15 noviembre

Sobre dichos y refranes populares: “entre bueyes no hay cornadas”

 

 

Como tantas veces a lo largo de la historia humana, los malentendidos se profundizan, se sostienen a sí mismos y se estancan, llegando a producir guerras y violencia indiscriminada, pero no es nada casual, el idioma siempre cambia, la comunicación nunca es perfecta y se reparte a veces entre varios canales, se traduce de un código o un idioma a otro… 

  Además, alguien habla, enuncia, y otros interpretan, es natural, entonces, que aun cuando un buen día crecemos y llegamos a ser adultos, seguimos jugando al teléfono roto, mas allá de que hay gente que cuando habla “no se le entiende nada, como diario mojado”…

Y este es el caso de algunos refranes populares, que primero sacados de su contexto histórico y poético, luego fueron siendo interpretados según el espíritu de los tiempos, por ejemplo: “entre bueyes no hay cornadas” sintetiza para muchos, para la gran mayoría ¿para todos? 

  Ese espíritu de cuerpo que debe primar entre iguales, corporativamente, para atender a la suavidad de los negocios, a un desarrollo sin sobresaltos evitables, a un espíritu de negociación que raya en la complicidad, cuando no en la estupidez y el suicidio civil… 

  “Pero por algo está el refrán” dirán algunos, que lo cumplen a rajatabla, aunque sean parte de una sociedad de elefantes y ratones, de cucarachas y venenos o de lauchas y tramperas… 

  Entonces, por favor, vamos a verificar con esta maravillosa herramienta de Internet que es el Google, a ver que nos dice sobre este refrán. Inmediatamente accedemos a una colección de definiciones como esta:

“Frase hecha, bien de campo, que nos anticipa que entre personas allegadas, colegas, familiares, compañeros o que presenten algún tipo de afinidad, no debería haber malas acciones ni actitudes perjudiciales. 

  La expresión señala que entre amigos no cabe la traición, cosa que bien sabemos no es aplicable a todos los casos. Deriva de la tarea que realizan los bueyes juntos, especialmente cuando tiran de carros, pues nunca usan sus cuernos para lastimarse entre ellos.” (1)

¡Ups! ¡Ya “metí la pata hasta el caracú”! Aparentemente hubo algún error de concepto en la línea de pensamiento que intentaba seguir, dado que todas las definiciones dicen más o menos lo mismo, y todos sabemos que “cuando el rio suena, agua trae”… o sea que “vox populi vox dei” ¿No es así? 

  Demás está decir que no solo estoy “loco como un chivo” sino que además soy “terco como una mula”, así que me propongo a seguir investigando, desmenuzando en este caso la definición, porque a veces es mejor ir por partes como dijo Frankenstein ¿o fue Jack el destripador? No lo recuerdo, como no fui testigo presencial solo me lo contaron, pero veamos la definición de:

 “Buey”:

  1 Toro castrado que se utiliza para labores del campo.

  2 Crustáceo marino comestible, parecido al centollo, con un caparazón ovalado y cinco pares de patas, las dos primerasen forma de grandes pinzas negras.

  m. zool. Nombre que designa al macho adulto y castrado de la especie Bos taurus, empleado como animal de tiro y paralas labores del campo; al macho adulto se le llama toro, al joven, novillo, a la hembra, vaca o novilla y a las crías, becerros o terneros; el conjunto de la especie se denomina ganado vacuno.

  Zoología. Toro castrado: una yunta de bueyes Hablar de temas poco trascendentes Nos la pasamos hablando de bueyes perdidos. Conocer muy bien a las personas Ten cuidado: no sabes con qué bueyes aras.

 Sinónimo:

  cabestrovaco, boyazo, manso (2)

  Y ahí nos vamos acercando un poco más a la verdad y a la historia de semejante tergiversación, (“ese dicho está mal dicho, cazame la punta del bicho” dijo un atrevido)que tal vez, como tantas veces, no sea inocente, sino que empezó como una forma de manipular el discurso y a través del mismo, las respuestas emocionales o practicas de las personas… 

  Dejemos de lado al crustáceo, y centrémonos en la definición como ganado vacuno de buey, que es la que nos interesa… ahí tenemos, como en realidad la característica que sobresale de un espécimen de buey es que esta indefectiblemente castrado, o sea, disminuido completamente en sus instintos de lucha como macho entero (por ejemplo: “yo soy toro en mi rodeo y torazo en rodeo ajeno” 

  ¿Les suena? salió del mismo libro que acuño el refrán que estamos estudiando: el Martin Fierro), claro, entonces solo queda la mansedumbre, la entrega, la definición como animal que es uncido al yugo eternamente sin una queja… a cambio de agua y pasto claro, como iba a ser, nadie maltrata tanto a un costoso animal-herramienta de carga y trabajo.

Y así llegamos a la robada definición del libro donde nació esta frase, que nos remitía con ella a gente que se comportaba como animales castrados, poseedores de una mansedumbre total, un servilismo sin ninguna capacidad de oponerse al maltrato o hacerse respetar de ninguna manera.

  Bueyes, con la única virtud de seguir los dictados de un amo obsecuentemente, sin ningún atisbo de rebelión o necesidad de justicia ni mayores pretensiones que comer, beber y dormir, como tantos ejemplos tenemos a la vuelta de la esquina -por lo menos en mi barrio- aunque eso sea otra historia… 

  Pero bueno, ahí está el Martin Fierro, que algunos aprendimos a recitar desde chiquitos, para que lo consulten, y si pueden conseguir una edición bien comentada, verán de lo que les estoy hablando y como no deja de ser verdad. Además de lo útil que resulta tener en casa el único libro recomendado universalmente para leer memorizar y recitar con nuestros hijos.

Ahora… a que venía todo esto… di más vueltas que una calesita, más vueltas que la oreja, y al final quedé… ¡“Perdido como turco en la neblina”! Ah ya se, es que en cualquier momento tenemos que votar, y como tanta gente lo vamos a hacer defendiendo nuestras convicciones, nuestra visión del futuro que quisiéramos construir y todo así por el estilo… 

  ¡Es mentira! Solo querremos que alguien más haga todo por nosotros mientras como devolución miramos para otro lado, y a cambio de evitar un desastroso cambio de manos en los negocios públicos nos llamaremos al silencio durante cuatro años de gestión. 

  ¿Acaso hay un segundo en que nos pongamos a pensar en lo destructivo que es eso para la democracia? 

  Al margen de que luego, de la indiferencia fluctuemos hacia el voto castigo sin que por eso nos empiecen a tener en cuenta en caso de no estar de acuerdo, abriéndole las puertas del congreso, intendencias y gobernaciones, a un grupo de oligarcas que no saben más que despreciar a todo lo que huela a pueblo, a barrio, a trabajador manual, rural (mencho), a rancho de madera(villa), a “negro” “puto”o “indio rasposo” 

  Y eso, por no mencionar lo crispante que le puede resultar la insinuación de un pensamiento independiente de parte de cualquier mujer (¡ay Cristina, cuánto daño has hecho en sus noches sin sueño!) tal como cómo rezan sus incambiables definiciones a través de más de doscientos años…

   Entonces, es evidente que como democracia, aun joven, nos falta crecer y madurar mucho, para dejar de generar con nuestra sumisión temerosa y adelantada, en nuestros propios afines dirigentes, las mismas actitudes que nos llevaron a no votar a los contrarios. 

  O por qué votamos si luego vamos a dejar todo librado al azar, como si no fuéramos personas, como si el hecho de pertenecer a la ideología A, B, o C, fuera ya garantía irrevocable de atinencia a sus dogmas y principios, a sus sensibilidades y pretendidos frenos morales. 

  Como si la pertenencia a un partido o agrupación política conllevara el sello eterno de la la más hermosa transparencia y disponibilidad para dialogar y consensuar en base a soluciones de común beneficio, al uso de los recursos públicos sin excepción para el país en vez de deslizarse silenciosamente hacia los bolsillos personales sin necesidad de ningún control…

  Por favor, quedémonos entonces con nuestros hijos en el jardín de infantes, todavía estamos a tiempo de aprender todo de nuevo, empezando por divertirnos haciendo sellitos de papa. 

  Entonces, así como hoy en día se llena una plaza y se fuerza una decisión histórica a fuerza de micromilitancia, convicciones y memoria de las hogueras, nos quedan cuatro años donde no hay porque bajar la guardia, donde cada decisión y acto de gobierno debe ser sin duda controlado verificada y seguido hasta sus últimas y primeras consecuencias si queremos sanear la democracia.

  Aunque para ser consecuentes, debemos apoyarlo en la teoría y la practica si es bueno, y cuestionado, redefinido, combatido si es evidentemente malo para todos, así sea una ley, un pensamiento o dirección política o una obra millonaria, para disfrutar un día de lo que decimos que merecemos hoy como democracia.

  Pero no podemos bajo ningún concepto comportarnos como bueyes, y parados en una u otra interpretación del refrán, que en la práctica da lo mismo, quedarnos callados y quietos, mansos, obsecuentes y decadentemente mancos para lograr un regalito que compre nuestro silencio, o un puesto que sirva para “ponernos en caja” (vieja expresión o dicho de embaladores).

   Debemos, a partir de esta efervescencia guerrera con que acometemos el desafío que nos plantean estas elecciones, seguir participando de todas las maneras posibles como expresión del compromiso social con que hoy levantamos las viejas banderas, para cargar en andas diez días más un país cercado por cocodrilos, que por suerte no pueden levantar la cabeza al nivel de los hombros de un pueblo movilizado y en marcha. 

  Es nuestra absoluta responsabilidad en esta coyuntura histórica que ya comenzó a incendiar el mundo, por historia común, por amor, por nuestros vecinos acosados justo después de nuestras fronteras, por nosotros, por mí, por vos.

1- https://sigificadoyorigen.wordpress.com/2010/04/29/entre-bueyes-no-hay-cornadas/

2- http://es.thefreedictionary.com/buey

 

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