El último deber de un líder, es caer. Morir. Acompañar a su pueblo, sin miedo, unir su sangre a la de hijas y madres, ancianos y niños, de igual a igual. Compartir su suerte y su destino.
Es su última elección sobre esta tierra, y la demostración práctica de que los imperios no tienen mas herramientas, ya, que la muerte. La resistencia del ser humano a vivir permanentemente esclavo, en la sumisión total, se nutre, como la tierra que lo espera, de su último ejemplo. Y solo así se podrá derrotar al marketing de la destrucción, que nos acostumbró a televisar la masacre, y luego a masacrar el pensamiento, el sentido común, el acto mismo de la percepción como hecho necesario.
Sus tibios huesos humeantes volverán a la tierra evitándole ser testigo, un día más, de la persecución y el destierro, de la tortura y el asesinato que la locura absurda de la hegemonía despliega incesantemente sobre sus amados familiares, amigos y compañeros. Y también, por supuesto, sobre lejanos inocentes ajenos a todo, desconocidos, o sobre sus propios agentes de destrucción, ya que remitirse a la lógica o la racionalidad debilitaría su imagen de fuerza permanente y total de imperio eterno.
Esta historia ha sido contada tantas veces... El mar se ha salado con lágrimas.
La humanidad misma está entrando en una nueva era, esto es implacable. Inevitable. Años, meses, días, horas, minutos, segundos, quizá quedan, del poder de las armas y la destrucción consensuada, de la violencia premeditada, justificada, legalizada, organizada. La voluntad de abrirse al sol, de una sola flor, no puede ser detenida de ninguna manera. La vida, renace indiscutible, indistintamente, indiferente a los planes urdidos para destruirla.
Hace cien mil años que las madres amamantan a sus crías para que mueran mañana. No han podido inventar una máquina que pueda imitar la voluntad de vivir del más pequeño de los insectos que trepan por la pared de tu casa. Es necesario reflexionar sobre esto.
Cuánto más seguiremos alimentando perros enjaulados, temiendo el día que los larguen a la arena?
Cuánto más seremos indiferentes al dolor ajeno, como si no nos afectara? La marea negra del odio y la devastación premeditada no sabe detenerse ante ninguna frontera. No hay un solo imperio que no sueñe con abarcar la totalidad del universo. No importa lo absurdo que parezca, lo imposible, lo inaplicable: ni dos hojas de la más pequeña hierba tienen el mismo color!
Seguirán intentándolo porque es el único camino conocido para expresar la mentira cósmica que persiguen para no hundirse en su propio barro. Patalean sin descanso pretendiendo llegar a una orilla que se mueve con ellos. No hay forma! Son el pantano! Son la ciénaga en que se hunden y naufragan todas las aspiraciones humanas de paz, convivencia y libertad. Pero un metro despues de su paso, el barro se seca, crece el pasto, y la vida incansablemente recomienza.
El sol sale sin siquiera darse cuenta de nada.
Hace falta un par de segundos para que la ternura nazca, las sonrisas se esparzan, la esperanza empuje una verdad encallada y lenta: Todos somos uno.
Hay un poder mas inmensamente grande que cualquier fusil, anidando en cada uno de nosotros, mas penetrante que la punta venenosa de las balas: ya nacemos, desnudos y llorando. Todo lo demás es ganancia. Nos querrán convencer de lo contrario porque solo por nosotros mismos podemos ser derrotados.
Respira.
Seguirán fundiendo acero, seguirán fabricando cañones y jaulas. Seguirán intentando extinguir todo. Hasta el canto de los pájaros.
Lo han logrado?
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