escucho a miles de fanáticos defender al artista, que hace cuarenta años canta, declama, loa y reverencia a la cocaína como si fuera la cúspide y cenit del mundo, y eso es a todas luces una invitación.
Pero no se detiene ahí, porque canta a cualquier modo de conseguirla como un medio aceptable y romántico, a cualquier estado y consecuencias de su consumo como el costo válido de una fugaz felicidad que si produjo daños y pérdidas a terceras personas, a inocentes y niños, a ajenos y propios, es parte del folclore y la vorágine que nos dejara anécdotas que contar si luego hemos sobrevivido.
Las
calles están llenas, repletas de “redonditos” que roban y matan, que mueren y
temen, para no morir de sobredosis, o de abstinencia, o de tristeza, soledad, vacío…
Mientras, hay otros inmensamente beneficiados con este negocio que solo nadan
lentamente como tiburones, sin preocuparse por nada…Tal vez hoy estén abriendo
un nuevo punto de venta en alguna esquina de mi barrio.
Sin
embargo solo es un artista…
Un tipo muere desbarrancado en una tribuna, lo tiran durante un partido de futbol a la vista de todos, los asesinos son ampliamente conocidos por todos y por supuesto, por fiscales y policías, pero nadie los conoce, nadie puede identificarlos. En la foto, mientras el cuerpo atraviesa el aire, entre la euforia de los demás, una mujer mira espantada…
¿Qué está mirando? ¿Es la suya la mirada de espanto ante la muerte
implacable que se avecina, ante el vandalismo incomprensible, o es la súbita
conciencia de su complicidad en cada uno de los segundos anteriores a la misma?
¿En ese segundo de iluminación se habrá dado cuenta de cuantas veces agito
trapos de colores cantando “hay que matarlos a todos” mientras miraba hacia el
otro lado, donde había otras mujeres cantando lo mismo mientras agitaban otros
trapos de otros colores?
Cada vez que muere una mujer descuartizada decimos que no tendría que haber pasado, pero antes de encender el televisor acosamos a una adolescente en la calle solo porque su frescura y desfachatez representa lo imposible que nos resulta volver a tener la libertad que deconstruimos célula a célula y ladrillo a ladrillo poniéndonos finalmente al servicio de un sistema que nos esclaviza y nos mata, que nos enferma y nos cerca desde la conciencia de ser hasta la uña más pequeña de los dedos de nuestros pies.
No hay
porque llorar, ella también está cercada, somos la cárcel invisible que asegura
su miedo y su desigualdad, cambiaremos de canal y seguiremos espantándonos de
todo, porque el asesino es siempre otro. No nosotros.
Y ahí seguimos atornillados a lo habitual, a la rutina, a la comodidad de no revisar nunca nada, y luego de mirar un documental aburrido junto a nuestras hijas (porque sería políticamente incorrecto reírnos y aplaudir hoy que manoseen y acosen, humillen y denigren a una chica frente a todos, como una broma más, como una extensa y permanente realidad) decidimos salvar al leopardo nublado, al gorila de montaña, al yaguareté…
¿Pero qué hacemos? Nada, claro, solo lo posteamos en
cada red social, el universo comprenderá nuestra pereza, nuestra falta de
tiempo, nuestra incoherencia total, mientras tiramos otra bolsa de plástico
llena de basura a una zanja (como si fuera sólo una mujer más) mientras llenamos
de insecticidas nuestra casa, mientras festejamos el precio de oferta del arroz
y los atunes en lata.
No, no es así como se sale del caos, abriendo nuestros ojos solo cuando alguien escamotea la cereza de la torta (porque la estábamos mirando) divulgando la última marcha mundial contra Monsanto, mientras consumimos cada producto barato ultraprocesado, cada paquete presaborizado con salsa instantánea cultivado en cientos de miles de hectáreas de bosques arrasados…
¡Pero no es nuestra culpa! ¡No lo decidimos, no lo planificamos nosotros! Ni siquiera manejamos el camión, ni prendemos la antorcha, ni mucho menos abrimos en dos de un machetazo a esa india hermosa que vivía a la sombra de un bananero sin producir nada.
Que
terrible, que vergüenza, en el planeta hacen falta más maquinas cosechadoras
para producir alimentos a través de la contaminante agricultura extensiva pero
todo está ocupado por la minería contaminante… ¿Acaso la culpa es mía por
querer para todos un reloj de oro? ¿Podemos declararnos afuera de este proceso si
miramos alrededor lo que somos y lo que hemos acumulado?
El fascismo es una construcción, hoja a hoja y rama a rama, como todo, pero solo vemos los frutos, cuando cuajan, porque no queremos saber que fuimos parte, no queremos aceptar que compartimos miles de decisiones cotidianas porque eran convenientes, porque la verdad no puede interferir con la ideología, porque la justicia no puede entorpecer nuestras metas, porque la paz y la prosperidad alcanza y sobra cuando está en las portadas y los que mueren en la oscuridad no pueden ser contemplados.
No si queremos mantenernos
fuertes, a flote, con la punzante lanza de nuestros ideales abstractos siempre
en ristre, con la utopía lejana, cómoda, completamente idiota y cuadripléjica
esperándonos, como un escudo que nos oculte de nuestras omisiones, que nos tape
de la realidad, que nos proteja de la coherencia, de todo…
No nos preguntamos cuantos puntos tenemos en
común con el anciano que sueña con un mundo donde el poder no se escape de las
buenas manos de sus mandadores, donde no sea ilegal el asesinato y la tortura
sistemática, donde lo aberrante pero necesario, santo, justo, sea recompensado,
donde la legalidad y la justicia se acomoden a sus propios ideales hasta que
encajen…
No, no
nos preguntamos nada, no hacemos nada, no cambiamos nada, solo destilaremos
nuestra rebeldía estandarizada en un indignado poster digital, nuestra
indignación rebeldemente diagramada en la convocatoria a una marcha de repudio
estandarizado, y hasta asistiremos tal vez para demostrar de qué lado estamos
antes de volver a nuestra vida abstracta y mecánica donde continuaremos,
proseguiremos, reconstruiremos cada paso, cada eslabón y cada minuto que llevan
hacia nuestra propia y mutua destrucción.
Mañana
nos preguntaremos como es que todo ha vuelto a suceder de nuevo… Antes de
evaluar cada traición que nos permita sobrevivir a cuenta del dolor ajeno
diremos otra vez que sabemos muy bien, de qué lado estamos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Que te parece?