Y finalmente votamos, elegimos, ejercimos… ¡Excelente! Todas las formalidades fundamentan los procesos, las instituciones, los trabajosos caminos emprendidos…
Algunos despotrican, defenestran, insultan, putean, se preocupan, tienen miedo… no los entiendo. ¿Es que estos resultados sorprenden de verdad a alguien? ¿Cuántos años demoro la firmeza de los discursos en convertirse en la comodidad soberbia de los que pretendían estar por siempre asegurados?
Algunos, pocos: inesperada y brevemente se transformaron las convicciones transformadoras, constructivas, populares y socialmente inclusivas en un ejército de ciegos caminantes hacia el abismo de la desilusión ajena, sin pensar que la militancia nunca debió de haberse transformado por doquier y desvergonzadamente de ser y hacer en aparentar y dejar de preguntarse nada.
Que comodidad fue ser un soldado de Néstor y Cristina, soldaditos de plomo que no sabemos hasta el último día cuanto pesan, soldados en toda regla: disciplina y obediencia ciega, cuestionamiento cero, y hacer en cada trigal una trinchera, identificar al enemigo por una bandera y tirar cada día, escondiendo la cabeza para salvar el cuero, mientras el campo llano se convierte en un desierto que a nadie beneficia.
Mientras tanto, muchas veces aquel que sembraba sin hacer de su vida una guerra fratricida fue menospreciado, entorpecido, difamado sobre todo por los que desde abajo pretendían ganar un lugar más alto.
Cuántos de estos oportunistas cambiaron de bando en las internas y siguen dispuestos a hacer de su única ideología el doble juego, la conveniencia casual de una coyuntura cualquiera, sin pensar en el futuro que exigen y venden a los demás.
¿Cuántos ilusos destructivos de la función primordial de la democracia hicieron su mayor y único esfuerzo en demostrar su fidelidad, rodeándose de candidatos en las fotos, acudiendo a actos, posteando infinitos carteles, amenazas, doctrinas, símbolos vacíos y mentiras no cuestionadas?
¿Cuál es el precio que paga la democracia cuando con su solo
proselitismo, que no se embarra un solo día las patas, pretendieron puestos y
premios, que saben escasos, que no pretenden quejarse si para recaer en ellos
se priva a las personas idóneas y preparadas, a los comprometidos con la
realidad social, los problemas, la dinámica que ellos solo pregonaban?
Son los primeros en insultar y asustarse por la amenaza de cambio para la que no están preparados, como si no pudieran seguir trabajando desde abajo, construir cada día las bases de la sociedad que están publicitando, apostar y enfocarse en el bien común, en la coherencia de la cotidianidad que exige lucha, en la imperiosa necesidad de fortalecer sin descanso las convicciones a través de los actos.
Pero no, eso está fuera de la discusión, si para avanzar en su camino tienen que festejar las injusticias, está hecho, si para permanecer deben hacer al de al lado una preventiva zancadilla rastrera, no demoran, si para progresar solitariamente deben falsificar y mentir, usurpar necesidades ajenas y robar, ni lo piensan…
Pero hasta los más grandes imperios cayeron por no depurarse a sí mismos, aunque tuvieran la mas fantástica y visionaria de las conducciones y esa fue la señal que muchísima gente se quedo esperando.
Finalmente, fue desilusionada al ver como a sus ojos se hacía todo mal con la alegría impune de los asegurados, de los atornillados a lo más sucio y contradictorio del poder, resumiendo en sus vidas, en sus personas las decisiones y bienes que debían ser repartidos, redistribuidos, como era la fuerza de una nueva visión equitativa del poder, de la dirigencia y de la democracia.
Sistemáticamente cerramos los ojos para no ver avanzar un cáncer que cada día se comía una nueva célula sana para ganar un lugar espurio.
Sistemáticamente, aun cuando hubieran sido los mejores dirigentes quienes
estuvieran a cargo, más abajo, como en una carrera de lauchas, todas las
preocupaciones se olvidaron al llegar al granero, las convicciones fueron
derrotadas por la urgencia de la ambición y la realidad por el agitar
permanente de eslóganes demagógicos y partidarios.
Si hay algo que ha traído a las playas la resaca de los terremotos sociopolíticos de este siglo, es la certeza de que el poder está oculto, no nos pertenece, y países enteros dan fe de eso, convirtiéndose en marionetas o sangrientos platos de los imperios aun en contra de sus mismos pueblos…
Pero a la vez, se da la comprobación diaria y esperanzadora de que el mundo no está definido por maquinas sino por personas, que en cualquier momento y cualquier lugar, cada uno, en su ignorada y pequeña soledad o su monumental e iluminada función, en su sueño o su inesperada forma de ocupar un lugar en la sociedad puede tomar una decisión nueva, mejoradora.
Se puede derrotar
lo establecido para encauzar la trama en una dirección que no sea hacia el
desastre, hacia la entrega final del ser humano a los soberbios dueños del
mundo.
El pueblo nunca se equivoca, aunque a veces una parte del mismo pague con su propia sangre las consecuencias de su desastrosa omisión, de la visión acorralada de las soluciones posibles…y el pueblo, a ver si queda claro, somos todos y cada uno, y eso puede extenderse al planeta, sin excluir a ningún ser humano, todos somos parte de esto.
Eso significa no excluir a nadie, porque no hay fantasiosas o supuestas grietas que sean la solución a un problema que nace desde lo más intimo y profundo de cada ser humano, no hay colores ni fronteras que no sean artificiales en su inamovible certeza, ni forma de seguir fabricando soldados que no lleven al inicio de una nueva y funesta guerra.
Tenemos unos días para repensarnos, al calor de la sorpresa, la incertidumbre,
la posibilidad cierta de la victoria o la derrota… pero no para sumarnos al
miedo de los perversos inicuos, de los oportunistas inútiles, usurpadores
falsarios de la función pública, aparentadores profesionales, obsecuentes
aduladores eternos y seudodoctrinarios, que al mismo tiempo investigan las
posibilidades de negociar y traicionar, de acomodarse y olvidar…
Ya que no van a ser responsabilizados por eso,
cada uno de nosotros, desde su puesto de ciudadano, debe velar en esta nueva
etapa, para que los garrafales errores de propios y ajenos choquen contra los
frutos de la consistencia y la fortaleza social nacida de la convicción, la coherencia y la
integridad. Ahora, vamos a ver cuántos están dispuestos realmente a esto…
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