11 enero

La política

  

  “La Política”.  

  Así, despectivamente, algunos la miran como el zorro a las uvas, “La política es sucia, perversa, corrupta, decadente”… 

 


  No, la decadente es la gente, la política no tiene atributos propios, todos le son transmitidos por la ambición de sus protagonistas, por la sed de poder de los aspirantes a segundones y delfines.  

  Perversos los que consumen a sus propios colaboradores gastándolos en batallas perdidas como si fueran peones de ajedrez, solo para alardear de su cinismo y su falta de principios.  

  Sucia esta la coctelera donde se calzan algunos insultantemente el gorro frigio, derivando de una idea a otra, de un sistema a otro, de una ideología a otra en la búsqueda permanente de poder, de espacios libres.  

  Corruptos con nuestra complicidad y tolerancia,  acostumbrados a traicionar sin perder la sonrisa, a claudicar sin disimular ni mirar atrás, a ocultar sus vicios de grandes hombres y mujeres estresados por el arduo trajín de la manipulación total.

  ¿Cuál es el tiempo político, cual es el tiempo de la burocracia partidaria y sus organizaciones y como relacionarlo con el tiempo real y el tiempo de la gente de a pie, de la gente común que construye milagrosamente su día tras día sin medios?  

  No es imposible, no tiene por qué dejar de ser bueno, productivo, generador, aunque para muchos no va más allá del clientelismo o la extorsión.

  Y ciertamente, son calendarios distintos, uno se mueve al ritmo de la vida, de lo cotidiano, entre llantos de niños y milagros, entre valor y tenacidad, entre polvo, magia y espanto, el otro navega lenta y mecánicamente entre dos turbios momentos, entre dos días de elecciones.  

  Más allá de esas cuarenta y ocho horas de tensión, que se desahogan en el júbilo o la decepción y hasta en la barbarie, todo lo demás es relativo, la vida y la muerte, el bienestar, los derechos de hombres mujeres y niños son pisoteados cada vez que se necesita un poco más de aire, de dinero.  

  Todos los principios son dejados de lado cada vez que hay que hacer un pequeño ajuste ideológico para forjar alianzas imposibles que permitan acercarse a los objetivos, aunque en el mismo momento definan la traición futura que deje afuera a sus nuevos amigos…

  Aunque se atomice y a veces se disfrace en asociaciones, en organizaciones no gubernamentales, en clubes, cooperativas, fundaciones, centros de fomento de estudios sociales, legales, ambientales, humanos etc., no serán una fuente de renovación si sus ideales ocultos siguen siendo espurios y  sus integrantes carentes de todo freno ético o moral.  

  Pero qué más da, no vamos a hacernos tanto problema por eso, si es el formato en el que fueron moldeadas nuestras mentes desde que aprendimos a razonar: es mejor delegar todo poder de decisión antes que poner en juego los pocos minutos que nos sobran cada día para disfrutar de nuestro esclavizante confort. 

  Se necesita tiempo libre para pensar, razonar analizar y participar en la resolución de los urgentes problemas que nos acosan como sociedad hasta en la diaria y cotidiana convivencia.

  Entonces siempre queda en los otros, los que lo intentan, la responsabilidad de hacer valer nuestros sueños, ideales, utopías o lo que fueren, luchando hasta caer en el campo de batalla.  

  Caída que no significa la muerte sino la deshonra, el cambio de bandera o cosas así, siempre temporarias, porque siempre se puede volver a la arena política, hasta hacerla una profesión, hasta hacerla una empresa familiar hereditaria con fondos indiscriminados y edificios oficiales.

  Pero no somos víctimas indefensas del sistema, nada es casualidad, no hay una consecuencia sobre nuestra vida que no hayamos apoyado, con nuestra indiferencia, con nuestro egoísmo y nuestra comodidad, y hoy en día, cuando todos los espurios espacios de decisión no hacen más que concentrarse, todas las caducas fuentes de poder armarse hasta los dientes, es nuestra última decisión y responsabilidad como seres humanos poner un pie en la balanza a nuestro favor.

  ¿Pero qué es lo que nos ofrecen y que es lo que podemos tomar? No, no, en principio habría que dejar de lado la vieja forma de pensar, y ver que podemos ofrecer, que podemos proteger y poner en juego como nuestro aporte a la comunidad, como nuestra primitiva forma de hacer política.  

  Así, si podemos generar opciones comunes que no terminen en contra nuestro, sino que incluyan y multipliquen nuestras posibilidades podemos empezar a generar espacios firmes y sanos de interacción, de puesta en común, aprendizaje, evolución y devolución.  

  Porque no habría que perder el foco de la importancia de nuestro aporte a la convivencia, al conocimiento, al desarrollo de la sociedad en la que estamos inmersos a nuestra manera particular, como semilla y promotor del cambio que queremos o decimos generar.

  Es así que después de cualquier análisis, el resultado viene a ser el mismo, hay que salir a la calle, hay que vivir en la práctica, como único antídoto a este último intento por estupidizarnos que se esconde en las redes sociales y el exceso de falsa información.  

  Me refiero a la sensación de que se puede participar cínica y pasivamente desde un teclado, compartiendo y votando, firmando petitorios, posteando audaces pensamientos ajenos y posters, y hasta condenando o salvando, loando y estigmatizando a desconocidos que tal vez no son siquiera reales… toda la vida es real menos nosotros mirándola desde atrás de un cristal mientras llueven megabytes de frivolidad. 

  Solo nos queda una decisión, en definitiva, nos vamos a seguir quejando o vamos a hacernos una íntima y solitaria pregunta: ¿Hoy es un día igual a ayer, o hoy es un día donde apuesto a mí mismo y la sociedad con lo único que tengo a mi alcance, que es mi posibilidad de cambiar?  

  Algunos apuestan a ser eternos esclavos felices 

  ¿Cuál es tu apuesta para hoy?

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