20 enero

Calles, y calles

  

  Camino por el centro de la ciudad, estrictamente cuadriculada, en damero como se dice: calles que se cruzan solo una vez, perpendiculares o paralelas que mueren sin conocerse, no hay mucho más para elegir, salvo que salgamos hacia los suburbios, donde empiezan a nacer cortadas, callejones, callejas que se curvan como culebras hasta casi morderse a sí mismas, angostas y oscuras… 

  Hasta las aún más angostas sendas y  pasillos internos, alegres o lúgubres, tal vez peligrosos, tal vez llenos de amor… Pero por acá, donde los semáforos se hacen señales unos a otros, solo hay calles modelo, bien asfaltadas, y bien seguras de su función.

  Si tomamos una regla, podemos comprobar que las calles están hechas estrictamente para los autos: catorce metros para ellos, y solo un par de metros a cada lado, de vereda para los peatones.  Las calles están hechas para llevarnos hacia los bancos, que son los reyes de la ciudad.

  Las calles están hechas sobre un planeta vivo, al que aplastan y lapidan entre hormigón y acero, las calles van hacia las avenidas, y las avenidas hacia las carreteras, y estas hacia las rutas donde podemos pasear a gran velocidad admirando un mundo que no nos pertenece…

  Están las calles que me llevan hasta tu casa, las calles donde un caño llena todo de agua, calles mostrando sus bocas de tormenta con las cloacas reventadas, calles cerradas por obras eternas y mal pensadas.  

  Las calles nos llevan hacia donde estamos ahora, y también nos llevaran cuando nos vallamos, transportan a amigos y enemigos, parientes y desconocidos, carteros y cobradores, y esos camiones de reparto que no paran nunca de salir de todos lados… 

  La calle es un lugar perfecto para policías, y también para ladrones, los niños las conquistan en segundos, los ancianos las cruzan lenta y pacientemente.  Algunas son oscuras como bocas de lobo, otras demasiado iluminadas…

  De ripio, tierra, asfalto, adoquines, algunas nos reciben llenas de vida, otras, vacías, nos hacen acelerar el paso, en silencio, cuando el eco de los tacos de los zapatos se vuelve una  amenaza latente…  

  Hay calles que unen países y calles que separan barrios, cuando agarramos una calle a contramano, no falta alguno que nos toque bocina indignado, como si estuviéramos violando sus derechos, aunque la mayoría no le da la menor importancia, cuando hay algún accidente, la calle se parte como un hueso roto, donde no se puede circular hasta que los agentes de tránsito vengan con sus libretas y grúas y seguros…

  Hay calles pintorescas y calles agradables, y otras tétricas y opresivas, hay calles ruidosas y otras que no se enteran de los autos, hay calles realmente insoportables.

  Algunas calles tienen muchos pozos, otras parecen recién hechas, algunas mueren contra un alambrado y otras van penetrando el monte… 

  Hay calles nocturnas que duermen de día, y calles comerciales que se apagan cuando se bajan las cortinas, hay calles contra el rio y hasta abajo del agua, hay calles arboladas y otras donde solo hace demasiado calor.  

  Hay calles llenas de smog, hay calles especiales para manifestaciones y marchas, para recitales, para encuentros, hay calles donde nadie quiere estar, hay calles cerradas por rejas, calles privadas, calles peatonales y calles usurpadas, hay calles muertas y calles que crecen, y no faltan las que cambian de sentido, de nombre, de categoría… 

  Y como grandes caminantes, nos llevara la última calle al cementerio, un día cualquiera y se acabara para nosotros el desfile apresurado de las esquinas…



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