En medio de esta sequía, cuando la vida no recibe más que desprecio y risas, y cada brote es pisoteado por la ambición ajena... Tarde o temprano me lo pregunto…
Tarde o temprano nos acosa una duda, casi un dolor.
Una pregunta que crece y carcome la cabeza,
y se multiplica en miles de dudas paralizantes, en una necesidad de echar
luz sobre el futuro de nuestras acciones, para eximirlas de ese componente
irracional, suicida, de esa carrera a ciegas hacia la solitaria oscuridad de la
derrota.
Como no estamos en el terreno de la lógica no hay formas mecánicas de despejarlas… simplemente tenemos que transcurrir nuestro tiempo y navegar en este hambriento mar. Descontando el esfuerzo de nuestros brazos en los remos, la temeridad de volver una y otra vez a enfrentar el océano chato de lo establecido, la fragilidad desafiante de nuestros sueños que no encajan con nada, lo único comprobable es nuestra condición de blancos móviles.
Lo más seguro es que nos asedien desde el
fondo barroso de los prejuicios, desde el subsuelo invisible de la conformidad
mediocre, desde el horizonte cambiante de las conveniencias, hasta el punto de
hacer agua y volver, sobre un rastro de tablas podridas y jirones, otra vez
buscando la orilla…
Esto no se trata de utopías románticas, acá se avanza para retroceder, pero se gana espacio, se siembra para ver arrasado, y en el trayecto se aprende. Se hace para escapar apenas, y se salva la vida para volverla a poner en juego, porque así afinamos una nueva estrategia, y en el descomunal enredo de la selva salvaje de la costa, donde la mitad de los frutos son venenosos, encontramos un camino nuevo.
No
importa si debemos seguir remolcando el barco un día mas, mañana se verá.
Siempre hay una tabla y un clavo que llega, porque resistir es mucho más que
una cómoda bandera, y la creación no puede resumirse al efímero y simbólico
arte, el sentido emana de las cosas porque su propia existencia es dolosa: aún
no se ha autorizado la vida fuera del sistema.
Lo peor, entonces, es quedarse quieto, y esperar que un hada buena nos toque con su varita bajo los mismos dientes del cocodrilo… para subsistir hay que moverse y construir, fortalecerse.
Superar el aislamiento y los egoísmos, buscarse y confiar, porque cada bote haciendo agua no ve aun a los demás, y sin embargo, como en el cielo del fugitivo, las estrellas parecen lejanas pero son lo único que hay. No está definido que hayamos sido derrotados, sino que escuchamos las trompetas del vencedor, porque es lo único que dejan oír, porque nosotros también dudamos de mostrarnos para atraer más guerra…
Entre la paranoia, hay muchas más manos que sumar, y más vale afinar el ojo, escuchar el corazón, porque vienen juntos los buenos y los malos. El desafío es no oscurecerse por apreciar la noche, el riesgo es volverse crueles combatiendo la violencia, el mayor peligro es volvernos importantes, ególatras, miserables…
No hay puntos fijos al día de
hoy, las bases son móviles, y todos los náufragos serán rescatados, todos los
que no se hayan entregado al mar, todos los que no dejen de aprender a nadar…
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