25 junio

Retroceso

  

Ha transcurrido la primavera, como un tren, como pasa por acá, un estallido silencioso lleno de trinos y ladridos, una bomba verde que se esparce como una inundación… ha caído el verano, sobre mi cabeza, como viene algunos años, tremendamente cálido, seco.  

  Como un pelotón de fusilamiento, arrasando con todo, a fuego puro y polvo… ha entrado silencioso el otoño, como un visitante respetuoso, llenando de agua hasta el aire, con días frescos y algunos hasta soleados.

  Y finalmente, ha caido el invierno, como un señor, anunciándose lentamente para dar tiempo a todo, para evitar reclamaciones,  prometiendo viento y hielo, relegando a la mayoría de las plantas al imperio invisible de las raíces.  

  Y yo… yo me he quedado mirando pasar las estaciones, charlando con los cactus, ajustando el nivel de las acequias, fundando lagunas, plantando y regalando árboles frutales, probando y fracasando al instalar o multiplicar plantas fuera de época, enamorándome de las palmeras y la luna o tirado al sol.

  He administrado mi vida comiendo en el pasto, probando las primeras frutas frescas de mi patio, escuchando volar las misteriosas abejas, mirando, catando el frio a través de los agujeros en la pared, mirando el combate eterno de la vida y la muerte a mi alrededor…

  sin embargo pongo las manos en la tierra blanda, mejorada, enriquecida de mi huerta, saco algunos pastos y dejo que el invierno me ayude con su afán de achatarlo todo, pero regalo el último paquete y me quedo sin semillas, dejo todo para más tarde, y más tarde llueve, y paso el tiempo divagando, mirando el estanque, los arboles despegándose del suelo, los peces, las ranas creciendo…  

  Entonces, ahora que ya no tengo tantos arboles pequeños que cuidar, me adelanto al verano y redefino, optimizo el sistema de gestión del agua, armo canteros de plantas ornamentales al frente de mi casa y planto sin esperanza pero con fe: flores en el perímetro para que le hagan la guerra al hocico de los caballos, todavía estoy por hacer el primer almacigo y ya empezó el invierno… 

  Pero no.  No me importa el frio, hoy que duermo bajo techo, mi intención es adelantarme a la primavera, levantar los canteros, reparar los cercos caídos por donde niños gallinas y perros se cuelan para jugar, guardar semillas para empezar temprano… 

  Pero no me interesa tanto empezar temprano, mi intención es adelantarme al verano, tender media sombras y juntar agua, esponjar el suelo, terminar de armar el jardín de cactus para que siga creciendo… 

  Pero no me interesa que siga creciendo, lo que hay es lo que resistió a todo, y es bueno, podría darle un respiro para que realce y dedicarme a adelantar la llegada del otoño haciendo pozos para los futuros ciruelos, definiendo el lugar donde voy a proteger los plantines del frio… 

  Claro que el frio no me interesa, si estoy dedicado de lleno a ignorar el invierno, a hacer como que no viene, curtiendo el cuero con el viento y el frio, plantando mamones para que los achicharre el viento helado de la madrugada, pensando de nuevo como no hice todavía un invernadero, pequeño, para hacer prosperar algunos esquejes…

  Y eso es todo, por hoy, todavía me queda tiempo para tomar unos mates, escribir, y pensar un poco más en la realidad que me come los talones, siempre un desafío, siempre una solución pendiente, siempre lo posible trenzándose con la fantasía.  

  Siempre los buenos amigos, sin preguntar nada, trayéndome un pedazo de paz en el desasosiego, salteándose mi orgullo de hombre libre, mirando y mirándome por mi… y siempre los habladores, los enredadores, los difamadores atrás, sembrando versiones desde lejos, si, también, aunque no me importen siempre están…

  Hoy llegue a mi casa y la vi más ordenada, siempre un poco más simple y exótica a la vez, un sistema que evoluciona sobre sí mismo, creciendo a pinceladas, aun cuando parezca de a ratos estancarse, un manantial de vida que surgió en el desierto para no detenerse nunca más por nada ni nadie, un refugio para mis días, para mis hijos, para mi idea del mundo, un oasis en medio del tiempo por venir. 

 Cualquier día acelero un poco más y alcanzo al fin la espalda de mis sueños.  

 

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