Somos una definición total del mundo, somos dios, somos el dios que habita en el fondo olvidado y simple de las religiones, y en nuestra memoria, descansa intacta la fuente y el verdadero valor de toda divinidad.
Desde que
nacemos, han pretendido olvidarnos, han pretendido que olvidemos todo lo que
somos, todo lo que el mundo habita en nosotros, reduciéndonos a países y
banderas, a sectas y guerras por poder, a mentiras, lideres, religiones y banalidades,
pero basta un segundo de comprensión ínfimo para que pierda sentido la máscara
de la espiritualidad como mercancía.
Cuando tomamos contacto, cuando por un segundo nos cerca el infinito, la muerte se torna una tentación inmanente a nuestra imposibilidad de conectarnos, ya que no podemos devolver en la misma medida el regalo de la vida, ya que no encontramos en la cotidianidad arrasada ningún valor ni punto de apoyo para expresarnos a un nivel más profundo.
Pero la vida es experimentar, y la muerte, solo una forma de devolvernos a la
tierra, que ya llegara, sin aviso casi siempre, para redimirnos de todos los
días que pasamos sin tener conciencia. En definitiva, la gran mayoría
esperamos hasta el último segundo para darnos cuenta que el único reino es el
de la naturaleza, y en el somos simples invitados sin privilegios, aunque
bendecidos como todos los demás…
Aun así, nos comportamos toda nuestra vida como el invitado borracho de la boda, rompiendo y tirando las mesas al suelo, insultando a todos sin saber porque, haciendo de nuestra participación un espectáculo tan vergonzoso que no deja a los demás otra opción que mirar y tratar de mostrar lo más amablemente la salida, antes que correr el riesgo de sumarse a la salvajada.
Y así mueren los ríos y las vertientes, mientras las plantas se adaptan, cambian y sobreviven para no dejar de cobijarnos, y así mueren los bosques y los desiertos mientras lagartijas y escorpiones nos miran con tristeza y decepción, llevándonos montañas enteras al hombro del progreso.
Pero claro, somos parte de la naturaleza, somos naturaleza, tras la ropa y el teléfono, tras los cercos y candados, tras los aviones, las bombas y los rascacielos de metal…
No hacemos más que mantener abierta una herida vieja y
profunda que nos interroga sobre nuestra conducta “ya no aguanto los lunes”
decimos para disimular, cuando sabemos que lo insoportable es la ciudad, la
modernidad, la esclavizante dinámica de las relaciones modernas, la falta de
sentido del cien por ciento de nuestros actos.
Pero no tenemos tiempo de pensar, no en eso, somos bombardeados cuarenta y ocho horas al día con diversión diáfana y miradas ajenas, y no intentamos siquiera ya pensar por nosotros mismos, porque no hay forma de aplicarlo, porque no suena rentable, por el temor a parecer distintos…
Aun así, aunque definamos nuestras vidas al compás de las grandes olas, buscando la cima donde todos los demás son prescindibles, descartables y masacrables, bajo tanto racismo y pretendida superioridad subsiste la realidad innegable que ya no hay personas en el planeta que no tengan sangre negra, indígena, y de mil civilizaciones olvidadas.
Y así también un día nos daremos cuenta que compartimos nuestro acervo genético histórico con cada forma de vida, que todo surgió del mismo huevo, aunque la gallina no intervenga, en su recorrido indiferente por la vía láctea…
La gallina seria el planeta tierra, y el sol su eterno festejante que la mira parir hasta el hartazgo sin declarar a unos mejores que otros… hasta el día que lloremos abrazados al pasto (que es infinitamente más que solo “pasto”), sin embargo, seguiremos rompiendo todo por “derecho propio”.
Derecho de “seres superiores” aunque
cada forma de vida en el planeta, compleja y absoluta, siga esperando el
momento adecuado en que por un segundo bajemos la guarda, apoyemos las armas en
el suelo, para comunicarnos una verdad que no tendríamos que haber olvidado
nunca…
Es nuestra decisión individual y
cotidiana seguir consumiendo el planeta hasta escupir despreciativamente el
carozo, o reconocernos, intentar leer entre líneas la debacle ambiental
en que navegamos, como en el Titanic, pero con tan pocos botes que ya tienen
hace rato los asientos reservados y vendidos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Que te parece?