Yo no elijo a mis enemigos. Solo, a veces, el campo de batalla. Soy un pacifista convencido a pesar de conocer como todos, la teoría de algunas artes de matar… simplemente, a veces parezco vulnerable(y lo soy) o por un momento custodio bienes intangibles como la libertad o la vida y me caen encima.
Pero no
es la violencia la panacea para todos los problemas del mundo, no va a llegarse
a ninguna solución mediante la exclusión y el exterminio ni va a construirse la
humanidad sobre los huesos de los más indefensos.
En cada vidriera se demuestra ostentosamente la función primordial de restarle sentido al ser humano y en cada poster la necesidad imperiosa de detener el pensamiento, para poder embicarnos en la cinta transportadora que nos lleva cada minuto a través de un glorioso tren fantasma de estímulos y miedos, de chantajes y traiciones.
Entonces no hay nada que hacer, solo dejarse llevar por la corriente como un globo hasta el final, aunque sea una catarata -metafóricamente hablando- en este diagrama artificial de nuestra vida que es la sociedad occidental de consumo.
Por eso mismo la naturaleza debe ser derrotada por científicos
de historieta que prometan crear soles artificiales, planetas habitables y
olimpos inexpugnables para los que los puedan pagar…mientras tanto todos los
demás estamos en el horno, como corresponde, para ser el combustible de este
siniestro error… nos matan con el miedo y la estupidez, con la ambición y
la prometida gloria.
¿Entonces, que tenemos que decir a todo esto?
De las cien mil expresiones por minuto destinadas a volvernos "tontis" no oponemos ni una por día…entonces ¿Qué tenemos para aportar a la torta que no vamos a comer?
Simplemente nuestro brillo, y no estoy hablando del de
la merca(la "cocaína"), disponible a una razón de un punto de venta cada tres cuadras,
promedio, por toda la ciudad sino del de la coherencia de nuestras venas con el
aire que respiramos, nuestras manos con nuestro corazón, en ese pequeñísimo
margen del resquicio que nos deja el sistema para respirar.
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