Como un resorte, desperté de un salto para correr inmediatamente, para escapar, como si el sueño pudiera continuar al abrir los ojos.
La inmutable pared enmohecida, descascarada, golpeo mi frente con un ruido seco y triste, final, inapelable…
En ese momento de conciencia súbita, intente cerrar los ojos y seguir durmiendo, seguir soñando otra vez, el mismo sueño de todos los días.
Pero el avasallante formato de olores y silencios, de temores y gritos lejanos me impedía recordar claramente siquiera la última escena…
Como una bola de pelos de gato, el sueño se esfumaba ante mis lágrimas…
Seguía en prisión.
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