29 octubre

Que se jodan todos...

  

  Este es un país que no aprende de sus errores, un país de niños díscolos, incorregibles, revoltosos pero tiernos.

  Nos hablan de la lección que nos dio el neoliberalismo ¿A todos? Puedo registrar a mi alrededor a gente que no fue tocada por ninguna política, liberal, antiliberal, nacional y popular, anticlerical, conservadora, fascista, o de ningún tipo… 

  Hay mucha gente que estructuralmente queda fuera del estado desde y para siempre por no tener los medios de expresarse y darse a conocer, la cultura política que les permita acercarse al fogón donde se cuece el chocolate, o las afinidades familiares y/o ideológicas que los lleven a tener un contacto más directo y eficaz con los punteros de barrio, que en esta era de pretendida equidad.

  Vamos a mirar para otro lado, para no ver cuantas veces siguen acaparando o en el mejor de los casos repartiendo discrecionalmente todo beneficio, cuanto usan su poder y contactos para delinquir, escapar de la justicia o dirimir asuntos personales. 

  ¿Pero qué pasa con los demás? A un sector de la gente, que se cree asegurada y libre de los cambios de gobierno, que no ve más que los errores y desfasajes, cuando se piensan merecedores de un pasar mejor que el resto, tal vez no le parezca tan temerario olvidar la historia reciente, pero si les duele sentir que se olvidaron de ellos.

  Entonces, rememorando el “que se vayan todos” en el que tal vez participaron con su indignación, con su desesperanza devenida en rabia y frustración por el futuro que se escapaba como arena entre sus manos, hoy se sienten estafados cuando ven que lo peor de la vieja política no solo no fue extirpado sino que es la base de toda política actual, rebosante de favoritismos y clientes, de ladrones y explotadores gubernamentales, de derroche descarado injusticias y transparencia cero. 

  A sus ojos el discurso de la presidenta es una cascara vacía que no refleja la realidad, y no hay satélites que compensen el devenir de su día a día.

  Es así como deciden, temperamentalmente, en base a la misma frustración y hastío de antaño, como el maestro que intenta encauzar a los malos estudiantes, llamar al frente al alumno desatento, repetir una vez más las lecciones para reforzarlas, aun cuando cayeran ellos mismos como pichones.

  Y del antiguo “que se vayan todos” que algún día los tuvo como valientes protagonistas, donde pueden comprobar al día de hoy que no solo no se fue ninguno sino que llamaron a un sinfín de parientes, conocidos y amigos, para no estudiar de memoria pasan al “que se jodan todos” pero esta vez como coprotagonistas de una obra que desde su titulo los incluye con el resto.

  ¿Es todo esto cierto? Tal vez si, tal vez no, o en todo caso habría que ver en qué medida la realidad refleja el ataque y saqueo de las aspiraciones desmesuradas de una clase media que tal vez no termine jamás de encontrar su lugar en el mundo… 

  Igualmente, no hay nada que no pueda ser dicho o insinuado -abren cada día diez nuevas fabricas de palabras vacías- y aunque básicamente incomprobable, lo que no hace sino aumentar los rumores y versiones, los falsos trascendidos y operaciones de prensa que calan en un caldo de cultivo efervescente y en pleno movimiento, cada discurso encuentra oídos y bocas para repetirlo. 

  Al caer en el infinito error de responder con la palabra exaltada, con el descalificante adjetivo, se convierte el encuentro en una zona de guerra, quedando automáticamente reducidos a cenizas todos los debates y el dialogo que hubiera traído claridad al asunto, haciendo el juego más fácil para los que inventan, fabrican noticias, y deforman la realidad a través de los medios corporativos como se les da la gana. 

  Claro que, estos medios no ofrecen mucha diferencia en el discurso o el método con los superficiales y adeptos, oficialistas que se dedican a operar desde la vereda contraria, y ahí está nuevamente, mal por mal, la garantía política del ascenso del fascismo.

Es así como a pesar de todo y de todos, de la realidad y la fantasía, sin ningún asidero lógico aunque si emocional, cabeza a cabeza en el territorio complicado y mágico de nuestro país, se genera un pensamiento “ya fue, yo voto a Macri” porque después de todo, hay un sector que sigue clamando en el desierto por un cambio, cualquiera sea, que rompa la continuidad de un sistema que perciben como doloso, ineficaz y persecutorio… 

  Nuevamente tendríamos que ir a las comprobaciones, para ver en qué medida esto viene a ser errado o cierto, aunque obviamente no se llegue a eso desde una trinchera ideológica, económica o política. 

  Tal vez el futuro ya fue lanzado y solo nos quede navegar entre los restos para asumir las lecciones de la soberbia, la sordera política, el triunfalismo, o tal vez nos queden algunos días, acelerados y extraños, que puedan revertir esa tendencia a tiempo, lo cual, a pesar del supuesto triunfo de los supuestos paladines de las políticas nacionales y populares, no certifica “per se” que se interiorice ninguna enseñanza, que se mantenga o aumente ningún beneficio… 

  Mientras tanto, la patria, somos todos, y eso es siempre lo que más duele, desde uno y otro lado de esta cuerda que se tensa…

 

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