Como
una sombra que se acomoda en nuestra espalda, como una presencia, mordiéndonos
los talones, ahí está el miedo…
¿Miedo a que?
¿Miedo a la muerte? ¿A la deshonra? ¿Al ridículo? ¿Miedo al miedo? ¿A la soledad?
No puede llegar a determinarse tan bien las proporciones que componen nuestro miedo pero… ciertamente se definió hace tiempo una respuesta a ese asunto: el miedo es una preferencia, además de una elección, porque elegimos tener miedo, y elegimos luego, a que…
Arañas tenebrosas parecen inofensivas para el que teme subirse a los aviones, y volar es un placer para el que llora de espanto al pensar en la oscuridad de la noche a campo abierto…y así por el estilo… tal vez, tal vez no.
Es imposible saber a ciencia cierta lo que acontece dentro de un ser
humano, más aun llegar a sus más profundos sentimientos.
Pero si se puede decir que el miedo lastima, consume, atrasa y perjudica nuestra calidad de vida y de relación con los demás, alimenta y se nutre de prejuicios, ignorancia y ambiciones ajenas, y finalmente se vuelve un grillete que atenaza nuestra conciencia.
Con el tiempo reduce nuestra posibilidad de ser, y acorta nuestros propios pasos y nuestra libertad, llevándonos a la inmovilidad y el comportamiento pasivo frente a las contingencias de la vida.
Bueno,
también puede ser el catalizador de la violencia, la agresividad, el control,
el asesinato preventivo y toda la gama de sentimientos oscuros que terminan
generando las acciones más viles y desesperadas.
¿Es causa o consecuencia? ¿Es medio o fin? ¿Es necesidad o vicio?
Me surgen estas preguntas al ver como se enrosca a través de nuestra voluntad y nos consume desde adentro, ennegreciendo nuestras perspectivas sobre la vida.
Y a través de esta visión deformada, que agiganta los peligros y deshonra la vida, nos vamos adaptando a una realidad que no existe, que solo intuimos con nuestra racionalidad adiestrada, y perdemos poco a poco la voluntad y el control sobre nuestra vida.
¿O no es así? Por lo menos, me parece a mí, que el que teme vive buscando soluciones a esos problemas que no existen, a esos fantasmas tenaces que se agrandan en el horizonte, y claro, al que busca finalmente se le ofrece y ya es un juego de niños atenazar esas almas, esas voluntades para consumirlas poco a poco, que no falta gente experta en esos menesteres…
Y así pescadores de energía y asustados
pececitos de cardumen, danzan bajo el agua de la necesidad.
¿Y que pasa?
Que todo es energía y de tanto llamar la cosa viene, el instinto, la adrenalina, la voluntad, todo se coordina para que lo que tememos pase, finalmente como lo hemos planeado, para que podamos seguir hundiéndonos lastimosamente en el barro de la autocompasión.
Pero podemos enfrentarlo, claro, y derribar, pisotear y caminar sobre nuestro miedo, qué más da, si la recompensa somos nosotros mismos, la libertad y la posibilidad de caminar el mundo por afuera del laberinto.
Pero no, que malacostumbrados estamos, a nadar en la mierda calentita… tal vez el miedo solo sea hacia la libertad, hacia el espacio infinito de nuestras posibles decisiones, de nuestra responsabilidad total.
Tal vez el temor a la muerte sea lo que esconde el
precio de nuestra sumisión, en realidad tememos a la vida…
Entonces el miedo se transforma en herramienta, y nosotros en engranajes descartables que tanto podemos morir o matar, sin recompensa ni explicación, solo con que nos pinten una sombra oscura en el horizonte...
Y convertimos la vida en una competencia grotesca por la necesidad de estar a salvo, de sentirnos a salvo, solo cuando el ultimo enemigo haya muerto, cuando superemos el peligro.
Pero no, otro aparece y solo estamos más cebados que antes y dejamos de preguntar, dejamos de averiguar quién tenemos enfrente, y el miedo se convierte en asesinato indiscriminado, en masacre, en genocidio, en desastre humanitario finalmente financiado por las elites acomodadas de Europa o Estados Unidos que temen una nueva ola de inmigrantes.
O,
ni siquiera eso, una nueva ola de escases o alza de precios debido a un
descontrol político que genere disturbios en el normal abastecimiento de
materias primas baratas…
Pero en cada país es lo mismo, y en las ciudades, a pesar de los murallones, la gente pide a gritos que tiren a matar antes que puedan poner en riesgo su estilo de vida.
Y luego a encerrarse en sus casas, a mirar la televisión para tener miedo al gobierno, a los inspectores, a los impuestos, a la inflación…
¡No hay límites, el miedo es un vicio más fuerte que el tabaco, la cocaína o el alcohol, y encima es gratis!
Bueno, gratis no es, tal vez por eso se regala…
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