No son los partidos políticos, las tribus, los reyes, no son las ideologías. Son las personas.
No es el sistema, son los
individuos.
No existen siempre los otros, solo el yo, y ese roce de cada uno con el resto del mundo procesa la energía que hace girar el planeta.
Mientras tanto, ciudadanos pensantes, seguimos pretendiendo que se resumen, terminan nuestras oportunidades, nuestras posibilidades de influir no sé de qué manera en qué, el día mismo de las elecciones.
Después de eso podemos dormir y ver correr el viento para uno u otro lado, y dejarnos diseñar por las políticas dominantes hasta que nos sintamos cómodos en un sistema de vida, en una organización social que navega siempre hacia la debacle mientras entregamos nuestra aprobación por pequeños beneficios personales…
Porque está muy claro que no vamos a inmolarnos por alguien que no registramos, como suele ser el resto del mundo, por evitar una hipotética catástrofe que sucedería quien sabe cuándo pero no va a ser mañana mismo…
Y con
eso nos alcanza, nos alcanza con ser testigos -rengos y mancos- del
fortalecimiento de los factores que aseguran nuestra
desindividualización. Así perpetuamos nuestra indiferencia, perdiendo
nuestro sentido mismo a cambio del confort.
¡Bien! ¡Se acabó la elección! Hemos depositado indolentemente nuestro poder una vez más en otras autoridades, en otras personas, en otro gobierno, no importa si ganamos o perdimos igual quedaremos exhaustos mirando el televisor, sintonizando la radio, a ver si sigue lo mismo.
O si viene otra cosa, si vamos a ser masacrados o
salvados de este mar plagado de islas a punto de colapsar que es lo único que
parece existir…
¿Pero qué paso el resto del tiempo? Hacemos lo que elegimos, cada día, no tenemos excusas más que nuestra propia vulgaridad a la hora de creernos victimas impotentes…
Somos ciudadanos, somos personas, somos seres humanos, y sin embargo no lo parecemos, pero podríamos ser parte de nuestra propia construcción, además de estar encadenados a los remos de esta galera (los que tenemos suerte, muchos más solo flotan entre tiburones esperando un barco que pase lo suficientemente cerca para treparse).
Hacen falta opciones, construir con materiales nuevos: creatividad al servicio de la vida, de la convivencia cada vez más tensa en
este planeta.
A cambio de eso nos comportamos como autómatas, insertándonos mecánicamente en esquemas de consumo cada vez más grandes, de los que desconocemos su complejidad: somos combustible envasado, listo para usar desde antes de nacer, es tan previsible la ruta que trazamos que toda nuestra vida podría ser modificada con un ¡Clic! de la perilla del control general.
Pero de hecho, somos más útiles, más
eficientes respondiendo a pequeños estímulos contradictorios que absorban
nuestra energía diariamente sin agotarnos.
No nos damos cuenta hasta qué punto hemos dejado de pensar, de tomar decisiones, en nuestro comportamiento adictivo y temeroso. Sumiso.
No nos damos cuenta de la violencia que estamos esparciendo sobre las futuras generaciones con nuestra conducta.
Que más da! Si en la práctica, nos quedamos mirando como todo funciona mal en un inmenso país conquistado que somos nosotros mismos.
Este es el nuevo campo de batalla,
este lugar donde estamos parados, desde ahí, cuando haya personas lo
suficientemente fuertes para desapegarse de este inmenso caramelo que nos
ofrece eternamente el sistema, podremos quizás, tener a nuestro alcance la
oportunidad de un nuevo comienzo.
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