Cuando la araña trabaja aun es de noche, oscuridad, plena. Acunados por el tenue silencio, todos duermen, sueñan descansan, o penan. Cuando la araña despierta el mundo está quieto y en calma, las criaturas de la noche la conocen, porque sabe, porque mantiene la fe en marcha.
Tira un hilo de la nada, desde la nada misma, y no se entiende: cuando la araña se deja llevar por el aire no es casual, está trazando un plan, el comienzo de un rumbo perfecto que nada ni nadie puede alterar.
Desde un punto de apoyo, improbable, hipotético, inicia un intrincado
diseño que se construye a sí mismo: se entrega a la brisa nocturna, otra vez, y
tira otra línea… ¿De dónde esta agarrada? No importa. Los que tengan que saber en su momento es
porque estarán siendo capturados.
La noche sigue, continúa, hay un reloj interno conectado al tiempo exacto que demora en girar el sol, no empezó antes ni después… ¿Para qué? ¡Hay tantas cosas para hacer! ¿Hay tantas cosas para hacer?
En las escamas de su acerado hilo se posa el rocío que hará rebotar la luz, templando la trampa, calentando su cuerpo cansado, pero eso será mañana, hoy teje y camina, sin que se pueda saber adónde, para qué. ¿Acaso podrían negarse los arbustos a soportar su tela, o los viejos arboles?
¿Acaso su hilo
molesta? ¿Siquiera se percibe? Solo ella
sabe, su arte es tan vieja como la tierra, su paciencia no es tan larga como su
astucia, el momento en que se sacuda la tela no interrumpirá su siesta.
Las estrellas giran, vuelve al punto de partida. Otro hilo que vuela se agarra de un brote tierno, nuevo ¿Hace un segundo estaba? No tiene importancia para los que miran, pero ahora existe, y de repente un bastidor se recorta contra el infinito, donde se detendrá un segundo a admirar la belleza de los lejanos planetas.
No hay tiempo que perder, no existe el tiempo, hilo a hilo baja el tapiz de su trampa, dibujando una ofrenda anticipada, teje y enhebra su hilo de seda, la belleza plateada que se convertirá en espanto ajeno.
Y ya no se detiene.
La brisa del nuevo día, el calor de la noche en movimiento, los lejanos trinos que saludan al sol entrando a tierras lejanas, todo lo que vive vibra, pero la tela brilla.
Recorre su obra y completa la trama, hilo a hilo, no sobra ninguno, ninguno falta, en el punto exacto del impacto hace una firma que avise a su presa que la estaba esperando, que no hay ya salidas, y luego se retira.
Desde una esquina mira su obra completa y piensa en la vida, en la muerte y en la vitalidad que deberá tomar, para seguir viviendo.
No hay
opciones más que seguir adelante, hoy tampoco derribara su tela, pero antes de
entregar su cuerpo al reposo, corta un pequeño hilo que abra una puerta al
azar, de otra manera, no habría vida, si no pudiera confiarse en lo inexorable
del destino, no habría amor sin lucha, no habría alma sin lo impredecible, ni
estirpe guerrera sin sorpresas…
Una vez que termina mira al frente, su intención es más firme que su tela, su mirada más tensa que el hilo que la acompaña.
Recibe con su cuerpo al sol y su frente se perla de reflejos que rebotan
en sus numerosos ojos, sus pelos absorben el calor, sus patas cansadas se
estiran una a una, parece agotada pero si la miramos de cerca podría asegurarse
que sonríe…
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