09 diciembre

Nosotros y el sistema (Eco Portales)

  

  Hoy , de casualidad, terminé leyendo un artículo de una de las tantas páginas ecológicas que se multiplican en internet, su engañoso título “Olvidemos las duchas cortas, organicémonos” es ya un llamado a la impotencia, al desinterés, a la delegación de nuestro pequeño poder… 

  Cómo tal, consecuentemente, se ponía a detallar estadísticas, números y datos antiguos e inverificables que demostrarían el insignificante aporte individual, aun cuando toda la población participara y pudiera sumarse, en los problemas actuales y urgentes que todavía no nos decidimos a reconocer y encarar como seres humanos.  

  Pero entonces, a través del texto, se enfatiza sin muchas luces, ni lógica, ni veracidad, sobre lo intrascendente de cualquier decisión individual, sobre cualquier acción nacida de la toma de conciencia, sobre cualquier hecho real, puntual, efectivo, realizado por una persona, un ser humano cualquiera, anónima y personalmente, a través de la idea de poner un pequeño grano de arena en la solución de los problemas medioambientales y humanos que pretenden cerrarnos el panorama… 

  Aberrante, decadente en su enfoque añejo estigmatizante y sistemático del mundo, de las personas, de la sociedad.   Porque una persona es mucho más que un número, y como tantas veces se ha dicho, no es un medio sino un fin en sí mismo, entonces, cada pequeña toma de conciencia, alrededor del mundo, es ya un triunfo absoluto sobre el capitalismo, el derroche y la injusticia, un ser humano es una porción significativa del mundo, y en este debate que ya lleva siglos, por ignorar esta premisa básica, se han asesinado millones de seres a lo largo de la historia… 

  ¿Qué es lo que dice, mientras tanto, este articulo? 

  Que la inmensa mayoría de los desechos y del consumo de recursos son absorbidos o generados por la industria y la agricultura, o sea que ni siquiera con la decisión de los 7000 millones de personas de cambiar su estilo de vida, reduciendo el consumo se va a lograr nada.  

  Pero este llamado a la resignación suicida, estas loas al apocalipsis anunciado ignoran que la industria y la agricultura son instituciones humanas, formuladas para resolver (o crear) nuestras necesidades, y obviamente, al reducir nuestras necesidades, nuestro consumo, nuestra pequeña cuota de destrucción, estamos afectando consecuentemente a su funcionamiento y poder. 

  O sea… como alternativa al capitalismo, no tenemos otra herramienta válida, ni más poderosa que reconocer nuestro poder como individuos, y generar el poder desde las personas, desde la libertad de conciencia, desde la pertenencia a un mismo planeta.  Y si, desde nuestra individualidad, nada tiene más fuerza que nuestras decisiones.  

  No vamos a generar soluciones embarcándonos en otra guerra contra las corporaciones, fabricando instituciones  y organizaciones mundiales y centralizadas, acotadas a presupuestos y metas que terminan siendo ajenas, atadas a jerarquías internas, a oscuros financiamientos.

  Pero siempre llaman a la guerra, a la guerra abierta y perdida de antemano, siempre a la confusión… ¡Pretendiendo negar que los cambios personales no sean una profunda declaración política, que los cambios personales no generan cambios sociales! No sé dónde vive el autor de este artículo pero no debe ser en este planeta…

Igualmente, la concepción antropocéntrica de la vida en la tierra ya se muerde la cola: no está en peligro el planeta en sí, solo la permanencia en el tiempo del estilo de vida de la raza humana.  Antes y después de eso, la tierra habrá visto pasar soñolienta cientos de miles de cataclismos y refundaciones. 

  El punto de partida, es hoy, claro, cada día tenemos un nuevo punto de partida, un nuevo comienzo, y si es bastante obvio que no podemos destruir la civilización industrial ni los parámetros actuales de derroche absoluto de recursos, no dejamos de pertenecer a ella, y en ese entorno es en el que las soluciones son válidas.

  Pero a través de un eco portal se afirma que no podemos seguir aceptando las respuestas insuficientes ni las soluciones industriales como, por ejemplo, la energía solar, pues siguen la lógica del extractivismo para construirlas.  ¡Claro, todo lo demás no sigue esa lógica, supongo, como si hubiera otra lógica! 

  Todos los que estamos leyendo esto nacimos en la era industrial, admirándonos de cada nuevo reto ganado a la naturaleza, de cada máquina voladora, motor, infraestructura, y hemos aportado a su funcionamiento cada día, y hoy también, por supuesto. 

  Entonces, siempre según este articulista, serian intrascendentes las soluciones individuales, ya que no pesan, al margen de que, como individuos, no hemos creado el problema y entonces no vamos a solucionarlo.  

  Tampoco ayuda vernos como consumidores en vez de ciudadanos en capacidad de hacer valer y defender sus derechos y sus convicciones, como si una cosa invalidara a la otra.  ¿Pero qué pasa con esto? 

  El poder es una construcción piramidal, nace de nosotros el dictador, el genocida, el ecocida… El gran poder es solo un reflejo del pequeño poder que manejamos, de la sumatoria de todos los pequeños poderes que delegamos, y es nuestra forma de relacionarnos con los demás lo que lo genera.

  Entonces es como vemos tantas asociaciones y asambleas ambientales, ONGs, y corporaciones imperialistas del tipo Greenpeace o WWF que en su camino de defender los derechos y el planeta, terminan por ser multiplicadores de prejuicios y racismo, de invasiones y atentados fascistas a la democracia, de propaganda contraria a través de su incoherencia y su poca legitimidad.  

  Espantando a los ciudadanos comunes en esa postura indefendible de “rompamos todo y después veremos que hacer” que no deja de ser igual, casualmente al “rompamos todo y después veremos que hacer” de la industria y las corporaciones…

  Y finalmente, después de divagar sin mayores fundamentos entre estas apreciaciones subjetivas tremendistas y degradantes, se hace un llamamiento al activismo, como forma de combatir y derribar el sistema actual.  

  Sí, siempre llaman a la guerra, la forma más rápida y barata de consumir recursos, de generar leyes y reyes, de trasladar recursos infinitos hacia la cúpula que aplasta a la sociedad entera, desde la mirada soberbia de los amos del mundo, o de sus útiles intermediarios, acaparadores de conciencia en nombre de batallas ecológicas que jamás son dadas.  

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