07 junio

¡Escapemos del zoológico!

 

  Queremos  salvar a un perro, a un gato, a un caballo (pero solo en nuestros ratos libres), querés salvar un país, un oso, un puma…  

  Ella quiere salvar la democracia, y otro quiere asesinar al presidente, aquella se conforma con salvarse de la resaca y ese otro de los impuestos… 

  Quiero salvarme del frio y me encierro en casa…


  ¿Pero quién me salva, quien nos salva de la televisión, del alud de estupidez que nos pinta el mundo a gusto y placer del que pague más? 

  Nos seguimos quejando de los zoológicos como si estuviéramos mejor que un animal enjaulado, igualmente reducidos a rutinas absorbentes ajenas e incomprensibles que benefician a los que nos hacen mal, sin poder elegir una alimentación que no nos haga daño, acotados a un reducidísimo espacio de cemento y rejas, expuestos a la mirada y el control permanente, enfermos, pagando con nuestra propia vida el nefasto privilegio de ser parte del show.  

  Pero comemos, algunos, a veces, como en el zoológico, del plato o del piso, de la mano de nuestros carceleros, que nos acarician el lomo de vez en cuando antes de cerrar la puerta y apagar las luces.

  Que enorme el precio que estamos pagando por tener el celular en la mano, la novedad en la pantalla, el dulce en las vitrinas… seguimos apostando a una u otra novedad, nos anotamos en un bando o en el contrario, queremos cambiar de sistema, de gobierno, de país, pero no se nos ocurre cambiar la forma de apropiarnos del mundo, de interpretarlo, no pretendemos cambiar la mirada… 

  Mansos como babosas seguimos esclavos de la historia, de los conceptos, de un pedazo de pan o un reloj antes que despertarnos y ser conscientes del costo que paga el planeta por nuestro derroche, por el confort, la facilidad de tener al alcance las banderas del cambio y la rebelión estandarizadas, la sensibilidad teledirigida, el inconformismo de los obesos de falsa información y problemas ajenos…


  Pero no dejamos de ser humanos por eso, y no deja de ser la raza entera sobre el planeta, un detalle más o menos pintoresco, casi una espina, hoy en día, que ya está empezando a infectarse, sin que a nadie se le ocurra más que remachar sobre la herida… 

  Entonces, deberíamos salvarnos a nosotros mismos, no al planeta, no a la raza humana, no a los pobrecitos países lejanos que dicen que la están pasando mal, no a los osos que dicen que les están robando el hielo…

  ¿Para quién se suponen que trabajan las corporaciones y los asesinos? ¿Los mercenarios que avanzan a través de las fronteras?  

  Es para que vos y yo podamos mover el mouse, y apretar Enter, delete, pausa, stop, on, off… se ha vuelto muy cómoda la vida, muy apoltronada la verdad, muy de cuadros colgados la batalla entre el bien y el mal que nos quieren vender… 

  Aunque nos duela, tenemos que aceptar que lo único que podemos modificar está a nuestro alcance, hasta el momento que le damos la espalda para encender la televisión, para enterarnos por los diarios…


  Igualmente, cada día repetimos el mismo esquema, y cerramos nuestro corazón para actuar como nos dicen los libros, los libretos, para refugiarnos en una moral materialista, mercantil y cambiante, en una ética de conquistadores, en símbolos químicos antes que en metáforas, en estadísticas antes que en acciones concretas…

   Y mientras tanto, un día más pasa y otra noche miramos las estrellas dibujadas en la pared y vivimos la libertad de elegir las mismas canciones en la radio, y otro día volvemos a despertar para buscar culpables y tiranos que nos justifiquen en el derroche cotidiano de ser parte del imperio que despreciamos. 

  Pero claro, no es la realidad lo que interesa, sino el envoltorio, porque somos consumidores y elegimos por el envase ¡salvo que haya una superoferta!

  Entonces elegimos por el precio y el precio más barato siempre somos nosotros, nos ofrecemos a las góndolas como alegres correligionarios de la vida, en cualquier formato que podamos traducirnos, para ser comercializados a través de lo instituido legal y científicamente como existencia moderna, luego de lo cual, sin esperar el vuelto, nos sentamos satisfechos, con el control en la mano, para disfrutar del millón de falsas opciones que nos consumen cada día… 

  Desde el otro lado de la jaula, por azar o aburrimiento, de vez en cuando nos tiran una galletita en vez de una piedra… es que no tiene gracia un ser que disfruta siendo encarcelado…



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