Llueve… Tal vez les parezca conocida la situación: gotas que caen de abajo hacia arriba hasta endulzar el cielo. No, eso no es cierto, pero sirve para adivinar la verdad, porque divagamos en una trama tan lenta que caemos como un tigre en una tosca trampa de monte.
Llueve. Tal vez les parezca aburrida la situación, porque desearían que no lloviese, o que lloviese solo lo suficiente, pero lo suficiente para que, ¿Qué es suficiente para quien cuando manda la ambición?
Cuando todos tenemos un nivel distinto de hastío que, aunque parezca nivelarse
sin mayores diferencias, como el bosque de bambú que parece una alfombra desde
las terrazas donde ahora mismo plantan el arroz del año que viene, en cuanto
nos adentramos desde abajo, no quedan dudas de que cada caña es diferente a
todas las demás.
Entonces,
lo que para unos es suficiente, para otros recién empieza a llenar los niveles
de su aburrida y perversa resolución. Y nadie se aburre más que el emperador,
aunque su reino este dividido en dos, aunque desparrame hijos de tantas
mujeres, esposas y concubinas como garantes de su ley, teme aun, y en su
palacio de cristal tallado roca a roca, en sus inmensas canteras y sus
interminables campos, fueron cegados este año, como espigas, todos los que
escucharon temblar su voz.
Pero llueve y no va a parar, los dioses que a flechazos marcan el cielo en sus juegos lo anticiparon, y yo hace semanas que reviento caballos junto al rio, recorriendo el camino abandonado hacia la capital, comprando emisarios, adoctrinando heraldos y pregoneros.
Gasto cada hora de mis días fabricando silencios con el oro de las canteras públicas, o con el caer tembloroso y fingidamente pudoroso del kimono de las geishas, o con las espadas afiladas de mis samurái, o con las tres cosas a la vez.
Pero esta dictaminado que el futuro debe hacerse, como un nuevo dios de barro -inútil y frágil- creado por hombres pequeños y delgados, aunque deba escribirse la historia reclutando huérfanos bastardos, borrando a la vez diez mil poblados.
Sé que les parece tosco, innecesario, falto de cortesía hasta en hombres
acostumbrados a sembrar tanto la miseria como la opulencia día a día, pero no
decido, ni obedezco al cielo, y el consejo de los ciegos siempre sonrientes lo
ha dictaminado: la funesta dinastía debe perpetuarse.
Todas las especies han sido sacrificadas para leer la ventura que no miente, buscando un cambio en los designios que no será otorgado: rompiendo la tradición, se intentó leer hasta en las vísceras de hasta ayer protegidos conejos y patos.
He prohibido a mis hijos bajar de la pequeña aldea, sosa y chata, pero sé que está a 24 varas más alta que el mango de mi catana y no será arrasada, es mi única licencia, allá cuidaran las puertas los díscolos pero inútiles hermanos.
Mientras tanto, vengo corriendo desde la cuenca alta, donde se fraguan las enchorradas, ganándole al tiempo solo un par de semanas, nadando junto a los mejores caballos, perdiendo en la corriente mis mejores espadas, apretando los dientes para no dejar que en su carrera me gane el agua…
Todos deben quedar en su sitio, perecer, para que la
costa sea nuevamente recolonizada, veo al viejo guardián de la fortaleza en
medio del rio alzar a todos desafiante la mirada, para disimular que será,
antes que pasto de las llamas, a las aguas abandonada.
Se ha ordenado cortar la lengua a todos los ancianos, para que no recuerden que esto paso hace poco más de cincuenta años, cuando fue arrasado por la revoltosa arena y las jangadas el puerto de la ciudad opulenta, que hoy los señores se juegan a las cartas.
Pero vengo bajando
y sé, en cada vena de agua, que esto es mucho más intenso que cuarenta días
viendo derramarse el cielo, un ejército de nubes más grande que el propio
imperio nos acecha para darnos feroz el merecido golpe de gracia.
He mentido, ocultando al pueblo que los magnos miran como vuelan las águilas, desde arriba de las montañas, pero todos deben quedarse en su lugar hasta la aclamación de los nuevos dignatarios, luego, si no llega antes, podrá ganárselos el agua.
Solo permanezco aquí como testigo de mi propia cobardía, compartiré con el pueblo su suerte por no atreverme a usar en mi la propia espada, veo los pájaros volar sin posarse en el suelo, los animales salvajes parar la oreja para oír el retumbar lejano del estruendo que se acerca, mientras acá se construyen nuevos estadios, circos, fuentes vanas, campeonatos y gimnasios…
¿Cuantos campeones y guerreros han forjado para que perezcan nadando?
Muchos esperan en vano el fin de la fiesta para robarse
aunque sea los platos… yo, miro de frente a mi destino, afilo la pluma en el
borde de la espada y sigo vivo, sólo por la memoria de mis hijos. Cuento los
días mientras se llenan las lagunas reales, pequeñas y bajas, reventando
cauces, bajo la lluvia espero junto a los que se van conmigo…
Veo desde este cerro, en el paso de Hangu,
llegar con furia una vez más el azote de los Han, solo entregarme me liberara,
desde los hielos de Bayan Har nació implacable mi castigo la pasada primavera.
*Manuscrito anónimo hallado en el mango hueco de una antigua catana al borde de un extinguido cauce seco del Rio Amarillo (se presume redactado por un personaje importante) en las excavaciones a las puertas de la antigua ciudad capital de las huestes del imperio.
Motivó que la
construcción de la proyectada presa de Sanmenxia fuera suspendida hasta la
comprobación matemática estadística de las supersticiones de los
ingenieros…atrasando su construcción por más de cien años
(Sanmenxia
año 1880 aprox. El documento original fue “extraviado” en los archivos nacionales
durante la Segunda Guerra Mundial)
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